A menudo se habla del futuro uso práctico del llamado corta-pega genético, la técnica CRISPR-Cas9. Mientras China ya ha iniciado un ensayo clínico para probar su utilidad en la lucha contra el cáncer y Reino Unido ha aprobado su uso en investigación básica para medicina reproductiva, un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard lanza una pregunta a la comunidad científica: ¿se utilizará el CRISP-Cas9 para conseguir que las personas que perciben el desagradable olor de la orina asociado al consumo de espárragos sean capaces de no notarlo?
Es una de las conclusiones de un trabajo publicado en la revista The BMJ, pero no en una edición cualquiera, sino en el número especial de Navidad, que recopila estudios científicos elaborados con el máximo rigor, pero que abordan temáticas poco habituales en la ciencia. En esta ocasión, la anosmia del espárrago, es decir, la incapacidad de oler este alimento en el pis.
Como comentan los autores en la introducción a su trabajo, el tema del peculiar olor de la orina tras comer espárragos ha sido tratado ampliamente en diversas disciplinas, desde la botánica a la literatura. Aunque el escritor Marcel Proust escribió: "[los espárragos] actuaban ... y lograban transformar mi humilde habitación en una alcoba de aromático perfume", la mayoría coincide en que este aroma no es agradable. "Comer unos pocos tallos de espárragos darán a nuestra orina un olor desagradable", escribía Benjamin Franklin en 1781, mientras que el químico Louis Lémery afirmaba en 1702:"Causan un olor desagradable y sucio en la orina, como todo el mundo sabe".
No todo el mundo lo sufre
Sin embargo, esta última frase no es del todo cierta. Una parte de la población -la que padece la anosmia mencionada anteriormente- es incapaz de oler los metabolitos producidos tras el consumo de los espárragos. Un estudio demostró en 2010 que había un variación genética que se asociaba a este fenómeno y los investigadores de Harvard han decidido ir más allá y analizar la presencia de dicha variable en los participantes de dos cohortes que llevan años estudiándose por otros motivos: el Nurse's Health Study y el Health Professionals Study. En total, 6.909 profesionales sanitarios, que vieron escrutado lo más profundo de su genética y su correspondencia con una pregunta que habían contestado inocentemente en 2010: "¿Les olía mal el pis tras comer espárragos?".
Lo primero que observaron los investigadores dirigidos por Lorelei A. Mucci es que era más frecuente no notar este olor que hacerlo. La anosmia esparraguera afectaba al 58% de los hombres y el 61,5% de las mujeres. Lo segundo: que había 871 variaciones en la secuencia del ADN asociadas a este fenómeno, todas localizadas en el cromosoma 1.
Los autores del estudio, que surgió durante una reunión científica en "la bucólica Suecia" en la que salió el tema del olor del pis tras el consumo de espárragos, concluyen con una llamada a la acción: una vez se confirmen sus hallazgos, la ciencia tendrá que ayudar a las personas con este problema, o quizás modificar genéticamente a los que no lo padecen.