El consumo de refrescos y bebidas azucaradas en general ha seguido aumentando en el mundo occidental, siendo Estados Unidos el país más representativo de dicho aumento. Se ha estudiado la relación entre consumo de resfrescos y trastornos metabólicos, como la obesidad, pero su relación con el aumento de sodio en sangre es menos conocida, un ión claramente asociado al riesgo de hipertensión y enfermedades cardiovasculares en general.
Así pues, en un nuevo estudio publicado en BMC Journal of Nutrition, los investigadores han querido discernir si existe algún tipo de relación entre el consumo de refrescos y bebidas azucaradas, o bien de bebidas edulcoradas, con los niveles de sodio en sangre.
Durante las últimas décadas, el consumo de bebidas endulzadas con jarabe de maíz rico en fructosa (JMAF) ha aumentado significativamente. La mitad de los estadounidenses consumen más de una de estas bebidas al día, lo que representa el 6,5% de su ingesta calórica diaria. Asimismo, las bebidas endulzadas con edulcorantes acalóricos también se están posicionando como una alternativa saludable a estos refrescos azucarados.
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Se sabe que el consumo de refrescos se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardíaca en población afroamericana, y hay mecanismos biológicos que podrían explicar como el exceso de azúcar libre de estas bebidas aumenta el riesgo de hipertensión: las elevadas cantidades de fructosa alteran la barrera intestinal y su permeabilidad, provocando una disbiosis de la microbiota intestinal y una inflamación crónica en dicha zona. Esta alteración del microbioma, en última instancia, daría lugar a alteraciones y aumentos de la tensión arterial al modificar la cantidad de familias bacterianas en el microbioma intestinal.
Además, el exceso de azúcar libre de la fructosa también puede provocar alteraciones a nivel celular, dando lugar a mayor resistencia a la insluna, mayor riesgo de diabetes, y en última instancia mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares al alterar los mecanismos de regulación microvasculares e iónicos. En este aspecto, el sodio es considerado uno de los factores fundamentales de la hipertensión, y su exceso aumenta el riesgo de sufrirla.
Casi 7.000 adultos
Para saber si realmente existe una relación entre estos refrescos y el aumento de sodio en sangre, los investigadores analizarondatos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2003-2006 de los Estados Unidos, donde se incluyó a 6.989 adultos mayores de 18 años. Gracias a una encuesta sobre frecuencia alimentaria, se obtuvieron datos de consumo de bebidas azucaradas y bebidas edulcoradas sin azúcar. Así mismo, también se obtuvieron muestras sanguíneas de todos los participantes encuestados para conocer los niveles de sodio en sangre.
Se tuvieron en cuenta otros datos, como la ingesta energética total, la ingesta diaria de sodiom edad, sexo, étnia, nivel educativo, altura y peso. También se tuvieron en cuenta datos médicos como diagnósticos previos de hipertensión u otras enfermedades cardiovasculares, y los niveles de actividad física de los participantes.
Según los resultados del estudio, los niveles de sodio en sangre aumentarían de forma directa y a medida que aumenta la ingesta de bebidas azulcaradas con jarabe de maíz alto en fructosa. Y dichos niveles de sodio serían más elevados entre los grandes bebedores de estos refrescos, en comparación a los que menor cantidad consumían.
Por cada bebida azucarada adicional diaria, los niveles de sodio aumentarían en 0.05 mmol/L en sangre. Además, la edad, sexo y etnia también serían importantes: las concentraciones de sodio serían más elevadas en personas mayores de 60 años, en mujeres y en personas de raza blanca no hispanos.
Así mismo, esta relación sería independiente del estilo de vida y otros factores dietéticos, lo que implicaría que son las mismas bebidas azucaradas ricas en fructosa las que provocarían esta elevación de sodio en sangre. Como comentan los propios autores, la capacidad del intestino para absorber la fructosa tiene límites de entre 5 y 50 g diarios, pero esta capacidad es diferente entre personas, y puede alterarse llegando a producirse una malabsorción de fructosa, lo que en última instancia provocará las mencionadas alteraciones del microbioma intestinal y la disbiosis intestinal.
Por su parte, no se encontraron relaciones entre el consumo de bebidas edulcoradas sin azúcar y los niveles alterados de sodio en sangre. Si bien en estudios previos se habría visto una relación entre el consumo de estas bebidas y el riesgo de hipertensión, dicha relación desaparecía al realizar ajustes según IMC (las personas con niveles de IMC de sobrepeso u obesidad que consumían estas bebidas eran realmente las que sufrían mayor riesgo de hipertensión).
Para terminar, el estudio no carece de limitaciones: solo un tercio de los participantes tomaba bebidas edulcoradas sin azúcar, lo que podría provocar sesgos. El estudio es de índole transversal, y no un ensayo clínico, por lo que no hubo un seguimiento a largo plazo. Y, finalmente, los niveles de sodio solo se detectaron en un único análisis, y no hubo análisis de seguimiento posterior.