Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hasta 121.341 personas murieron en el año 2022 a causa de una enfermedad del sistema circulatorio en España. Las enfermedades del corazón, por lo tanto, siguen siendo las que más matan a los españoles otro año más. ¿Y qué podemos hacer para reducir estas cifras? Mejorar nuestro hábitos de vida saludable. Tal y como explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de los infartos de miocardio que se producen de manera prematura se pueden prevenir con ellos.
Para ello, es importante reducir el número de fumadores, pero también extender los hábitos saludables como el ejercicio físico, el descanso, la gestión del estrés y, por supuesto, una mejor alimentación. La dieta mediterránea que se ha practicado de manera histórica en España es una de las más cardiosaludables que existen, pero por desgracia la hemos ido abandonando poco a poco. Nuestra dieta se ha ido llenando de alimentos procesados, fáciles de cocinar, pero bastante menos saludables que los alimentos más naturales y la comida preparada en casa.
La esperanza no está perdida y es que podemos aprender a identificar esos alimentos que no nos hacen ningún bien y empezar a cocinar una comida más saludable para nuestro corazón. Basarla en alimentos vegetales, sobre todo frutas y verduras, utilizar como fuente de proteínas con más frecuencia las legumbres, los pescados azules y también los frutos secos y semillas. Pasarnos a los cereales integrales a la hora de escoger el pan, la pasta o el arroz que comemos. Todos estos alimentos saludables ayudan a ir desplazando poco a poco a los menos recomendables.
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Andrew Freeman, director de prevención cardiovascular en el National Jewish Health de Denver (Estados Unidos), y Sharonne Hayes, fundadora de la Clínica del Corazón de la Mujer en la Clínica Mayo de Minnesota, son dos cardiólogos que han elaborado una lista de ocho alimentos que evitan a toda costa.
La carne procesada
En la familia de Hayes existe un amplio historial de enfermedades cardiovasculares y, por esta razón, esta experta se ha hecho vegetariana. Las carnes procesadas, como el bacon, las salchichas y, por desgracia, también el chorizo o el jamón, son productos que suelen tener un alto contenido en grasas y calorías. Fomentan el sobrepeso, pero además la acumulación de colesterol en las arterias por su alta proporción de grasas saturadas. También se han relacionado con la hipertensión por su alto contenido en sal.
Las patatas fritas
Este alimento gusta a prácticamente todo el mundo, pero no es igual de agradecido para la salud. De por sí, la patata es una hortaliza que cuenta con poca fibra y mucho almidón por lo que las personas sedentarias deberían evitarlas incluso cocidas. Sin embargo, cuando la patata se fríe en aceite, es conveniente que cualquiera de nosotros la evitemos. Se trata de un producto muy poroso que absorbe mucho aceite, su nivel de calorías es altísimo y aumentan el colesterol en sangre por sus grasas. Las procesadas y otras versiones de snacks cuentan además con una cantidad superior de ingredientes y de peor calidad.
Los postres
Sabemos que no nos conviene, pero aun así cuando se encuentran delante de nosotros es difícil resistirnos a ellos. Los postres dulces son nuestra debilidad, pero se han relacionado con factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular: principalmente, con la obesidad ya que estos postres son muy calóricos y son capaces de promocionarla. De todas formas, también pueden llegar a provocar una diabetes tipo 2 al tener un índice glucémico altísimo, que puede forzar demasiado al páncreas y generar resistencias a la insulina.
El exceso de proteína
Freeman explica que recientemente ha surgido una preocupación exagerada por el consumo de proteínas y, al final, es habitual que nos pasemos de la dosis diaria necesaria. ¿Cuál es el problema de esta nueva costumbre? El hecho de que la mayoría de estas proteínas suelen surgir de la carne roja. Estas carnes contienen una importante cantidad de grasas saturadas, que tienen la capacidad de elevar nuestros niveles de colesterol LDL —que popularmente conocemos como el malo—.
La comida rápida
También la conocemos desde hace años como comida basura y es por una buena razón. Suele tener como protagonista alguna carne roja o procesada, tiene salsas azucaradas y también con exceso de azúcares o patatas fritas y, encima, todo de una calidad inferior para hacerla accesible a mucha gente. Es decir, que comer esta comida rápida puede aumentar nuestro riesgo de hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes y, por supuesto, de obesidad.
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Las bebidas energéticas
El consumo de estos productos no deja de crecer entre los más jóvenes, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL. Estas bebidas están compuestas básicamente de azúcar y una dosis altísima de cafeína. El resultado es un trago muy peligroso no sólo por ser calórico o aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, sino porque puede provocar en el corto plazo crisis hipertensivas e hipertensión en el largo plazo. En los casos en los que existe una cardiopatía, una bebida energética puede desencadenar un infarto.
La sal añadida
Los productos que compramos en el supermercado contienen mucha sal y muchas veces no somos conscientes de cuántos de ellos pueden llegar a tenerla. Según la OMS, los adultos no deberíamos consumir más de cinco gramos de sal al día y esto se hace muy complicado al utilizar alimentos procesados en nuestra cocina. Los altos niveles de sal en la dieta se relacionan con la aparición de hipertensión.
El aceite de coco
Aunque en España tenemos la suerte de vivir a las orillas del Mediterráneo donde se produce históricamente el aceite de oliva, en los últimos años se ha observado la utilización de otras grasas vegetales que se consideran más modernas. Un ejemplo de esto es el aceite de coco que, en realidad, tanto Hayes como Freeman desaconsejan porque tiene un alto contenido de grasas saturadas. Es mejor que en España consumamos el de oliva y dejemos el de coco para el cuidado de la piel y el pelo.