Los hombres son más idiotas que las mujeres. El whisky de malta no se distingue del coñac si se toma con los ojos cerrados. Si un paciente con sospecha de apendicitis se queja al pasar la ambulancia por un bache, es más que probable que padezca esta inflamación. Cuando gana el Barça, aumenta la natalidad en Barcelona. La lista de enunciados es numerosa y todos tienen algo en común: se trata de estudios científicos llevados a cabo con el mayor rigor. Pero, además, son trabajos que abordan temáticas sorprendentes, aquellas que la ciencia no suele tocar, ocupada en resolver problemas "serios".
Todos ellos se han publicado en el número especial de Navidad que edita cada año la revista BMJ, una de las más importantes en el campo de la medicina. Sus sesudos lectores -mayoritariamente investigadores- debieron de quedarse de piedra el 18 de septiembre de 1982 cuando, en su número 285, leyeron los resultados de un peculiar experimento con sólo seis participantes: los autores describían con todo lujo de detalles su respuesta bioquímica a la ingesta de seis pintas (3,3 litros) de cerveza. La conclusión: aunque los sujetos mostraron una "ligera resaca", los cambios metabólicos fueron menores.
Según explicó el director de ese primer número, el investigador Stephen Lock, en una entrevista citada por The New York Times, lo que se pretendía era presentar "el otro lado de la medicina", ofreciendo una lectura más ligera. En el editorial que precedía la edición de 2000, se definía la "esencia" del producto como "la extrañeza". "Es nuestro número del lado izquierdo del cerebro, en el que queremos que no todo sea lo que parece", escribían.
Una fama creciente
El actual director del especial de Navidad del BMJ, Tony Delamothe, explica a EL ESPAÑOL que todos los artículos pasan por el mismo proceso de revisión por pares que el de cualquier otra edición. Es decir, son remitidos a la revista y revisados por científicos independientes que atesoran rigor, al menos desde el punto de vista metodológico.
En estos más de 30 años, este número especial se ha ido haciendo cada vez más famoso. Es habitual que algunos medios de comunicación recojan los estudios sin citar el contexto en el que se publican, como ocurrió en uno publicado en 2011, donde se aseveraba que ser músico y cumplir 27 años (la edad a la que fallecieron Amy Winehouse, Brian Jones, Janis Joplin o Jim Morrison, entre otros) no incrementaba el riesgo de mortalidad.
Pero al igual que sus conclusiones se difunden cada vez más, el número especial también ha incrementado su popularidad entre los propios científicos. De hecho, desde el BMJ se afirma que cada vez se reciben más artículos y es, por lo tanto, más difícil la selección. "Prácticamente todos están escritos específicamente para este número; la excepción son los trabajos históricos, enviados por autores que no saben que sólo publicamos ese tipo de estudios en Navidad", señala el director.
Amado por los científicos
El epidemiólogo Thomas Perneger, del Hospital Universitario de Ginebra (Suiza), acaba de publicar en este número y cumple así un sueño. "Es la tercera vez que lo intentaba" cuenta a EL ESPAÑOL. De hecho, en una de las ocasiones, el fracaso fue relativo: "Publicaron mi trabajo en el BMJ, pero no en el número especial; no lo consideraron lo suficientemente estrafalario".
Para Perneger, esta edición anual es su favorita de la revista. "Los científicos se toman demasiado en serio a sí mismos la mayoría del tiempo, el especial navideño desinfla esta idea", comenta.
En la edición publicada de forma impresa este viernes (los trabajos se han adelantado en la versión online desde el lunes pasado), Perneger firma un curioso estudio, que demuestra que la maldición del maillot arcoiris (la que afirma que el que gana el Mundial de Ciclismo y puede llevar la preciada prenda no vuelve a repetir sus éxitos deportivos) es un mito desde el punto de vista científico.
En la prensa general
En el número de 2015 firma también otra epidemióloga, esta vez de la Kent State University (en Ohio, EEUU). El trabajo de Tara Smith describe minuciosamente los riesgos de una posible invasión de zombies y llama a la comunidad científica internacional a adelantarse al acontecimiento. Se basa en el libro Zombie-guía de supervivencia (deBolsillo, 2008) y cita ejemplos de plagas infecciosas que se extendieron de forma masiva a lo largo de la historia y de cómo podríamos aprender de ellas.
Smith comenta a este periódico que conoce el especial de Navidad desde hace "al menos 10 años" y que le encanta. "Es agradable demostrar que hasta los científicos tenemos sentido del humor", apunta.
Los trabajos de Smith y de Perneger no han sido los más difundidos por la prensa española este año. Lo más mediáticos de esta edición tienen que ver con nuestra coyuntura política actual. El primero casi parecía publicado ad hoc para los candidatos a las elecciones de este domingo. Un estudio de este especial concluía que ser presidente del Gobierno aumenta el riesgo de mortalidad. Como siempre, la metodología científica era impecable, pero su lugar de publicación debería tranquilizar a Sánchez, Rajoy y compañía.
Los favoritos de los autores
Otro de los estudios top del número de 2015 lo protagoniza la propia Navidad. Investigadores daneses del Hospital Rigs han decidido tomar cartas en el asunto del llamado síndrome de Mr. Scrooge, que hace referencia a las personas que odian estas fiestas. Así, compararon el cerebro de 10 de estos aguafiestas con el de una decena de voluntarios entusiastas de la festividad tras mostrarles vídeos con escenas navideñas. Les sometieron a una resonancia magnética que demostró cambios en cinco zonas del cerebro: el motor izquierdo primario, la corteza premotora, el lóbulo parietal derecho inferior y superior, y la corteza somatosensorial primaria bilateral.
Así, los autores encontraron "el espíritu de la Navidad", aunque advierten de que sus resultados "deben ser interpretados con cautela".
Los científicos que mandan sus artículos al BMJ especial suelen ser grandes fans de esta edición y tienen, por tanto, sus estudios favoritos, aunque es difícil escoger. Smith, sin embargo, lo tiene claro: su preferido es uno publicado en 2005, que analizaba el fenómeno de la pérdida de cucharillas en los laboratorios de investigación. A lo largo de un año, desaparece el 70% de estos cubiertos y el riesgo es mucho mayor si se depositan en zonas comunes que si están en los despachos.
Para Perneger la elección es mucho más difícil y, de hecho, se resiste a citar sólo uno. Sus opciones son aquel en que se demostraba que era muy difícil, aunque posible, distinguir en una cata a ciegas el coñac del whisky de malta; otro en el que se aseveraba que si un paciente acude al hospital con una sospecha de apendicitis y, al pasar la ambulancia por un bache, se queja, tiene muchas posibilidades de estar efectivamente sufriendo la inflamación; y, por último, aquel que concluye que los hombres son más idiotas que las mujeres, al comparar por género a los ganadores de los premios Darwin, que reconocen a individuos que mueren de forma absurda y evitan así pasar su estupidez genética a futuras generaciones.