Las castañas son otro de los regalos que nos brindan los bosques en otoño junto a las codiciadas setas. Imprescindibles en un pasado en el que todavía no había patatas, sustituyéndolas en guisos y caldos hasta que se democratizó en España el cultivo llegado de las Américas, la castaña sobrevive todavía en los meses de frío gracias a fiestas populares como el magosto gallego o la castañada en Cataluña; pero también en los cucuruchos de papel de periódico que aun resisten en las calles de algunas ciudades y que nos atraen con un aroma que nos devuelve a la infancia.
Sin embargo, dejando a un lado la nostalgia, la castaña debería ser uno de los frutos secos imprescindibles en nuestras despensas por su perfil nutricional y Mercadona quiere contribuir a ello una vez más, comercializando mallas de 500 gramos de castañas en sus tiendas de toda España, a un precio de 2,99 euros por unidad. Se trata de otra de las iniciativas de la cadena de supermercados enmarcada en el programa Frutas y Verduras de Temporada del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Mercadona compra miles de kilos de castaña de origen español para distribuirlos en sus superficies y, en esta ocasión, el proveedor principal es la Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte, ubicada en la localidad cacereña de Valdastillas. En nuestro país hay más de cien subespecies de Castanea sativa, siendo las zonas de Galicia y El Bierzo donde se encuentran las mayores extensiones de castaños, pero no solo en la franja norte, sino ambién en Extremadura. No en vano, en esta comunidad se celebra la calbotá coincidiendo con el Día de Todos los Santos, siendo una tradición el salir al campo a comer castañas asadas (calbotes).
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La castaña es uno de los productos de invierno por excelencia: un fruto seco que no engorda y aporta nutrientes como carbohidratos y fibra. Fueron los romanos los que se encargaron de diseminar la semilla del castaño por todo su imperio y ahora es cuando su cultivo está resucitando un interés renovado al tratarse de un superalimento muy apreciado. La Fundación Española de Nutrición (FEN) valora que su 7% de fibras supone un porcentaje muy superior al resto de frutos secos, mejorando con ello la salud cardiovascular y generando un efecto saciante, perfecto para no tener sensación de hambre si seguimos una dieta para adelgazar.
Valor nutricional de las castañas
Absorbe el exceso de grasas y azúcares, además de cuidar la flora intestinal. Por su parte, los hidratos de carbono nos dan un chute de energía continuado y, en el caso de las castañas, se reduce significativamente el índice glucémico. Sus azúcares se incorporan a la sangre con lentitud y de forma constante, sin crear los picos de glucosa de los hidratos simples. Según la FEN, el valor nutricional de 100 gramos de castañas es el siguiente: 209 calorías, 3 gramos de proteína, 2,6 gramos de grasas, 0 gramos de colesterol, 40 gramos de hidratos y 6,8 gramos de fibra.
También destacan sus 34 miligramos de calcio, 36 miligramos de magnesio, 500 miligramos de potasio, 256 miligramos de fósforo y 0,33 miligramos de vitamina B6. Llama la atención, además, que se trata del fruto seco menos calórico y con menos grasa de todos, aunque los lípidos de estos alimentos son saludables en todo caso. Asimismo, tiene un 40% de agua en su composición, casi la mitad de su peso, y muchos hidratos con poca proteína, un perfil que la acerca más a los cereales y no a los frutos. De hecho, se le llama un falso fruto seco y la harina de castaña no es una rareza en las elaboraciones.
Cómo no tomar castañas
Si eres fan de las castañas, a estas alturas de la vida no te vamos a descubrir nada nuevo, pero si todavía es un alimento que se te resiste, quizás tengas que probar otros modos de degustarlas: crudas, cocidas, asadas o secas, solas o acompañadas. Lo primero que hay que tener en cuenta, como nos recuerda la FEN, es que son ricas en taninos y tomarlas frescas puede causarnos indigestiones, por eso es recomendable dejarlas reposar entre una semana o 10 días para que la concentración sea menor, así como masticarlas bien.
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La cocción y el asado favorece que los hidratos de carbono se transformen haciéndolas más digeribles; pero al contener rafinosa y estaquiosa, dos carbohidratos que nuestro cuerpo metaboliza con dificultad, pueden darnos gases al fermentar en el intestino grueso. ¿Cómo evitarlo? Pues cocinándolas con anís, hinojo, cúrcuma o jengibre fresco, evitando siempre que la bebida que las acompañe sea agua. Teniendo esto en cuenta, prepararlas puede ser tan fácil como meterlas en el microondas o el horno e incluso dejarlas secar para tomarlas como un aperitivo en su variedad pilonga, mayuca o cascajo.
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