La prevalencia de las enfermedades inflamatorias intestinales, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, no ha dejado de aumentar durante los últimos años, y afecta ya a más de un millón de personas en toda Europa. Se sabe que los buenos hábitos de vida pueden reducir su riesgo, incluyendo una dieta saludable baja en azúcares libres. Pero esto no dejan de ser consejos generales, que se pueden aplicar a muchas otras enfermedades.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Cellular and Molecular Gastroenterology and Hepatology habría descubierto por qué las dietas altas en azúcar de alta densidad pueden empeorar las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) e incluso aumentar el riesgo de cáncer de colon. Se trata de uno de los denominados 'venenos blancos' que tomamos en exceso en países que, como España, siguen la denominada 'Dieta Occidental'.
Como explica Timothy Hand, profesor de pediatria e inmunología en la Facultad de Medicina de Pitt y en el Hospital Infantil UPMC de Pittsburgh, "la prevalencia de las EII está aumentando en todo el mundo, y está aumentando más rápido en culturas con estilos de vida urbanos e industralizados, que suelen tomar dietas altas en azúcar".
"Demasiado azúcar no es bueno por varias razones, y nuestro estudio se suma a esa evidencia al mostrar cómo el azúcar puede ser dañino para el intestino. Para los pacientes con EII, el azúcar de alta densidad, presente en gaseosas y bollería, es algo que deberían mantener lejos", insiste Hand, autor principal de este estudio.
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El estudio dirigido por Ansen Burr, investigador en el Programa de Capacitación de Científicos Médicos de Pitt, comenzó alimentando a ratones con una dieta estándar o una dieta alta en azúcar según el grupo. Posteriormente, imitaron los síntomas de las EII al tratar a los animales con un químico llamado DSS que se sabe que causa daño en el colon.
Para su sorpresa, todos los ratones que llevaban a cabo una dieta alta en azúcar murieron en nueve días. Sin embargo, todos los ratones que llevaban una dieta estándar sobrevivieron hasta el final del experimento de 14 días.
A continuación analizaron el colon o intestino grueso de los animales. Este órgano está revestido con una capa de células epiteliales dispuestas en proyecciones similares a dedos micriscópicos, las criptas. Un colon saludable repone continuamente estas células mediante la división de las células madre del fondo de cada cripta. Es "como una cinta transportadora", explican los investigadores.
Las células tardan cinco días en viajar a través del circuito iniciado en el fondo de la cripta hasta su parte superior, donde se vierten al colon y se defecan. En otras palabras, "se fabrica un colon completamente nuevo cada cinco días".
Cuando los ratones que llevaban una dieta alta en azúcar recibieron DSS, este circuito "colapsó", según los investigadores. La capa protectora de células epiteliales se perdió por completo para algunos animales, dando lugar a que su colon se llenase de sangre y células inmunes. De hecho, la dieta alta en azúcar fue igualmente letal en ratones libres de microorganismos tratados con DSS, lo que demostraría que el azúcar por sí solo afecta directamente al colon y no depende del microbioma intestinal.
En experimentos posteriores también se ha probado cómo el azúcar afecta a colonoides humanos, es decir, intestinos en miniatura cultivados en placas de laboratorio. A medida que aumentan las concentraciones de glucosa, sacarosa o fructosa, se desarrollaron menos colonoides, y crecieron más lentamente, lo que evidenciaría como el azúcar perjudica la división celular.
"Las células madre se dividían mucho más lentamente en presencia de azúcar, demasiado como para reparar los daños en el colon. El metabolismo de las células era diferente, dado que suelen preferir el uso de ácidos grasos, pero tras crecer en condiciones de alto contenido de azúcar, se quedaron atascadas con él", explican los autores.
Estos hallazgos también podrían ayudar a explicar otra investigación que ha relacionado la toma de refrescos, gaseosas y zumos -pero no la fruta entera- con efectos negativos en pacientes con EII. "Si comemos una manzana o una naranja, se consume mucho azúcar, pero no está ligado a las células de la fruta, por lo que lleva mucho tiempo digerirlo. Sin embargo, cuando consumimos refrescos y bollería, el azúcar está disponible casi de inmediato en el intestino, y es fácil beber una gran cantidad de azúcar en muy poco tiempo", concluyen.