Dice la leyenda que Mozart componía como si escribiera al dictado, sólo limitado por la velocidad del movimiento de su mano. La película de Milos Forman Amadeus (1984) probablemente contribuyó a alimentar el mito de un genio sobrehumano que paría partituras completas sobre la marcha dentro de su cabeza. Pero según los expertos, en realidad Mozart no se diferenciaba mucho de otros compositores que dan forma en su mente a piezas casi completas, aunque escriben primero un esbozo que después van rellenando con la instrumentación necesaria.
Tanto Mozart como otros músicos han sido bendecidos con un don inalcanzable para el resto de los humanos: una misteriosa capacidad de ver surgir en su mente, casi como de la nada, piezas o temas que nadie más ha imaginado antes. Muchos de ellos se confiesan incapaces de explicar o comprender cómo nace la música en su cabeza. Y a los demás sólo nos queda preguntarnos: ¿por qué no se me habrá ocurrido a mí?
La respuesta, obviamente, es que carecemos de ese misterioso don. Y aunque este talento no pueda adquirirse ni trasplantarse, hoy la ciencia sí permite al menos solventar parte de ese misterio comprendiendo cómo el proceso de composición musical opera en el cerebro de quienes están dotados para ello. Esta es la línea de investigación que inspira el trabajo de Daniel Levitin, neurocientífico de la Universidad de McGill en Montreal (Canadá), pero también músico y productor.
Levitin tocó en una banda punk, The Mortals, que fueron teloneros de Bad Religion, pero sobre todo ha colaborado como instrumentista, productor, consultor o ingeniero de sonido en trabajos de artistas como Stevie Wonder, Santana, Grateful Dead, Chris Isaak o Joe Satriani, entre otros. En su haber figuran 17 discos de oro y platino, y sus participaciones suman un total de más de 30 millones de copias vendidas. En 2006, Levitin pasó a limpio el conocimiento acumulado sobre la relación entre música y neurociencias en el libro This is Your Brain on Music (Dutton/Penguin), un best-seller internacional traducido al español como Tu cerebro y la música (RBA Libros, reeditado en 2015).
Componer dentro de un escáner
Uno de los muchos lectores del volumen fue el británico Gordon Sumner, más conocido como Sting; cantante, bajista y compositor de los extintos The Police. Con ocasión de un concierto que Sting tenía programado en Montreal, el músico pidió a sus representantes que contactaran con Levitin para solicitar una visita a su laboratorio, un santuario de la investigación sobre mente y música que ya había recibido antes a otros artistas. Naturalmente Levitin accedió, pero añadió otra invitación: "Le pregunté si quería que escaneáramos su cerebro. Dijo sí", cuenta el neurocientífico.
La visita de Sting ofreció a Levitin una oportunidad de oro para poner bajo la lupa de la ciencia la mente de un ganador de 16 premios Grammy y padre de temas como Roxanne, Message in a Bottle o Every Breath You Take; sin duda uno de los autores e intérpretes más destacados de la música contemporánea, cuyo registro ha cubierto géneros e influencias muy diversas.
Levitin pretendía analizar cómo el cerebro de Sting entiende la música y la crea, pero para ello disponía sólo de unas pocas horas en la tarde previa al concierto. Y como suele ocurrir, la Ley de Murphy se interpuso en su camino: un apagón en todo el campus estuvo a punto de dar al traste con el experimento, lo que habría ocurrido de no ser porque Sting accedió a saltarse las pruebas de sonido del concierto para meterse en la máquina de neuroimagen funcional de Levitin.
Los resultados se han publicado en agosto en la revista Neurocase. En un primer experimento, Levitin y su colega Scott Grafton, experto en nuevas técnicas de análisis de escaneo de la Universidad de California en Santa Bárbara, muestran que durante el proceso de composición musical Sting utiliza partes de su cerebro únicas y diferentes a las que emplea cuando imagina la creación de un cuadro o de un texto en prosa. Es decir, que el cerebro, al menos el de Sting, tiene un espacio reservado para componer música.
Un iPod dentro de la cabeza
En otro experimento, Levitin y Grafton descubrieron que el exvocalista de The Police pone en marcha las mismas regiones de su cerebro cuando escucha un tema que cuando simplemente piensa en él. "Cuando imagina música, usa un circuito cerebral casi idéntico a cuando la escucha realmente", precisa Levitin a EL ESPAÑOL. En cierto modo, prosigue el neurocientífico, es como si Sting fuese capaz de reproducir música en alta fidelidad dentro de su cabeza. Como si llevara implantado en su cerebro un iPod que puede activar a voluntad, un privilegio probablemente reservado a alguien con un vasto talento musical que le permite captar y recordar todas las notas, melodías y ritmos de varios instrumentos.
Por último, los investigadores quisieron construir un mapa mental mostrando cómo el cerebro de Sting comprende y almacena la música. Para ello eligieron una serie de temas de muy distintos géneros que el cantante debía escuchar mientras los científicos registraban qué partes de su cerebro se activaban. Los resultados revelan que el cerebro de Sting apenas distingue entre éxitos poperos de intérpretes como las Spice Girls o Britney Spears. "El pop es pop", escriben Levitin y Grafton. Lo mismo ocurrió con lo que popularmente se conoce como "música de ascensor", que según los autores el propio Sting definió como "una maldición".
Curiosamente, para otros géneros la mente del músico crea similitudes y diferencias. El jazz, el R&B, el tango y el rock están relativamente próximos. Pero lo más sorprendente es cómo un cerebro dotado y entrenado como el de Sting agrupa temas que para cualquier profano parecerían muy alejados entre sí. Esto sucedió, por ejemplo, con Girl de los Beatles y el tango Libertango del argentino Astor Piazzolla (que la jamaicana Grace Jones versioneó bajo el título I’ve Seen That Face Before). Levitin y Grafton descubren que ambos temas comparten ciertos rasgos comunes, algo que no escapa a la mente de un maestro como Sting.
Con todo, Levitin advierte de que Sting es Sting, y por tanto los resultados no son necesariamente aplicables a otros músicos. Pero sí lo es el método de estudio empleado por él y Grafton, que podría utilizarse con otros compositores para ahondar en el conocimiento del sustrato cerebral de la creación musical. Por desgracia, poco nos dirá de cómo funcionamos los que llevamos el iPod fuera y no dentro. "Imagino que la gente con un talento musical medio no tiene las representaciones neurales tan ricas y polifacéticas de un maestro", concluye Levitin.
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