Cuando éramos pequeños nos prometieron que si nos comíamos todo el pescado del plato seríamos más inteligentes, que no tendríamos problemas en los estudios. ¿Pero, de dónde viene este cuento? Se suele decir porque el pescado es rico en fósforo, que es un mineral que se ha asociado durante años al mejor funcionamiento de la memoria. "De todos los nutrientes que participan en el desarrollo y en el mantenimiento del sistema nervioso, el fósforo es el que más se conoce", explica el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) en su página web.
Esta es la razón por la que, según este organismo, muchas personas piensan que al tomar fósforo aumentan sus capacidades cognitivas en cierta manera. Sin embargo, "hoy en día no existe evidencia de relación entre este mineral y la capacidad cognitiva", apuntan. Ahora bien, este mineral está implicado en muchos procesos del cuerpo y tomar suficiente a través de la dieta sigue siendo muy importante. "El fósforo es un mineral que se encuentra en cada una de las células de nuestro organismo", afirman los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés).
En concreto, esta institución americana explica que la mayor parte del fósforo se encuentra en los dientes y en los huesos, otra en los genes, y que se utiliza para producir energía y varios procesos químicos. La adolescencia es la etapa de la vida en la que más cantidad de este mineral deberíamos tomar, una vez nos hacemos adultos, los expertos recomiendan que tomemos unos 700 miligramos al día. Por suerte, el fósforo se puede encontrar en un montón de grupos de alimentos que tomamos todos los días.
Beneficios en lata
De todas formas, la leyenda es cierta: los pescados son una gran fuente de este mineral y, de hecho, entre ellos destaca una especie muy popular en España. "La sardina es una especie muy común a lo largo de todo el litoral español y la zona occidental africana", explica la Fundación Española de la Nutrición (FEN). "Aunque está disponible en el mercado todo el año, entre julio y noviembre es más abundante, tiene mejores cualidades organolépticas y un contenido en grasa más elevado".
Concretamente, las sardinas tienen hasta 475 miligramos de fósforo por cada 100 gramos de peso. Una de la manera más sencilla de incluir este pescado en nuestro día a día es valiéndonos de las conservas: en el supermercado es posible encontrar sardinas enlatadas al natural, en aceite o, incluso, en tomate. Este formato de sardina conserva todos sus beneficios e, incluso, aumenta el aporte de calcio, porque las espinas están cocidas y se pueden comer, y de grasas cardiosaludables, en el caso de haber elegido sardinas en aceite de oliva.
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Las sardinas en lata son menos populares que el atún, por ejemplo, pero son igual de versátiles: se pueden poner en una ensalada, en un bocadillo o, incluso, en un plato de pasta. Estos pequeños peces son, además, un alimento perfecto para añadir proteínas de buena calidad y grasas saludables a nuestros platos sin aportar demasiadas calorías: cada 100 gramos aportan 140 kilocalorías; la de lata, 224 kilocalorías en el mismo peso. Ahora bien, aunque las hemos proclamado como las reinas del fósforo, en realidad, no lo son.
Mucho fósforo
Los alimentos en los que se pueden encontrar niveles de fósforo más elevados son los quesos, aunque no todos. Al fin y al cabo, los quesos son una elaboración a partir de leche y, por lo tanto, pueden existir importantes diferencias entre unos y otros. En este caso, existen quesos que se quedan por debajo de las sardinas en relación al contenido de fósforo: según recoge la FEN en su página web, el queso de Cabrales tiene hasta 379 miligramos por cada 100 gramos y la mozzarella, 428 miligramos en la misma cantidad. Sin duda, ambas son cantidades elevadas, pero no tanto como las de la sardina.
En concreto, la fundación destaca tres quesos muy populares en España que superan a las sardinas en cuestión de aportar fósforo. En primer lugar, se encuentra el queso de Burgos, un queso fresco muy saludable que reúne hasta 600 miligramos de fósforo por cada 100 gramos. Por detrás, se encuentra el tradicional queso manchego con un total de 560 miligramos de fósforo por 100 gramos. Y, en el último puesto, se encuentran los quesitos, que son una mezcla de distintos quesos, mantequillas y sales fundentes y no se consideran opciones saludables, con 535 miligramos por cada 100 gramos.