El 4 de marzo de 2024, el portal del Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos –RASFF por sus siglas en inglés– notificaba la “presencia de hepatitis A en fresas procedentes de Marruecos” en algunos puntos de entrada de este producto en España. El aviso indica claramente que el nivel de decisión de riesgo es grave porque supera el “nivel máximo permitido”.
El sistema RASFF es una red clave para garantizar el seguimiento transfronterizo de información y reaccionar con absoluta rapidez cuando se detectan riesgos para la salud pública en la cadena alimenticia. En España, la acción adecuada no debería salir de un solo ministerio, sino probablemente se tendrán que coordinar tres de ellos: el de Agricultura, Pesca y Alimentación, el de Sanidad y el de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. En ello se está trabajando.
De momento, la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) ha exigido a través de su presidente, Cristóbal Aguado, “medidas más contundentes para todos los productos importados de Marruecos y una frontera más activa que verifique la idoneidad de los productos de terceros países fuera de la Unión Europea”.
[Qué puede ocurrirme si como las fresas de Marruecos con hepatitis A regadas con aguas fecales]
La repercusión de la hepatitis A
El virus de la hepatitis A se disemina en el hígado a través de la vena porta, se replica y secreta por la vía biliar, llega al intestino delgado y es excretado en las heces. Este ciclo persiste hasta que se desarrolla una respuesta inmunitaria con anticuerpos. La transmisión del patógeno se produce principalmente por vía fecal-oral, lo que involucra el consumo de alimentos o agua contaminados y el contacto persona a persona.
Los pacientes suelen experimentar un periodo de incubación de 2 a 4 semanas, con fiebre, malestar, ictericia y otros síntomas como debilidad, náuseas, vómitos. A medida que pasa el tiempo, entre el 10 % y el 15 % de las personas afectadas sufren síntomas generalmente menos graves que en la infección inicial. El espectro abarca desde casos asintomáticos hasta insuficiencia hepática aguda, y la gravedad de la dolencia aumenta con la edad y enfermedades hepáticas previas.
Aunque existe vacuna, no hay ningún tratamiento específico disponible contra la enfermedad una vez que se ha producido, solo para aliviar los síntomas.
A nivel mundial y si tenemos en cuenta los datos revisados de 2019, la infección por el virus causó 159 millones de casos, con un resultado de 39 000 muertes. Sin embargo, se cree que esta cifra puede estar subestimada, lo que convierte a la hepatitis A en un problema de salud pública mundial.
Otras detecciones del virus
Si bien puede parecer llamativo el caso que nos ocupa, no es algo nuevo para la Unión Europea. En los últimos cuatro años se han producido nueve notificaciones (incluyendo la de esta semana) que alertaban de la presencia del patógeno de la hepatitis A en otros alimentos.
Así, en 2023 se detectó en mejillones vivos procedentes de Italia y en arándanos cultivados congelados de Polonia. Desde 2020 hasta 2022, otras notificaciones vinieron de fruta congelada de Bélgica; de frambuesas provenientes de Bulgaria y Polonia; de almejas de Italia; de tomates secos de Turquía (en dos casos: uno en agosto de 2020 y otro en enero de 2021), y en mejillones vivos de Italia.
Soluciones preventivas
Hay que tener en cuenta que la manipulación de alimentos por personas infectadas sigue siendo un factor clave para la transmisión. En países de bajos ingresos, las condiciones sanitarias precarias benefician la transmisión del virus, mientras que en lugares con una situación más favorable, la introducción del patógeno desde países endémicos –facilitada por la globalización– también está provocando brotes significativos.
Por lo tanto, la prevención debería de abarcar tres posibles enfoques: las prácticas de higiene, la profilaxis mediante inmonuglobulinas y la vacunación.
El grupo de investigación de la experta italiana Alessandra Fallucca ha revisado recientemente el uso de la vacuna contra la hepatitis A en los manipuladores de alimentos. Su conclusión es que una estrategia preventiva eficaz contra este virus –complementaria a la inmunización de grupos de alto riesgo– implica incentivar a los empresarios de la industria alimentaria para que vacunen a los individuos que buscan empleo o ya trabajan en el sector, abarcando las fases de procesamiento y distribución. Esto sería una estrategia clave para reducir la transmisión del virus a través de los alimentos y garantizar la seguridad alimentaria en su totalidad.
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** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.