El otoño comenzó hace casi un mes, pero todavía no se ha sentido demasiado el cambio de estación en España. Los meses de septiembre y octubre han sido, por lo general, suaves e incluso cálidos, a pesar de algunas lluvias. Ahora bien, la época de los catarros ya ha dado comienzo tímidamente, ya se pueden oír narices taponadas y estornudos. A medida que nos acercamos al invierno se hacen más frecuentes y es que los que consiguen superar la estación sin pillar un catarro son muy pocos. ¿Podemos hacer algo al respecto?
Aparte de abrigarnos cuando empiece el frío y evitar los cambios de temperatura, lo mejor que podemos hacer para enfrentar el otoño es mantener nuestro sistema inmune en buen estado. Nuestro sistema inmune no precisa de cuidados muy diferentes al del resto de nuestro organismo: una buena alimentación, respetar el tiempo de descanso y, además, hacer ejercicio de manera regular. Por desgracia, no existen alimentos específicos que nos ayuden a repeler o combatir a los virus, que son los causantes de las gripes y los resfriados.
Sin embargo, durante años se ha extendido el mito de que la miel, el zumo de naranja, los ajos o algunas infusiones pueden mantener a raya a estos microorganismos. Ninguno de estos productos consigue curar la infección: sólo nuestro sistema inmune puede realizar esta tarea y nosotros, como mucho, podemos intentar suavizar los síntomas con medicamentos, hidratación y descanso. Ahora bien, podemos practicar deporte, dormir lo suficiente y tener una alimentación saludable para apoyar a nuestras defensas.
A continuación, cinco alimentos saludables que debes tomar para preparar tu sistema inmune para la temporada de resfriados.
Las mandarinas
La vitamina C es, probablemente, la sustancia a la que se invoca con más frecuencia cuando alguien cae víctima de un catarro. Pero, a pesar de lo que nos han dicho siempre, este micronutriente no tiene poderes especiales para acelerar la curación de estas infecciones. Ahora bien, se trata de un componente fundamental para el buen estado de nuestro sistema inmune y se encuentra muy presente en las frutas cítricas.
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En este sentido, la temporada de las mandarinas ha dado comienzo hace muy poco y es fácil encontrar estas frutas por todas partes. Aunque no es tan milagrosa como nos quieren hacer creer, consumir las cantidades recomendadas de vitamina C al día sí que permite mantener un estado óptimo del sistema inmune. Además, casi el 90% de la composición de esta fruta está formada por agua y la hidratación sí es importante para combatir estos virus.
El té verde
Las infusiones y los catarros se han relacionado en muchas ocasiones: se piensa que nos ayudan a recuperarnos más rápido de estas enfermedades. En primer lugar, por ser bebidas calientes y, en segundo lugar, algunas infusiones específicas —como la de jengibre— se piensa que son efectivas en este sentido. Por desgracia, tomar estos líquidos no nos evitará contagiarnos este invierno. Eso sí, pueden contribuir a mantener el sistema inmune.
Uno de los beneficios más evidentes del té es que nos ayuda a mantener la hidratación del organismo porque, obviamente, casi toda su composición es agua. De hecho, puede ser muy útil para las personas a las que les cuesta ingerir todos los vasos de agua que se recomiendan al día al aportar sabor. Además, el té puede tener un papel muy importante en la salud inmunitaria, gracias a su alto contenido en compuestos antioxidantes.
La avena
Por lo general, pensamos que el único valor que tiene la fibra en nuestra dieta sólo tiene que ver con la función de mejorar nuestro tránsito intestinal. Sin duda, este beneficio es correcto y, además, muy importante, pero no es el único. La fibra también contribuye a reducir el riesgo cardiovascular gracias a que reduce la absorción de azúcares y grasas en el intestino, lo que repercute en todo el organismo y también el sistema inmune.
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La fibra más importante que contiene la avena recibe el nombre betaglucano y se trata de un componente muy saludable porque se asocia a la reducción de los niveles de colesterol en sangre. Pero, además, este cereal destaca por ser el que más proteínas vegetales contiene —por eso, es tan popular entre las personas que practican deporte— y tiene un buen contenido de minerales, entre los que destacan el fósforo y el magnesio.
El AOVE
Una de las grandes ventajas que tiene la dieta mediterránea con respecto a los países de su entorno es el aceite de oliva. Mientras que en otras culturas es más típico cocinar alimentos con grasas menos saludables, como la manteca o la mantequilla, en países como España utilizamos esta grasa que es saludable y que se mantiene estable a pesar de alcanzar temperaturas muy altas durante la cocción.
El aceite de oliva virgen extra es muy rico en ácidos grasos monoinsaturados que ayudan a reducir el colesterol malo o LDL. Además, el AOVE es conocido por su alto contenido en antioxidantes que contribuyen también a mejorar la salud cardiovascular, pero también a mantener la salud de las células del cuerpo. La resistencia del aceite de oliva virgen extra a las altas temperaturas también reduce la cantidad de radicales a los que nos exponemos.
Las lentejas
Los expertos llevan años insistiendo en que debemos volver a comer más legumbres, tal y como hacían nuestros abuelos. A pesar de que también son muy apetecibles en una ensalada de verano, los platos estrella con legumbres son los guisos que, con la llegada del invierno, cada vez apetecen más. Las legumbres son muy buenas para la salud porque previenen las enfermedades cardiovasculares y favorecen la microbiota.
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Las lentejas, concretamente, son una fuente muy importante de proteínas vegetales y si se acompañan con arroz o un cereal se obtiene un aporte de aminoácidos esenciales completo. Tal y como se ha dicho toda la vida, las lentejas tienen mucho hierro, pero al proceder de una fuente vegetal deberíamos acompañarlas con ensalada, una fruta cítrica de postre o un gazpacho —alimentos ricos en vitamina C— para que nuestro cuerpo absorba la mayor cantidad posible de este mineral.