A pesar de su elevadísima frecuencia, poco se sabe sobre las causas de las alergias y el asma. ¿Por qué algunos niños (y adultos) las sufren y otros no? ¿Por qué las diferentes intensidades? ¿Por qué son más frecuentes en los pequeños urbanitas que en los de poblaciones rurales?
Este último dato es el que hizo al epidemiólogo británico David Strachan formular en 1989 la llamada hipótesis de la higiene, también conocida como hipótesis de los amigos perdidos. Ésta afirmaba que el hecho de que los niños se enfrentaran a menos infecciones en la infancia -por una menor exposición a los microbios debida a la mejor higiene- que explicaba que fueran más sensibles a las alergias y al asma.
Ahora, investigadores de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) y la McMaster University (en Canadá) han ido un paso más allá y se han preguntado si una forma de revertir este efecto es uno de los hábitos que los padres más tratan de corregir en sus retoños: el de comerse las uñas y el de chuparse el dedo.
Efecto positivo
Para averiguarlo, diseñaron un estudio -publicado en la última edición de Pediatrics- que revisaba a alrededor de 1.000 niños desde su nacimiento hasta que cumplieron 32 años. Preguntaron a sus padres si sus hijos se chupaban el dedo o se mordían las uñas a las edades de 5, 7, 9 y 11 años, y compararon las respuestas con la presencia de sensibilización atópica -o alergia a uno o más alergenos comunes, como el pelo de los gatos o el polvo-, alergia al polen o asma.
El 31% de los niños eran adictos a estos hábitos y todos mostraron un menor riesgo de sufrir alergias en general -no la específica al polen que se expresa en primavera- que aquellos que no se metían los dedos en la boca. Ese menor riesgo se observó a los 13 años y también a los 32. Curiosamente, el efecto era mayor en los adultos que de pequeños habían sido adictos a los dos hábitos que aquellos que sólo practicaban uno.
Sin embargo, morderse las uñas o chuparse el dedo no protegía ni frente al asma ni frente a la típica alergia primaveral.
Uno de los autores de la investigación, Malcolm Search, declaró a la BBC que esto no significa que haya que dar vía libre a los niños para hacer ahora lo que siempre se les ha intentado corregir: "Aunque no recomendamos que se fomenten estos hábitos, parece que, al menos, tienen un lado positivo".