Algunos no seríamos nada sin nuestro café de las mañanas. Aunque haya quien prefiere prescindir de él, lo cierto es que esta es la bebida más consumida en el mundo solo por detrás del agua. En España, su consumo goza de una salud de hierro al calcularse que se toman cerca de 14.000 millones de tazas de media, unos cuatro cafés diarios por cada consumidor. Muchos de ellos piden siempre un vaso de agua para acompañarlo, pero también son muchas las cafeterías que nos lo ponen de serie, ¿cuál es el motivo?
Si no tomas el café acompañado por agua o nunca has estado en un bar que ponen el vaso aparte, quizás esta costumbre te resulte extraña, pero se da en muchas partes del mundo y se cree que tiene en su origen en uno de los países más cafeteros: Italia. Son varios los motivos que nos animan a adoptar la costumbre, sobre todo para los que saboreen un buen café y no tanto para aquellos que se lo toman como un trámite para que la cafeína haga su función.
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Principalmente, son dos cuestiones las que se tienen en cuenta. Por un lado, el agua te limpia la boca y la prepara para que se pueda apreciar mejor el sabor del café. Además, en segundo lugar, te quita la sensación de sed que nos puede sobrevenir si tomamos la taza demasiado rápido o si nos hemos pasado echándole edulcorante, que es habitual que el cuerpo nos pida líquido como contrapunto. Estos factores entran en juego de un modo especial cuando el café se toma al acabar una comida y tenemos un regusto diferente en el paladar.
¿Antes o después?
El acompañamiento de un vaso de agua se hace fundamentalmente cuando el café se toma solo o, como mucho cortado con un poco de leche: americano o expreso, suelen ser las fórmulas en las que se aprecia de verdad su sabor y se degusta con todos los matices. Teniendo en cuenta todas las variables, lo más indicado es tomar el agua siempre antes de dar el primer sorbo, para que haga el efecto limpieza que estamos buscando. No obstante, podemos guardarnos un poco para el final si solemos tener ese regusto que nos provoca sed.
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Decíamos que el origen de esta costumbre del "café y un vaso de agua, por favor" hay que ir a buscarlo a Italia, donde al igual que Portugal, se disfruta el café intenso y en tazas muy pequeñas que prácticamente se acaban en un solo trago, como si fueran chupitos. Fue en 1920 cuando, según publicaciones especializadas, empezó a extenderse la costumbre de aclarar la boca para tomarse un expreso y degustarlo mejor.
¿Qué agua tomar?
Aunque parezca obvio, no podemos dejar de aclarar que el agua que hay que combinar con el café es agua que no tenga gas y, a ser posible, sin ningún tipo de sabor, por lo que se recomienda que sea una mineral y no del grifo. Si eligiésemos la gasificada, podría producirnos irritación o acidez estomacal. Tampoco se recomienda que su temperatura sea extrema porque el frío, por ejemplo, adormece las papilas gustativas y nos impedirá saborearlo. Lo ideal es que sea del tiempo, fresca como mucho si estamos en verano.
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Más allá de estas consideraciones que tienen que ver con la degustación y no con la salud, hay quien considera que la función diurética del café podría conllevar el riesgo de deshidratación en épocas de mucho calor, como ahora en verano. El vaso de agua sería, en este caso, la forma de reponer hidratación; pero los nutricionistas dan escasa importancia a este punto, desechando la idea de que vayamos a deshidratarnos por tomar cafés.
Beneficios del café
El café ha estado denostado durante años, relacionado con algunas enfermedades, pero a medida que avanzan las investigaciones, la ciencia lo ha ido absolviendo de sus pecados y ahora vive una época dorada. Su consumo ayuda a disminuir el riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedad cardiovascular, además de asociarse con un menor riesgo de caídas, según una investigación de la Universidad Autónoma de Madrid, el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital La Paz, el Consorcio de Investigación Biomédica en Red y el Instituto de Estudios Avanzados en Alimentación publicado en The American Journal of Clinical Nutrition.
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También se le atribuye la disminución del riesgo de desarrollar cáncer de mama a largo plazo tras la menopausia, según una investigación de la Universidad de Navarra con la participación de 10.812 mujeres. Se asocia con una tasa más alta de longevidad en España, reduciendo la mortandad por su riqueza en antioxidantes y sustancias antiinflamatorias, según este estudio. Asimismo, la revista Nature publicó además que ayuda al hígado a reducir la cantidad de colesterol, reduce la probabilidad de tener pancreatitis y de padecer Alzhéimer.