Es muy probable que nos hayamos encontrado en la siguiente situación: con el plato de comida o el vaso de bebida ya preparados y listos para su consumo, hallamos un insecto muerto que ha cíado sobre los alimentos intempestivamente. Estos insectos suelen ser moscas inofensivas. En teoría.

La mosca de la fruta, conocida como Drosophila, tiene la mala costumbre de consumir alimentos en descomposición. Habita en contenedores de basura, abonos o cualquier lugar donde haya comida, incluyendo desagües. Y estos desechos de alimentos son a su vez ricos en microorganismos, que pueden usar a la mosca como medio de transporte para llegar a un ser humano. Por tanto, ¿es seguro consumir un alimento o una bebida que ha tocado una mosca?

Según explica Primrose Freestone, catedrática de microbiología clínica de la Universidad de Leicester en The Conversation, es habitual que las moscas de la fruta transporten bacterias como la E. coli, Listeria, Shigella o Salmonella entre otras. Cualquiera de ellas capaz de causar infecciones potencialmente graves incluso en personas sanas.

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Por ello, no es raro que si nos encontrásemos uno de estos insectos en una copa de vino, por ejemplo, el primer impulso sera desecharla y servirnos una copa nueva. Sin embargo, Freestone explica que el vino suele tener entre 8 y 14% de etanol y un pH de 4-5. Es decir, un pH ácido. Se sabe que el alcohol inhibe los gérmenes (razón por la cual el vino puede almacenarse durante tanto tiempo) y, según algunos estudios, los efectos combinados del alcohol del vino y los ácidos orgánicos, como el ácido málico, pueden prevenir el crecimiento de E. coli y Salmonella.

Así pues, el hecho de que los microorganismos transmitidos por una mosca de la fruta al vino sean capaces de causar una infección dependerá de la cantidad de bacterias depositadas ("dosis infecciosa"), y de lo metabólicamente aptos que sean estos microorganismos. De hecho, si el vino está frío, esta situación afectaría metabólicamente a los microorganismos, impidiendo su crecimiento.

Por tanto, como explica Freestone, todos los vinos serían antibacterianos por naturaleza, ya se encuentren en frío o temperatura ambiente. Su porcentaje de alcohol reduciría la capacidad infecciosa de los microorganismos, incluso si llegasen a ser transportados en una dosis infecciosa adecuada desde la mosca de la fruta. En definitiva, un vino "contaminado" por bacterias podría beberse con seguridad, estuviese frío o no, según esta microbióloga.

Si aún así bebemos una copa de vino "contaminada", y los microorganismos aún vivos transportados por la mosca de la fruta llegan al estómago, aquí los ácidos gástricos entrarían en acción. Los microorganismos son muy sensibles al ácido, que daña su ADN. En el estómago, además, existen otras barreras como las enzimas digestivas, la mucosidad de las paredes y el propio sistema inmune. De nuevo, como explica Freestone, es poco probable que los microorganismos del vino sean capaces de provocar una infección.

Con todos estos datos y la evidencia científica a mano, la Dra. Freestone explica que, "a menos que tengamos fobia a los gérmenes, es perfectamente seguro retirar la mosca y beberse el vino". Pero ahora viene el giro horripilante: "Si se quiere proteína extra, incluso es posible tragarse la mosca". En otras palabras, la mosca será procesada "como cualquier otra proteína", sin más.

Sin embargo, no es lo mismo una copa de vino, con su alcohol y sus medidas de frío asociadas, que hablar de un alimento. Como ya comentamos hace unos años en EL ESPAÑOL, las moscas pueden transportar en sus patas más de 300 tipos de bacterias, y no todos los alimentos poseen la misma "resistencia" a los microorganismos que las bebidas alcohólicas como el vino.

En este caso, ya aunque de todas formas sería complicado llegar a una "dosis infecciosa" según el alimento en cuestión, habría que plantearse si vale la pena desechar el alimento o parte de él.