Brasil legaliza un fármaco sin eficacia demostrada por presión popular
Los medios la llaman la píldora del cáncer, pero la fosfoetanolamina sintética no ha demostrado curar ni mejorar el pronóstico de la enfermedad en ningún estudio. A las autoridades sanitarias no parece importarles.
18 abril, 2016 01:31Noticias relacionadas
Por mucho que avance la ciencia contra el cáncer, los resultados siguen sin ser óptimos y miles de pacientes continúan falleciendo a causa de la enfermedad. Se trata, por tanto, de un caldo de cultivo perfecto para la pseudociencia, para que emerjan los tratamientos que prometen milagros y que pueblan la Red, las consultas de médicos sin escrúpulos y algunas publicaciones perfectamente legales.
Pero lo que no suele ocurrir es que los Gobiernos entren en este juego, que es precisamente lo que ha sucedido en Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff firmó el pasado jueves una Ley que permite que un fármaco sin eficacia demostrada para el cáncer, la fosfoetanolamina sintética, se fabrique, distribuya, prescriba y venda a los pacientes oncológicos.
Un triunfo de la pseudociencia por clamor popular que ha llamado la atención hasta de la revista Science, que ha recogido la historia en su sección de noticias. Porque, por lo que cuentan diversos medios brasileños, la única razón por la que Rouseff ha autorizado el medicamento es la presión social. Porque los pacientes que se han tratado con esta píldora blanquiazul que lleva años siendo producida en la Universidad de Sao Paolo -en teoría sólo con fines de investigación- aseguran que el tratamiento es eficaz, diga lo que diga la ciencia al respecto.
Es un caso que recuerda al famoso fármaco bio-bac, que se comercializaba libremente en España hasta 2002 y cuyos consumidores afirmaban que era milagroso frente al cáncer y otras enfermedades. Eso sí, en este caso, las autoridades españolas actuaron contra el fraude y el promotor del producto, aunque finalmente la sentencia fue leve, ya que el fármaco sólo era inocuo.
Inmensa demanda popular
La historia de este falso medicamento es ligeramente distinta a la del bio-bac. En sus inicios, sí se estudió para saber si era antitumoral y se hizo en una institución de prestigio como la Universidad de Sao Paolo (USP). El promotor de las investigaciones fue Gilberto Chierice, un químico ya jubilado ligado al Instituto de Química de São Carlos (IQSC). Como ha aclarado este centro, dependiente de la USP, en un comunicado, los estudios los hizo de forma independiente y con científicos de otras entidades.
Y es que todas las entidades científicas relevantes del país carioca han querido desmarcarse de la decisión gubernamental. El propio Chierice declaró a un canal de televisión que llegaron a producir unas 50.000 cápsulas por mes para tratar a alrededor de un millón de personas pero que "desconoce cuántas mejoraron por eso".
Pero un discípulo del químico sí se ha establecido como abanderado del producto. Se trata de Durvanei Augusto Maria, un experto en inmunología del Instituto Butantan, un centro estatal. Éste ha declarado a la BBC que la sustancia que no ha logrado probar su eficacia en más de 15 años "disminuye el volumen del tumor y la formación de metástasis".
El problema parece residir en que, durante el tiempo que duraron las investigaciones, las píldoras se distribuyeron a pacientes de cáncer sin ninguna regulación, pero en 2014 la Universidad decidió acabar con esa práctica pseudocientífica. Más de 15.000 personas demandaron al centro educativo e investigador, lo que ha acabado provocando la insólita decisión del Gobierno.
Lo más curioso es que las propias autoridades brasileñas decidieron, ante la presión popular, llevar a cabo estudios científicos para analizar la eficacia de las píldoras frente al cáncer. El resultado: las pastillas sólo contenían un 30% de fosfoetanolamina sintética y no conseguían acabar con las células cancerosas.
Pero la pseudociencia es contumaz. Chierice declaró que los estudios se habían hecho "con mala fe" y que su grupo estaba obteniendo todos los datos positivos que no han logrado en estos 15 años "en el extranjero".
De nada han servido las declaraciones de la Agencia de Vigilancia de la Salud de Brasil, ni de la Sociedad Brasileña de Oncología Clínica, entre otras entidades que se han pronunciado al respecto. Quizás en un momento en que la presidenta brasileña necesita más que nunca el apoyo popular, la pseudociencia le ha parecido una buena vía para obtenerlo.