Inmersos todavía en los excesos navideños, no está de más recordar que consumir alimentos saludables sin renunciar a que estén para chuparse los dedos es posible y los guisos con un claro ejemplo de ello. Sus buenas materias primas cocinadas a fuego lento hasta que hagan chup, chup y se conviertan también en un reconstituyente que nos viene como anillo al dedo ahora que media España está cayendo víctima de los virus. Por eso hemos celebrado que podamos traer de nuevo a la palestra de Mercadona un superalimento como las chalotas, convencidos de que merece la pena copiar a los franceses e incluirlas en nuestra cesta de la compra.
La chalota es un bulbo al que también le llaman escaloña, echalote, chalote o carlota. Forma parte de la familia de las aliáceas, como la cebolla y el ajo, y precisamente es a ellos dos a quienes se parece su intenso sabor. Más pequeñas y alargadas que las primeras, a diferencia de ellas éstas crecen con racimos y tienen una cáscara más fina. Eso sí, no nos libramos de echar igualmente unas lagrimitas cuando las cortamos. La cadena valenciana las tiene a la venta por 1,69 euros la malla de 250 gramos. En este caso, es de origen francés y está envasada por la empresa Tara, con sede en Requena (Valencia).
El valor nutricional por 100 gramos de chalotas, según la Fundación Española de Nutrición (FEN), es de 72 calorías, 2,5 gramos de proteínas, 0,2 gramos de grasas, 17 gramos de hidratos de carbono, 3 gramos de fibra, 1,2 miligramos de hierro y 37 miligramos de calcio, aportando además cantidades significativas de magnesio, fósforo, potasio, zinc, ácido fólico, vitaminas del grupo B, vitamina A y vitamina C. Gracias a estos porcentajes de nutrientes, son muchos los beneficios que aportan, empezando por su acción antioxidante que protege las células del daño de los radicales libres.
La chalota aporta kaempferol, quercetina y alicina, que se forma cuando se cortan o se aplastan, son antioxidantes que ayudan a reducir el estrés oxidativo, tal y como se evidencia en este estudio, contribuyendo a prevenir enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes o patologías cardíacas. La quercetina también ha sido estudiada por sus propiedades para ayudar en la reducción y el control de los síntomas oculares y nasales relacionados con las alergias estacionales, puesto que actuaría como un antihistamínico natural, previniendo la liberación de histamina y disminuyendo la gravedad de las reacciones inflamatorias y respiratorias.
Destacan asimismo los compuestos organosulfurados presentes en la chalota porque tienen cualidades antibacterianas, antifúngicas y antivirales. Se han usado ya en la medicina tradicional para tratar síntomas del resfriado y fiebre, y existen investigaciones que avalan su extracto para reducir los efectos de las llagas que causan los herpes labiales. No obstante, los mayores beneficios de estos compuestos sumados a los antioxidantes se noten en la salud cardiovascular, previniendo la formación de coágulos, mejorando la circulación y reduciendo la presión arterial. Asimismo, reducen niveles de grasas perjudiciales, como el colesterol LDL y los triglicéridos.
Un origen incierto
El origen de este superalimento no está claro. Etimológicamente, el Allium ascalonicum se relaciona con la ciudad israelí de Ascalon, donde se cree que empezó su cultivo hace unos 3.000 años. El bulbo ya fue usado en la Roma antigua y pudo ser introducido en Europa por pueblos celtas y migrantes de Oriente Medio, puesto que allium es un término de los celtas que significa "quemar" y estaría relacionado con su punto picante. Autores como Ovidio y Boccaccio hablaron de la chalota en sus escritos, y a comienzos del siglo XIV salió como una de las referencias en el Liber de coquina.
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Es Francia el país donde cuenta con una mayor popularidad, considerándola imprescindible en sus fogones al aportar un sabor distintivo y sofisticado en los platos. Es la base de múltiples recetas tradicionales y sus cultivos abundan en tierras francesas, destacando las chalotas de Bretaña por encima del resto. Están disponibles todo el año, pero su sabor se hace más intenso durante el invierno, así que están de temporada. Un consejo para comprarlas es buscar las que sean firmas, compactas y con una piel brillante y sin manchas.
Cómo cocinar chalotas
Deben ser almacenadas en un lugar oscuro y fresco, durando cerca de un mes en estado óptimo. Se usan de manera muy semejante a las cebollas, ya sea en crudo para aportar un punto a una vinagreta o también estofada o frita, incluso al horno, donde es muy apreciada para acompañar el Green Bean Casserole típico de Acción de Gracias. Desde Cocinillas nos animan a innovar con otras recetas, como la salsa holandesa que nos explican paso a paso, el paté casero de pollo al vino oloroso o como base de unas suculentas carrilleras de cerdo. Lo importante es perder el miedo a usarlas.
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