Con un "¡Hola!" así, entre exclamaciones, recibe al lector la página web del Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga, un departamento de la Facultad de Psicología que busca recetas para evaluar, desarrollar y mejorar la inteligencia emocional, esa entelequia que promete hacer de la vida un camino más fácil.
Al frente, el catedrático Pablo Fernández-Berrocal investiga sobre la anhelada felicidad y cómo ese manejo de las emociones puede influir o no en su consecución. El experto advierte a EL ESPAÑOL de que no existe un único tipo de felicidad y de que la definición más certera es aquélla que combina experiencias placenteras relacionadas con estímulos ajenos pero también las que implican sentirse satisfecho con uno mismo.
Que la personalidad era un gran determinante en la capacidad de ser feliz no es algo nuevo. Lo dijo Aristóteles hace 2.300 años y lo han confirmado numerosos estudios recientes. Pero un trabajo del propio Fernández-Berrocal y la también psicóloga de la Universidad Castilla-La Mancha Rosario Cabello da esperanza a uno de los colectivos que, por su carácter, parecían estar condenados a la infelicidad: el de las personas muy introvertidas.
Recetas para la felicidad
Es la lección más importante de un estudio recién publicado en la revista Peer J, que ha analizado las claves de un fenómeno evidente: a pesar de que numerosos trabajos demuestran que los extrovertidos son más felices, existen ejemplos de personas introvertidas que también lo son.
"Todos conocemos algún caso y lo que tratamos de averiguar era cómo lo lograban", señala el psicólogo de la universidad malagueña.
Para investigarlo, nada mejor que desarrollar un experimento social. Seleccionaron a más de 1.000 participantes, muchos estudiantes de sus centros educativos, pero algunos reclutados a través de anuncios en prensa local. No recibieron ninguna compensación económica por participar.
Todos conocemos algún caso y lo que tratamos de averiguar era cómo lo lograban
Como señala el profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid Gonzalo Hervás, ajeno a esta investigación, todos los estudios que tratan de ver "mecanismos prácticos para que los introvertidos puedan ser más felices" son bienvenidos.
Y es lo que han hecho estos psicólogos españoles: identificar los ingredientes -hasta ahora más o menos ocultos- que ayudan a la felicidad de aquellos que menos disfrutan de los otros.
Los dos ingredientes clave
El primero es la calidad de las relaciones sociales. Los introvertidos pueden tener pocos contactos, pero buenos, y de ello dependerá en gran medida su felicidad. ¿Y puede la psicología evaluar este parámetro?
Según Fernández-Berrocal, sí. De hecho, existe un test, denominado Red del Inventario de las Relaciones Sociales (NRI, por sus siglas en inglés) dedicado exactamente a eso. Son 12 preguntas que el participante ha de contestar, referidas a cada relación no familiar ni romántica, e incluyen cuestiones como ésta: "¿Cuán a menudo le cuentas a esta persona por lo que estás pasando?".
¿Cuán a menudo le cuentas a esta persona por lo que estás pasando?
El segundo ingrediente de la receta profelicidad para introvertidos es la capacidad de regular las emociones o inteligencia emocional, algo que también se mide con un test muy específico, bautizado en honor a sus autores (Mayer, Salovey y Caruso) como MSCEIT 2.0. Son 29 preguntas cerradas, que otorgan a los participantes una puntuación. Se trata de evaluar la efectividad de varias estrategias para generar, mantener o suprimir emociones en situaciones descritas en el cuestionario.
Tras dividir a los participantes en felices e infelices (según su propia percepción), los investigadores analizaron cómo estaban en estos y otros parámetros, y los compararon entre extrovertidos e introvertidos.
"Lo que demostramos es que los introvertidos necesitaban puntuar alto en estas dos áreas para tener más posibilidades de ser felices", comenta Fernández-Berrocal, que señala que los extrovertidos lo tenían más fácil pero tampoco garantizado. "En estos últimos, los problemas pueden venir de la falta de uno de los dos, de la inteligencia emocional", señala.
Hervas destaca que, aunque se puntúe muy alto en las dos áreas definidas por sus colegas, el grado de felicidad de los introvertidos no alcanzará "seguramente" al de sus compañeros más sociables.
Aplicación práctica
Pero ¿qué lecciones se pueden extraer de esta investigación? Su autor principal lo tiene muy claro: "Aunque es posible modificar la personalidad, es algo que viene muy dado; pero la inteligencia emocional se puede educar y aprender". Así, los psicólogos pueden ayudar a un introvertido a través de herramientas que mejoren su inteligencia emocional.
De hecho, en eso se centran ahora sus investigaciones: en desarrollar un programa de entrenamiento de este manejo de las habilidades sociales, se sea o no introvertido. Los niños menos proclives al contacto con otros pequeños serían los destinatarios perfectos para este tipo de intervenciones.
"Es justo lo que falta por hacer: un estudio para demostrar de forma efectiva que se puede mejorar esa felicidad en este tipo de personas", comenta Hervás.
Está la figura del extrovertido inestable, con problemas de autocontrol
Tanto este psicólogo de la UCM como el autor principal del estudio advierten, eso sí, contra una posible generalización: el hecho de que los extrovertidos tengan más posibilidades de ser felices no garantiza ni mucho menos que lo sean.
"Está la figura del extrovertido inestable, con problemas de autocontrol, de impulsividad e incluso con más riesgo de adiciones. No se pueden situar los dos extremos como el bueno y el malo", comenta Hervás.
Fernández-Berrocal coincide y pone ejemplos concretos de ese extrovertido al que nadie ha de aspirar a imitar: "Todos conocemos a esa persona muy sociable que no deja hablar a nadie en una reunión".
Pero ni estos extremos ni la ciencia pueden negar lo innegable: que la extroversión acerca a la felicidad. Pero, y esto es lo nuevo, ésta deja de ser territorio vetado para los insociables.