En España, el aceite de oliva es el rey de la gastronomía. No falta en guisos, preparados y postres varios. Incluso a palo seco, aunque más bien empapando un pan. Sus propiedades son conocidas en el mundo entero, sin embargo, el aumento de precios ha llevado a muchas personas a consumir otro tipo de aceites. Uno de los más controvertidos es el aceite de coco.
Promocionado por algunos nutricionistas, se ha ganado detractores con el paso de los años. Una de ellos es la profesora de nutrición de la Universidad de Harvard, Karin Michels, que durante una conferencia tildó a este alimento como "puro veneno". La culpa es la cantidad de grasas saturadas que contiene. Todos los aceites tienen grasas, cierto, pero suelen ser monoinsaturadas, como en el aceite de oliva y el de canola, o poliinsaturados, como el de girasol, maíz y soja.
Las evidencias científicas señalan que una dieta saludable ha de tener un bajo contenido en grasas saturadas y grasas trans, ya que se han hallado pruebas suficientes como para afirmar que tienen efectos negativos para la salud. De hecho, los beneficios provienen en realidad de sustituir estas grasas saturadas por las insaturadas. Ya que tanto monoinsaturadas como poliinsaturadas contribuyen a disminuir los niveles de colesterol LDL (malo) y nivel de triglicéridos en sangre. Previniendo enfermedades cardíacas.
De hecho, la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética, FESNAD, recomienda que la mayor parte de la grasa que ingiramos sea monoinsaturada. Según su último informe, las dietas ricas en este tipo de grasa tienen efectos beneficiosos para el corazón.
En el caso del aceite de coco es que ha sido promocionado como un superalimento con una amplia gama de beneficios para la salud, desde mejorar la digestión hasta estimular el sistema inmunológico. Sin embargo, muchos de estos beneficios no están respaldados por estudios científicos.
Una de las afirmaciones más comunes sobre el aceite de coco es su supuesto impacto positivo en las enfermedades cardíacas. Aunque contiene una alta proporción de grasa saturada, que se considera poco saludable, se ha sugerido que puede aumentar el colesterol HDL ("bueno") y tener un tipo de grasa saturada diferente a la de otros aceites vegetales. Sin embargo, la evidencia científica en este sentido es limitada y contradictoria.
Los nutricionistas, en contra
La American Heart Association revisó la evidencia sobre el aceite de coco entre otros alimentos. Mientras que tres cuartas partes de los estadounidenses consideran que el aceite de coco es saludable, la revisión señala que solo el 37% de los nutricionistas estaban de acuerdo. "Debido a que el aceite de coco aumenta el colesterol LDL, una causa de ECV, y no tiene efectos favorables compensatorios conocidos, desaconsejamos el uso de aceite de coco", concluye el documento.
Es cierto que algunos estudios han encontrado que el aceite de coco puede aumentar los niveles de colesterol LDL (malo) y que se necesitan más investigaciones para determinar su impacto neto en los lípidos sanguíneos y en futuros eventos cardíacos. Lo que sí dicen otros trabajos es que demasiado colesterol LDL aumenta el riesgo cardiovascular, por lo que los pocos beneficios que pueda tener no compensa el problema del aumento del colesterol malo a causa de las grasas saturadas que contiene. En concreto 87 gramos por cada 100 gramos, es decir, que contiene entre un 87 y un 90% de grasas saturadas en su composición. Superando incluso a las mantequillas.
La trampa que hizo que este aceite ganara popularidad fue a causa de un tipo de grasa saturada concreta. A diferencia de otras grasas saturadas, contiene una alta proporción de ácidos grasos de cadena media (AGCM), como el ácido láurico. Estos AGCM se digieren y absorben de manera diferente en comparación con los ácidos grasos de cadena larga presentes en la mayoría de las grasas saturadas. De hecho, algunos estudios los han vinculado con la quema de grasas. El problema es que el aceite de coco solo cuenta con una proporción del 14%, por lo que el efecto es menos que mínimo.
Además de su impacto en el colesterol, el consumo excesivo de grasas saturadas, incluido el aceite de coco, se ha asociado con un mayor riesgo de resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y enfermedades cardíacas. También se ha observado una relación entre el consumo de grasas saturadas y la obesidad.
En lugar de usar aceite de coco como fuente principal de grasa en la dieta, se recomienda optar por aceites vegetales insaturados, como el aceite de oliva, el aceite de canola y el aceite de girasol. Estos aceites contienen principalmente ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, que se ha demostrado que tienen efectos beneficiosos para la salud cardiovascular.