Una de las mejores cualidades que tienen las dietas saludables, como la mediterránea, es que terminan por repercutir en todo el organismo. Es decir, es posible que empieces una de estas dietas para reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y termines por observar que tienes menos molestias gástricas. La piel, el órgano más grande de todo nuestro cuerpo, es otro de los que pueden brillar cuando la comida y la bebida que tomamos son saludables. Por desgracia, de la bebida solemos olvidarnos con facilidad.
No hay nada más saludable, ni que calme mejor la sed que el agua. Sin embargo, con frecuencia solemos sustituirla por una copa de vino, de cerveza o, incluso, con algún refresco. La fama de todos estos productos ha cambiado mucho en los últimos años y, si bien antes se pensaba que el alcohol podría ser beneficioso o que algunos refrescos eran perfectos para hacer dieta, ahora sabemos que ninguna de estas bebidas son beneficiosas. Los refrescos azucarados, en este sentido, pueden tener un fuerte impacto en nuestra piel.
Debido a que el agua forma un importante porcentaje de la composición de la piel, el hecho de mantenernos hidratados es muy importante para que se mantenga firme. Aunque la mayoría de la composición de los refrescos también está formada por agua, son contrarios a la salud de la piel debido a su elevadísimo índice glucémico. De hecho, tras el agua carbonatada, el siguiente ingrediente más abundante en los refrescos suele ser el azúcar. Al no contener fibra, los azúcares de los refrescos no suelen encontrar trabas para penetrar directamente en el torrente sanguíneo.
Glicación
Precisamente, el índice glucémico es la magnitud con la que se mide lo rápido que se absorben los azúcares de un alimento. En este sentido, los refrescos se encuentran entre los alimentos con uno de los valores más altos. Tal y como se muestra en el proyecto fotográfico Sinazucar.org, tan sólo una lata o un envase individual de estos refrescos con azúcares sobrepasa la cantidad que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) de azúcar que debemos tomar. Y esto también impacta en la piel.
Tal y como explica el dermatólogo Vicente Aneri Más en su blog, "el exceso de azúcar en nuestro organismo daña la estructura del colágeno, que puede provocar la aparición de arrugas y la disminución de elasticidad en la piel. Además, el azúcar sólo aporta calorías vacías, que además de generar piel grasa, son la causa de varios problemas para la salud en general". Este proceso, que acelera la aparición de los signos del envejecimiento, se conoce con el nombre de glicación y, en realidad, se produce de manera natural.
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"La glicación es un proceso por el cual las moléculas de azúcar se unen a proteínas, lípidos y ácidos nucleicos. El resultado es lo que se conoce como 'productos finales de glicación avanzada' (AGE, por sus siglas en inglés), que pueden dañar las fibras de colágeno y elastina en la piel", explica el médico Tyler Hollmig en este artículo de Everyday Health. La glicación, concretamente, interfiere en el proceso de reparación del colágeno y aumenta la cantidad de radicales libres en la piel.
En cualquier caso, el consumo excesivo de azúcar —que resulta muy sencillo sobrepasar con el consumo de refrescos— también se ha relacionado con otros efectos negativos para la piel. El alto consumo de azúcares en la dieta puede aumentar el acné: tal y como se explica en este artículo de JAMA Dermatology, el consumo de bebidas azucaradas aumentó el riesgo de acné en un 18%. Además, Everyday Health también apunta a que el consumo regular de estos refrescos también puede empeorar los casos de psoriasis.
Pero, ¿qué pasa con los refrescos light o zero? Estos refrescos suelen emplear polialcoholes que, si bien no presentan calorías, mantienen un sabor demasiado dulce. Nuestro paladar se acostumbra a un grado de dulzor muy difícil de encontrar en los alimentos que son naturalmente dulces, como las frutas y las verduras. Es decir, no hacen más que ahondar en el problema. Además, algunos estudios sugieren que estos edulcorantes artificiales pueden ser dañinos para la microbiota intestinal.