El velódromo nacional de Saint-Quentin-en-Yvelines, en París, acogerá este miércoles un peculiar récord: el de ciclista más anciano que pedaleará sobre sus pistas. El récord está asegurado, ya que nadie de esta edad ha intentado nunca esta proeza que, por otra parte, no es nueva para su protagonista.
El francés Robert Marchand protagonizó el pasado año un estudio científico liderada por el investigador de la Universidad de Burgundy Romuald Lepers. El trabajo, publicado en la revista Age and Ageing, se preguntaba si los atletas centenarios eran el ejemplo del máximo rendimiento humano.
En el estudio se confirmaba lo que Marchand volverá a demostrar esta tarde: que su rendimiento es asombroso y que corresponde a un deterioro asociado a la edad muy inusual, de sólo un 8% por cada década en las últimas seis de su vida.
Según este trabajo, es precisamente este deporte el más ligado a un menor deterioro durante el envejecimiento, por encima del atletismo y la natación.
Características particulares
En cualquier caso, los autores realzaban que los récords de Marchand no sólo se deben a la práctica del ciclismo, sino a sus "características fisiológicas excepcionales". Tanto la función cardiorespiratoria como la pulmonar son increíbles para su edad.
Aunque los centenarios tienen importantes limitaciones a la hora de trasportar el aire entre los pulmones al hacer ejercicio, éstas se atemperan por su mejora en la eficiencia de los músculos y el esqueleto asociada al ciclismo, según los científicos.
Según un perfil del centenario ciclista publicado en The Times, éste lleva un estilo de vida muy ordenado. Come "de todo, pero en pequeñas cantidades", bebe algo de vino todos los días y también acude al gimnasio diariamente, donde hace estiramientos durante una hora y monta a continuación en bicicleta estática.
Los fines de semana practica el ciclismo en un club de Mitry. En las pruebas de velocidad mantiene el pulso a 110 latidos por minutos y bebe agua con miel de una petaca que lleva siempre encima.
La biografía del francés no sólo es llamativa por su rendimiento deportivo. Fue prisionero en la Segunda Guerra Mundial por negarse a instruir a los hijos de los colaboracionistas nazis -era profesor de gimnasia- y perdió a su mujer en 1943.
Desde entonces, trabajó como conductor de camiones en Venezuela y leñador en Canadá y no fue hasta que cumplió 90 años que se aficionó al ciclismo, deporte en el que ha batido todos los récords posibles a su edad.