La alta esperanza de vida es uno de los aspectos por los que los españoles suelen presumir con respecto al resto de países del mundo. Y no es para menos: en el año 2021 los hombres nacidos en España tenían la esperanza de vivir 80,2 años y las mujeres, 85,8, tal y como recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es más, según los datos de Our World in Data —un portal de la Universidad de Oxford—, nuestro país ocupa el duodécimo puesto entre las regiones del mundo con más esperanza de vida. Los cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dejan mejor parados: cuarta posición por detrás de otros países como Japón, Suiza y Singapur.
Estos magníficos datos han motivado a muchos científicos del planeta a encontrar nuestro santo grial, aquello que hace que los españoles vivan más. Uno de los aspectos en los que con más frecuencia han indagado ha sido en la dieta y, como resultado, se ha proclamado a algunos de los alimentos más característicos de nuestra gastronomía como el elixir de la vida. En concreto, son dos líquidos los que tienen esta prodigiosa fama: el aceite de oliva virgen extra y, por supuesto, el vino tinto.
Que una copa de vino al día alarga la vida es, probablemente, uno de los mitos que más enquistados están en nuestra cultura. Se suele decir que protege el corazón y reduce la mortalidad debido a que contiene una alta proporción de compuestos antioxidantes. Y, entre ellos, se ha ensalzado especialmente el nombre del resveratrol, una sustancia que se ha asociado con ciertas propiedades anticancerígenas y antiinflamatorias. Sin embargo, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, ni la copa de vino tiene tanta cantidad de esta sustancia, ni sus efectos son tan maravillosos, ni compensan el daño que produce el alcohol.
El mito de la copa
El consumo de alcohol a largo plazo —incluso en cantidades moderadas, según los últimos estudios—está asociado con una larga serie de enfermedades. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sostienen que a largo plazo puede causar presión arterial alta, enfermedades cardíacas y cerebrovasculares, enfermedades del hígado y del aparato digestivo, algunos tipos de cáncer, demencias, depresiones, adicción y ansiedad. Y, todo ello, sin mencionar que el hecho de embriagarse aumenta el riesgo de sufrir violencia, accidentes, intoxicaciones y de llevar a cabo relaciones sexuales de riesgo.
Puede parecer que estas advertencias son una exageración, pero existen estudios que ya han probado que incluso una sóla copa tiene un efecto negativo en la salud. Este estudio de la Universidad de Pensilvania que publicó la revista científica Nature Communications en el pasado mes de marzo sostiene que ese consumo moderado de vino provoca alteraciones en el cerebro. En este sentido, los investigadores establecieron que, "cuanto más alcohol se consumía, más se reducía el tamaño cerebral".
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Por esta razón, los especialistas cada vez recomiendan en mayor medida evitar el alcohol, en vez de atenerse sólo a la "dosis moderada", que se suele establecer en una copa de vino para las mujeres y dos para los hombres. Pero, si no es el vino, ¿cuál es el elemento de la gastronomía española que procura un mejor dato de esperanza de vida? Nuestra dieta mediterránea original es mucho más beneficiosa para el corazón y para evitar enfermedades que el vino tinto. Pero, ¡ojo! porque cada vez la alimentación de los españoles se está alejando más de este patrón.
Fibra y grasas saludables
El aspecto más especial con el que cuenta la dieta mediterránea más pura es que es rica en alimentos vegetales —como las frutas y verduras, las legumbres, los frutos secos y las semillas— y con respecto a los animales, se pone por delante el consumo de pescados, huevos y carne de aves frente a piezas de carne roja. Por supuesto, los alimentos que están completamente vetados en esta dieta son los ultraprocesados, que en los últimos hechos están demasiado presentes en nuestra alimentación: productos de la industria que se caracterizan por un exceso de azúcares, harinas y aceites refinados.
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Aparte de las vitaminas y los minerales que aportan los vegetales, la dieta mediterránea es rica en compuestos como la fibra alimentaria. Una sustancia que no sólo sirve para mejorar el tránsito intestinal, como siempre se ha destacado. Además, la fibra reduce el riesgo cardiovascular porque es capaz de atrapar el exceso de grasas y de azúcares que se encuentra en el sistema digestivo y que pasarían a la sangre. El aceite de oliva con el que se cocina y las grasas cardiosaludables de los pescados también aportan una protección extra para el corazón.
En conclusión, la ausencia de alimentos ultraprocesados y la presencia de fibra, grasas saludables y proteínas de alta calidad, entre otros nutrientes, reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y también algunos tipos de cáncer. Por esta razón, la dieta mediterránea puede ser considerada uno de los factores que promocionan la alta esperanza de vida, pero no debemos olvidar otros factores como el acceso a la atención sanitaria o el estilo de vida física y socialmente activo.