Las naranjas se pueden encontrar en el supermercado a lo largo de todo el año, pero es ahora, a la llegada de los meses más fríos, cuando se encuentra de temporada. De hecho, se ha corrido la voz de que es la fruta ideal para combatir las resfriados e infecciones más típicas de estos meses. Por supuesto, este superpoder se ha asociado al componente más característico de esta dulce fruta: la vitamina C. Ahora bien, los científicos han explicado que, si bien la naranja es un bocado muy saludable, sus beneficios no llegan a tanto.
En realidad, la vitamina C no tiene la capacidad de evitar una infección, ni tampoco de acelerar la recuperación, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL. En el año 2013 se publicó una revisión de estudios en Cochrane que sostiene que "la ingesta regular de vitamina C no tuvo efecto en la incidencia del resfriado común en la población general, según una comparación de 29 ensayos que involucraron a 11.306 participantes". Los ensayos con una administración más alta de vitamina C tampoco fueron exitosos.
Pero, ¿por qué deberías seguir tomando vitamina C de las naranjas? El ácido ascórbico, como también se conoce a esta vitamina, es un fuerte antioxidante que ayuda a combatir el daño oxidativo que reciben las células de nuestro cuerpo. Estos daños se producen de manera natural, pero se incrementan con la exposición al tabaco, la contaminación o la radiación solar ultravioleta. Pero además, la vitamina C ayuda a producir colágeno, y por tanto a cicatrizar, a mejorar la absorción del hierro y el funcionamiento del sistema inmune.
Fuente de antioxidantes
Esos son los beneficios que recogen los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), quienes además apuntan a que deberíamos consumir entre 90 y 75 miligramos de vitamina C todos los días, dependiendo de si somos hombre o mujer respectivamente. En este sentido, ya sabemos que las frutas cítricas como la naranja son una gran fuente de este micronutriente: en concreto, las naranjas aportan hasta 50 miligramos de vitamina C por cada 100 gramos de esta fruta que consumimos.
En este sentido, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ha calculado que una naranja de tamaño medio aporta unos 82 miligramos de vitamina C. En cualquier caso, la vitamina C no es el único componente de la naranja que tiene poder antioxidante: el MAPA destaca el contenido en carotenoides de varios tipos que posee esta fruta en ácidos orgánicos y flavonoides. "Contienen importantes cantidades de los ácidos hidroxicinámicos, ferúlico, cafeico y p-cumárico, ordenados de mayor a menor en función de su actividad antioxidante".
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Este ministerio recomienda que comamos las naranjas enteras y nunca en zumo porque este último tiene menos fibra, minerales y vitaminas. De hecho, cuando exprimimos una naranja dejamos fuera de esta bebida una parte muy importante de la fruta: el albedo. Pero, ¿por qué es tan importante? Se trata de la capa blanca que está debajo de la cáscara, que suele resultar muy difícil de despegar y que no suele gustar por su textura y su sabor. Ahora bien, esta parte es la que reúne una mayor cantidad de antioxidantes.
Cómo tomar una naranja
De hecho, el blog Consumer de los supermercados Eroski recoge un estudio en el que se explica que el albedo cuenta con entre 15 y 20 veces más compuestos fenólicos que los gajos de una ración de naranja. Por esta razón, recomiendan que cuando vayamos a pelar una de estas frutas antes de comerla, mantengamos la mayor cantidad de capa blanca que podamos. De la misma manera, el epidemiólogo Miguel Ángel Martínez-González explica en su libro Salud a ciencia cierta (Planeta, 2018) que esta parte tiene contenidos muy interesantes.
Las naranjas contienen muy pocas calorías: sólo 42 kilocalorías por cada 100 gramos que consumimos, ya que casi el 90% de su composición está formada por agua. Ahora bien, se trata de un bocado muy saludable y cargado de antioxidantes. Si bien no pueden hacer nada por evitar un resfriado, las naranjas contribuyen a que nuestra dieta sea saludable y a un menor riesgo de enfermedades, desde las cardiovasculares a, incluso, el cáncer. Por esta razón, incluirlas en cualquier momento del año es una opción muy saludable. Recuerda siempre consumirlas enteras, frescas y sin pelarlas en exceso.