Que muchísimas personas usan la marihuana con fines medicinales no es un secreto para nadie. Su legalización con este propósito es una realidad en bastantes países del mundo, desde 28 estados de EEUU a Argentina, por citar sólo dos ejemplos. En España, han pasado 15 años desde que el Partido Popular rechazara dos proposiciones de ley presentadas por el PSOE y por CIU para legalizar el uso terapéutico de esta droga -curiosamente impulsadas por una propuesta en el Parlamento Catalán liderada por la actual ministra de Sanidad, Dolors Marco-, aunque en 2014 se rechazaron otras dos sobre la despenalización del cannabis en general.
Sin embargo, y a pesar del aumento registrado en el consumo de cannabis medicinal y los cambios legislativos en muchos países al respecto, la evidencia científica en torno a este asunto no estaba del todo clara o así lo consideran las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina de EEUU, que decidieron revisarla.
Un comité fue el encargado de hacerlo y se vio ante una ardua tarea, la de revisar más de 10.000 estudios científicos publicados al respecto para responder a una pregunta fundamental: ¿tiene el cannabis algún efecto terapéutico?
La respuesta ha llegado en forma de informe: un hermoso niño de 400 páginas que no sólo responde a la cuestión principal, sino que supone todo un tirón de orejas para los legisladores en materia de droga. La investigación en torno al cannabis -afirman los autores- podría mejorar y, para ello, se necesita tomar medidas que son barreras a la hora de poner el microscopio sobre el cogollo. La principal: que el cannabis se clasifique como sustancia de tipo 1 por la Agencia de Refuerzo contra la Droga (DEA, de sus siglas en inglés). Esto supone que la marihuana y sus compuestos se definan como "sin uso médico aprobado en la actualidad" y con un "elevado potencial para el abuso". Si a alguien le parecen inofensivos los porros, está claro que no es a los agentes de la DEA, que los meten en el mismo saco que la heroína, el LSD y el peyote.
"Lo lógico es que pasara al tipo 2, porque al estar ahí es difícil hacer experimentos, entre otras cosas para dilucidar si es tan adictivo como dicen", explica a EL ESPAÑOL Ekaitz Agirregoitia, profesor de Fisiología en la Universidad del País Vasco y vocal del Observatorio Español de Cannabis Medicinal. Porque la realidad, comenta este experto -consumidor de esta sustancia para tratar los síntomas de la colitis ulcerosa que padece- es que la gente que quiere probar el cannabis para usos terapéuticos "lo compra donde puede" y muchas veces ignora de que está compuesto o en qué porcentajes lleva los dos cannabinoides más relevantes de la planta, el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD).
A pesar de estas trabas que, paradójicamente, hacen más fácil investigar con cocaína que con cannabis, existen numerosos estudios sobre los efectos terapéuticos de esta droga. Y he aquí lo que la ciencia estadounidense ha establecido sobre sus efectos.
Para qué sirve el cannabis terapéutico
El comité presidido por Marie McCormick, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, dividió en cinco categorías la evidencia sobre distintos aspectos: conclusiva, sustancial, moderada, limitada e insuficiente.
Los dos grados máximos de evidencia valen para las siguientes afirmaciones: el cannabis es eficaz para el tratamiento del dolor crónico en adultos, como antihémetico [prevención de vómitos] tras la quimioterapia y para mejorar los síntomas de espasticidad asociados a la esclerosis múltiple declarados por los pacientes.
Con un grado de evidencia menor -moderada, que quiere decir alguna- se puede afirmar que el cannabis mejora el sueño en pacientes con apnea del sueño, fibromialgia, dolor crónico y esclerosis múltiple.
Eso sí, el trabajo diferencia el tipo de consumo de la marihuana. La mayoría -por no decir todos- de los efectos positivos no se asocian a fumar marihuana, sino a consumirla por otras vías. Es lo habitual, y lo recomendado en el caso de uso terapéutico. Según Agirregoitia, se suele consumir diluido en aceite -que a su vez se consume en gotas o sobre algún alimento sólido- o vapeado. "Fumado siempre es peor", asegura el investigador.
Para qué no sirve el cannabis terapéutico
La evidencia es limitada o inexistente para afirmar que el cannabis sirva para incrementar el apetito y disminuir la pérdida de peso asociada al sida, que mejora los síntomas de espasticidad de la esclerosis múltiple que mide el médico, que alivia los síntomas del síndrome de Tourette, que mejora los de ansiedad o estrés postraumático y que logra un mejor pronóstico en pacientes que han sufrido una trauma craneal o una hemorragia intracraneal. La droga tampoco mejorar los síntomas asociados a la demencia, ni la presión intraocular en casos de glaucoma. Asimismo, no es la elección adecuada -o la evidencia es limitada para afirmarlo- para curar los síntomas depresivos de personas con dolor crónico o esclerosis múltiple.
Agirregoitia destaca que, a pesar de su amplitud, el informe ha pasado por alto algunas dolencias para las que también se ha estudiado el cannabis, como las enfermedades intestinales inflamatorias crónicas. Además, cree que se hubieran podido encontrar más asociaciones positivas si se hubieran incluido no sólo estudios en humanos -como se ha hecho- sino también en animales o in vitro.
¿Qué mal hace el cannabis?
El documento no pasa por alto algunos efectos negativos del cannabis. Fumado, empeora los síntomas respiratorios y hace que haya episodios más frecuentes de bronquitis crónica. También incrementa el riesgo de dar a luz niños con bajo peso si la consumidora es una mujer embarazada.
Nada más tomar cannabis se produce un deterioro momentáneo en el aprendizaje, la memoria y la atención.
El informe también recoge otros aspectos más sociales, como que la evidencia es sustancial a la hora de afirmar que el uso del cannabis incrementa el riesgo de accidentes en vehículos de motor.
La Academia de Ciencias confirma también lo que ya se había difundido en varias ocasiones, que hay una asociación entre el uso del cannabis y el desarrollo de esquizofrenia u otras psicosis, que aumenta con una mayor frecuencia de uso. También empeora algunos síntomas en las personas ya diagnosticadas con estos trastornos.
¿De qué exculpa la ciencia al cannabis?
Un informe tan amplio como el recién publicado sirve también para acallar algunas voces, que achacaban a la marihuana efectos negativos que la ciencia no ha podido demostrar. Así, según los estudios analizados, no se puede decir que fumar marihuana incremente el riesgo de un tipo de tumor testicular con el que se había asociado la droga. Y tampoco esta sustancia aumenta el reisgo de cáncer de esófago, próstata o de vejiga, entre otros.
La evidencia es limitada para afirmar que la droga pueda disparar un infarto, ictus o acelerar la prediabetes e inexistente para decir que causa infartos. Tampoco el consumo ocasional de marihuana -aunque sea fumada- incrementa el riesgo de EPOC, ni aumenta el riesgo de desarrollar trastorno bipolar o estrés prostraumático.
Esta completa radiografía de los efectos para la salud del cannabis es, incluso para los propios autores, insuficiente. Todo parece indicar que los potenciales de esta droga son numerosos y que la ciencia debería evaluarlos. Poder adquirir de forma legal -aunque con restricciones, como se hace con otras sustancias del grupo 2, como la morfina- el cannabis y diseñar ensayos clínicos multitudinarios es clave para ampliarla. La ciencia aún no ha dicho su última palabra.