Dormir es una de las actividades fisiológicas que ha despertado siempre gran curiosidad. De hecho, el 19 de marzo se celebra el Día Mundial del Sueño. Tal vez sea por ese halo de misterio que le confirió la famosa interpretación de los sueños de Freud o por la propia curiosidad que siente el ser humano de saber dónde va cuando 'desconecta la mente', pero sobre él se han acabado generando cuestiones y mitos que es conveniente aclarar.
[Carla Estivill, la sabia del sueño nos da las pautas de la rutina para dormir bien]
La primera cuestión, y más básica, es qué es exactamente el sueño. A diferencia de lo que podríamos pensar, dormir no es un sinónimo de inactividad, sino que forma parte de una de las actividades del sistema nervioso, tal y como ha explicado el especialista en neuropsicología de la Clínica Universidad de Navarra, Javier Cabanyes, a Efe.
Al parecer, la función de dormir es restablecer todos los sistemas de equilibrio que requiere el organismo, así como la consolidación, organización y eliminación de la información que se ha ido acumulando a lo largo del día. De hecho, hay evidencias de que, incluso, soñamos incluso antes de nacer.
Como dormir tiene una función de reequilibrio, se puede llegar a pensar que dormir es el equivalente a pensar. Pues, en realidad, no. La capacidad de descanso no la da el proceso en sí, sino que esto depende de la calidad del sueño. Como el propio Cabanyes aclara: "Ni todo descanso se logra con el sueño ni todo el sueño es necesariamente descanso".
Al hilo de lo anterior, se han establecido dos tipos de pensamiento. El primero: si duermo más horas, estaré más descansado y, la segunda, si te pasas de horas de sueño puede llegar a ser perjudicial para la salud. Pues bien, resulta que ni lo uno ni lo otro. Aunque la media ideal de horas de este proceso se sitúa entre las siete horas y media y ocho, cada persona necesita una cantidad determinada, como reconoce el neurólogo: "Hay personas que constitucionalmente necesitan dormir más horas de la media".
Dormir horas de más, por otro lado, tampoco es algo que sea per se malo para la salud. De hecho, habrá situaciones coyunturales que predicen de que lo hagamos. Lo que sí puede llegar a ser un problema es dormir sin que haya una necesidad. El dormir porque sí. "No es un dormir real, es un refugiarse en el sueño y eso sí que podría significar un problema diferente", sentencia Cabanyes.
¿Para qué soñamos?
Ya hemos desgranado cuál es la función de dormir, pero ¿la de los sueños? Estos también tienen su intríngulis, ya que tiene parte de explicación biológica y, sí, también parte de componente psicológico, social y vivencial.
Respecto a la primera, los sueños son ajustes que realiza el sistema nervioso. En cuanto a la segunda, hay que aclarar que no existe una interpretación general válida para todos los sueños ni todos los sueños tienen un significado.
No obstante, si hay un sueño en concreto que se repite y que se da de manera similar en varias ocasiones, ahí si se puede concluir que se está poniendo de manifiesto alguna situación de estrés o conflictos internos que necesitamos resolver.
¿Varían según la personalidad?
En base a lo anterior, es lógico pensar que los sueños varían en función de la personalidad y aquí el mito sí que es verdad. "En los sueños, hay un reflejo bastante sugerente del modo de ser de cada uno", dilucida Cabanyes. "Las personas que son muy imaginativas tienden a tener sueños muy vivos y realistas, con muchas imágenes, mientras que las menos imaginativas tienen sueños muy vagos y poco precisos", aclara.
¿Los sueños tienen origen real?
También es cierto que todos los sueños "siempre tienen un punto con la realidad", como afirma Cabanyes, ya que "son algo que hemos ido captando de nuestra interacción con el mundo y las personas".
Sin embargo, en ellos se puede mezclar otros elementos que provoquen que termine siendo algo completamente irreal. Es normal, en los sueños "la razón y la lógica no están presentes".
¿Cómo conseguimos despertarnos?
Por último, queda aclarar una duda que, probablemente, habrá rondado alguna vez por la cabeza de más de uno: ¿y si me duermo y no consigo despertarme? Tranquilos, esto nunca pasará. Cabanyes aclara que todos tenemos un reloj biológico que "tiene una duración estándar más o menos para todo el mundo, de ocho horas. Transcurrido ese tiempo el reloj da la señal y se activa la vigilia". Vaya, que todos tenemos un despertador interno propio.