Una empresa australiana ha producido en laboratorio una albóndiga gigante de carne de mamut, especie que se extinguió hace 12.000 años. Según explican, el objetivo es iniciar el camino hacia una producción más sostenible de carne para el consumo humano. ¿Es un chiste o van en serio? ¿Qué les ha llevado a hacer una complicada albóndiga de mamut?
El uso de la tierra, el agua, la energía y los productos químicos (por ejemplo, fertilizantes) sirve para calcular la huella ambiental de un producto. En el caso concreto de los rumiantes, base de la carne al uso, la huella ambiental es alta. Y en general, las proteínas de origen animal tienen una mayor huella que las proteínas vegetales.
Esto plantea el reto legítimo y urgente de buscar formas más sostenibles de producción de proteínas de origen animal. Esta necesidad universal es la idea que recoge la empresa australiana VOWFOOD para publicitar su albóndiga de mamut, apostando por la carne de laboratorio como solución al problema. Aunque hay que leer la letra pequeña.
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La sostenibilidad es un buen argumento para convencer a los consumidores de las bondades de una idea comercial. Pero ¿es verdad que la producción de carne en el laboratorio es más sostenible que la producción tradicional?
Ingredientes de la sostenibilidad
Si indagamos en la literatura publicada al respecto, no es oro todo lo que reluce. Una de las publicaciones más recientes en sostenibilidad sobre este tema, publicada en Sustainibility, está financiada por una de las empresas productoras de carne de laboratorio. Por tanto, no es de extrañar que en sus conclusiones salga beneficiada.
El estudio concluye que 1 kg de carne producida de esta forma alternativa genera un 87 % menos de gases con efecto invernadero, requiere un 39 % menos de energía, demanda un 90 % menos de tierra y un 96 % menos de agua que 1 kg de carne obtenida de la ganadería.
Sin embargo, en estas estimaciones no se ponen en la balanza todos los elementos de la ecuación. Por ejemplo, no se tienen en cuenta los costes energéticos de generar, mantener y limpiar un laboratorio para el cultivo de células animales. Ni tampoco el coste energético de generar los componentes necesarios para el cultivo celular. Ni mucho menos la tierra y el agua empleadas por las fábricas donde se han generado dichos componentes. Es más, sólo se tiene en cuenta la producción de carne y no el valor añadido que proporciona la ganadería (producción de leche y derivados, industria del cuero, limpieza de terrenos, etc.).
Además, la comparativa se hace poniendo el foco en la ganadería intensiva, sin considerar los pequeños ganaderos y la ganadería extensiva. En resumen, se hace una comparación injusta para la ganadería y beneficiosa para la producción de carne en el laboratorio.
Energía y residuos
En otro artículo, publicado en Enviromental Science & Technology, en este caso sin conflicto de intereses, hacen un estudio comparativo entre la producción de carne de laboratorio y la ganadería, en base a estimaciones de gasto energético. Llega a la conclusión de que, si bien la producción en laboratorio podría requerir cantidades más pequeñas de gastos agrícolas y tierras que la ganadería, esos beneficios serían a expensas de un mayor gasto energético.
En este mismo sentido, un artículo más reciente publicado en Frontiers in Nutrition concluye que es difícil para la producción de carne artificial igualar los costos relativamente bajos de la carne producida convencionalmente. El trabajo indica que la esterilización, proceso necesario para la comercialización de estos productos, aumenta el coste energético y ambiental de la producción artificial de carne. Y llega a la conclusión de que la cantidad de residuos derivados de la producción artificial es, a día de hoy, mayor que la generada en la producción tradicional.
Hormonas y suplementos artificiales
Además de los factores económicos y ambientales, también debemos considerar los éticos y sociales, tal y como explican en otro artículo publicado en Foods.
La posibilidad de producir carne sin sacrificar animales supone un beneficio evidente. Sin embargo, el proceso de producción artificial requiere el uso de productos químicos, por ejemplo, hormonas y suplementos artificiales, que transforman estos productos en ultraprocesados, y muchos trabajos prueban que este tipo de alimentos tienen un efecto negativo sobre la salud.
Además, en la evaluación de los impactos es necesario considerar cómo afecta a los agricultores y ganaderos, en particular a los productores a pequeña escala, y a aquellas economías subdesarrolladas, que dependen de la producción ganadera para obtener ingresos y riqueza.
La empresa australiana promociona su albóndiga explicando que está hecha con carne de mamut. ¿Es esto verdad?
Un tejido tumoral benigno
Si analizamos la metodología utilizada para esta “albóndiga”, vemos, de nuevo, que no es de mamut.
Han usado un fragmento de ADN que codifica una proteína de mamut, la mioglobina, que está presente, con pequeñas modificaciones en la secuencia, en todos los mamíferos. Como la secuencia de mamut no se conoce con exactitud, se basan en una mezcla con la de la mioglobina de elefante, el mamífero evolutivamente más cercano al mamut. Han introducido el ADN resultante, un gen quimérico, en células indiferenciadas de oveja, que posteriormente han estimulado con factores de crecimiento para dividirse y diferenciarse a células musculares. Por el momento, no es apta para el consumo humano.
En efecto, estamos hablando de alimentarnos con carne compuesta por un conjunto de células crecidas en el laboratorio hasta generar una masa (algo similar a un tejido tumoral benigno) de células transgénicas de oveja, a las que se les ha incorporado una secuencia de ADN de la mioglobina híbrida de mamut y elefante.
Nosotros, por el momento, nos decantamos por una buena chuleta de las vacas que pastorean en las proximidades.
* Ainhoa Iglesias Ara es profesora titular de Genética, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
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rofesor agregado de Genética, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.