Ni por su salud ni por disminuir las posibilidades de sufrir un infarto en un futuro. La razón por la que Deborah, gobernanta del Hospital de Molina, en Molina de Segura (Murcia), se apuntó al programa de intervención Fifty-Fifty fue mucho más prosaica: "Mi jefe me prometió que me daría tres días libres extra". Lo que no se imaginaba es "la cantidad de beneficios" adicionales a ese descanso iba a obtener a posteriori.
"Se trabajaba sobre cuatro factores de riesgo: actividad física, tabaquismo, tensión y obesidad. Yo tenía todos, un pleno al 15", ríe esta participante del estudio clínico que se presenta este lunes en Orlando, en las sesiones científicas de la reunión anual de la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA), uno de los congresos médicos más importantes del mundo.
Deborah reconoce que ha sido "conejillo de Indias", pero no puede estar más contenta de haber dicho sí a esa oferta de su jefe. Es realista y no cree que hable de una intervención que haga milagros, pero sus datos son muy buenos. Cuando empezó el programa, en octubre de 2013, pesaba 110 kilos y llegó a bajar a 96, aunque reconoce que una "pequeña recaída después del verano" le ha hecho engordar cuatro kilos.
Pero de lo que más orgullosa se siente es de haber dejado de fumar. "Dos paquetes al día y de líar. Y una tarde llegué a casa y le dije a mi marido: 'Nene, éste es el último' y ni uno más", relata a EL ESPAÑOL.
Sin pastillas, con palabras
Para abandonar el tabaco, adelgazar y dar de lado a un sedentarismo que era parte de su día a día -Deborah practica ahora pilates y camina regularmente- a esta administrativa no le hicieron falta medicamentos ni ningún tipo de terapia de choque. Le bastó recibir unas "charlas de motivación" y compartir sus experiencias con otras 11 personas como ella: con riesgo de convertirse en unos años en víctima de la mayor pandemia mundial en este momento, la enfermedad cardiovascular.
En eso consistía el programa cuyos resultados se han presentado a la crème de la crème de la cardiología mundial. A 543 voluntarios de siete localidades españolas se les impartieron durante tres meses talleres formativos y motivacionales dirigidos a promover hábitos de vida saludables.
Después, como en todo buen ensayo clínico, vino la división: los participantes se separaron en dos grupos; el primero acudió una vez al mes a una terapia de grupo mensual dirigida a "promover cambios internos". Algo parecido a lo que hacen los alcohólicos que dejan de beber con el programa que ideó en 1935 el estadounidense Bill W. y que ha ayudado a dejar atrás la bebida a millones de personas en todo el mundo.
Una similitud no casual
La similitud con Alcohólicos Anónimos (AA) no es casual. El director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y director del Instituto Cardiovascular del Mount Sinai Hospital en Nueva York, Valentín Fuster, reconoce a EL ESPAÑOL que se inspiró directamente en este programa para idear Fifty-Fifty. "A mi consulta acuden muchos pacientes alcohólicos que han estado en AA y han podido ayudar a muchos otros con terapia de grupo; yo pensé que los factores de riesgo cardiovascular también eran aspectos modificables y deduje que se podía hacer lo mismo con ellos", explica.
Del dicho al hecho, Fuster quiso demostrar científicamente que la hipótesis tenía sentido. "Hacen falta investigadores apasionados; es uno de los tres componentes para que una iniciativa así tenga éxito; el segundo es que la sociedad se de cuenta de que necesita de otros humanos para modificar ciertas actitudes y el tercero tiene que ver con el altruismo, con el concepto de que estás recibiendo y dando, todo dentro del contexto de la debilidad humana", apunta.
El programa empezó en Cardona, el pueblo catalán de la mujer del cardiólogo. "Vimos que los resultados eran positivos y nos llamó la ministra de Sanidad para ampliarlo a siete localidades", recuerda Fuster, que ha establecido la iniciativa con el apoyo gubernamental y de la Fundación SHE, también creada por él.
"Te picas"
Uno de los pueblos escogidos fue Molina de Segura, donde Deborah se reunió mensualmente con otras 11 personas durante un año. Reconoce que lo que les contaron "de los buenos resultados de Carmona" les ayudó, pero no se engaña en cuanto a su motivación principal: "Te picas".
Así, cada mes se fijaban retos y en la reunión siguiente comparaban su consecución con la del resto de los componentes del grupo. "Decían que había que ponerse retos realistas, pero yo prefería ir a lo grande", recuerda divertida.
Su satisfacción no puede ser mayor, aunque destaca algunos puntos flacos del programa: "Nos hacían elegir un líder y un colíder y en nuestro caso no funcionaron bien".
También apunta a que, a pesar de su bienestar, la participación en el programa fue "un sacrificio". Desde Nueva York, Fuster, que ha asistido a alguna de esas sesiones del programa piloto -el que tuvo lugar en Cardona- reconoce que lleva tiempo, pero que es algo que no sería un inconveniente "sin la aceleración absurda" en la que vive la sociedad actual y que, a su juicio, "va a cambiar".
¿Y si no se puede participar?
Una vez concluido el Fifty-Fifty, Deborah no sabe lo que va a ocurrir. Optimista por naturaleza, sólo resalta lo positivo -haber dejado de fumar y adquirido ciertos hábitos de vida saludables, además de los kilos que ha perdido y las tres personas del grupo que han incorporado a sus amigos-.
Aunque espera "que no moleste por ahí", esta participante desea que sea cierto el rumor que ha escuchado de una de las participantes. "Es posible que se haga un programa similar en el pueblo, con las cosas que más han gustado del original", destaca.
Fuster, por su parte, cree que hay alternativas a la participación formal en el programa. "Ya es una realidad terapéutica en mi consulta; hay pacientes que tienen un problema y trabajan como grupo con la familia o los amigos", dice, y concluye: "Cuando se les plantea la posibilidad, los aceptan y funciona".