Los tórridos veranos de España pasan de manera más agradable con una sandía guardada en la nevera: de postre o de merienda, una rodaja de esta fruta oronda y rojísima es capaz de refrescarnos durante un rato. De esta fruta se suele decir que es, prácticamente, todo agua, y es cierto: hasta el 95% de su composición está formado por este líquido. Pero ¡ojo! porque ésto también ha generado algunos mitos: el primero es que podemos tomarla hasta hartarnos sin que ésto importe y el segundo, que no aporta gran cosa a la salud.
Ponernos morados de sandía no está recomendado si lo que queremos es perder peso. Si bien es cierto que 100 gramos apenas contienen 20 kilocalorías, la sandía tiene un índice glucémico alto. Es decir, que sus azúcares se absorben rápidamente en la sangre debido a que contiene una proporción muy baja de fibra. Por eso, se recomienda que si te preocupa tu peso corporal, no tomes más de 150 gramos de esta fruta al día. De todas formas, la sandía es saludable y, en su justa medida, es un alimento esencial para el verano.
No es cierto tampoco que la sandía sea sólo agua, sino que en realidad contiene nutrientes importantes para la salud. El más importante de ellos es el licopeno, que es el antioxidante que la tiñe de rojo, igual que también tiñe a los tomates. Se trata de un caroteno que, por lo tanto, tiene la capacidad de reducir el daño oxidativo de los radicales libres que atacan a nuestras células. Estos antioxidantes tienen la capacidad de prevenir algunas enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares o, incluso, el cáncer.
La sandía que explota
Incluir a la sandía en nuestra dieta durante el verano es, por tanto, muy saludable, aunque en ocasiones han surgido bulos que han sugerido lo contrario. Hay, incluso, uno de ellos que pintan a las sandías como una suerte de armas mortíferas que pueden causar cáncer e, incluso, explotar en las manos de los consumidores. "El mito dice que si abres una sandía y tiene grietas por dentro debes tirarla, ya que se debe a que han aplicado un pesticida, el forclufenurón, que es muy cancerígeno y se acumula en estas grietas", explica el químico José Miguel Mulet en su libro ¿Qué es comer sano? (Destino, 2018).
Este experto explica que si damos con una de esas sandías agrietadas no tengamos miedo de ellas porque, en realidad, lo que les pasa es que pueden tener falta de boro o también problemas en la síntesis de las semillas. "La realidad es que el forclufenurón es un promotor del crecimiento que no es cancerígeno ni tampoco se utiliza en las sandías. En Europa está autorizado para el kiwi y se aplica en hojas, por lo que no llegaría al fruto", explica Mulet en este libro. Pero, ¿de dónde ha podido surgir esta idea tan alarmante?
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Según el químico, el origen de este bulo se encuentra en unas imágenes que llegaron de China donde se veían unas sandías reventadas y se dijo que habían explotado. En teoría, el motivo por el que habían explotado estas frutas era la utilización de químicos en ellas y se utilizó como pretexto para cargar contra el uso de pesticidas en los cultivos. Sin embargo, en esas imágenes no se veía ninguna explotando, ni siquiera si tenían en el interior grietas. Mulet explica que, en realidad, el misterio tiene una sencilla solución.
Elegir sandía
"Cualquier ingeniero agrónomo puede explicar la noticia de las presuntas sandías explosivas sin necesidad de invocar a pesticidas malignos ni a la pérfida industria. Es un problema de mala planificación del riego", sostiene el químico. "Un exceso de riego hace que el fruto absorba mucha agua y que crezca más rápido que la corteza, lo que hace que la fruta se abra y se eche a perder". La relación entre las sandías reventadas y la presencia de químicos fue algo añadido de manera posterior y que no era verídico.
Por tanto, si te encuentras una sandía con grietas en su interior puedes tomarla sin ningún problema. Pero, ¿en qué nos debemos fijar para llevarnos la sandía perfecta, dulce y jugosa a casa? La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ofrece en su página web diez consejos que podemos poner en práctica para elegir con eficacia la mejor sandía: en primer lugar debemos tener en cuenta que sea una época óptima para el consumo de esta fruta, que se produce entre finales de mayo y principios de septiembre, y escoger las que hayan situado en la parte más alta del montón.
Las mejores sandías normalmente se pueden detectar dándole unos pequeños golpecitos y observando si suena a hueco. El color de una sandía debe ser moderado, ni demasiado intenso, ni apagado; y su pedúnculo debe oler a fresco. Las sandías que ya vienen partidas en mitades o en cuartos son más fáciles de observar si se encuentran en su punto óptimo de maduración, y si queremos cortarlas en casa, debemos conservarlas después en la zona menos fría de la nevera.