Seis cosas que haces mal en el baño, del retrete a la ducha
¿Es mejor defecar sentados o en cuclillas? ¿Cuál es la postura ideal para orinar? ¿Deben limpiarse los oídos con bastoncillos? La ciencia tiene respuestas.
29 enero, 2017 01:30Noticias relacionadas
Si hay un lugar donde dos suelen ser multitud, es el baño. Parafraseando el tagline de una famosa película de ciencia ficción y terror, en ese espacio nadie puede oír tus gárgaras, por citar el sonido corporal más aceptable de entre el repertorio del aseo personal. El cuarto de baño es un espacio de libertad suprema, la sede de experiencias íntimas donde nadie puede decirnos qué hacer ni cómo hacerlo. O casi nadie: incluso en el baño, la ciencia sí tiene algo que decir sobre cómo es mejor o peor para nosotros hacer tal o cual cosa. Quien no quiera escuchar, es libre de hacerlo, pero estas son seis cosas que muchas personas hacen mal en el baño, según los científicos.
Secarse con una toalla húmeda y lavarla una vez a la semana
Sobre todo en invierno, quienes no cuentan con uno de esos tendederos calefactados a menudo se enfrentan después de la ducha a la desagradable sensación de secarse con una toalla húmeda, que no se ha secado por completo desde el día anterior. Y quien más, quien menos, suele echar la toalla a lavar una vez a la semana. En apariencia esto no debería representar problema, en especial si se usan toallas que llevan el destino de cada uno de sus extremos claramente marcado.
Sin embargo, el microbiólogo y patólogo de la Universidad de Nueva York Philip M. Tierno recomendaba en Business Insider no utilizar la misma toalla más de tres veces, y eso sólo si puede secarse por completo. Si no es así, cuidado: una toalla húmeda es una incubadora de microbios más eficaz si además está caliente, ya que bacterias y hongos crecen más con el calor. Tierno recomendaba utilizar un sensor muy sofisticado, pero a la vez accesible y gratuito: la nariz. "Siempre que la toalla huela, hay microbios, así que debe lavarse".
Limpiar los oídos con bastoncillos de algodón
Los otorrinolaringólogos llevan años enfrascados en una batalla contra el uso de los bastoncillos de algodón para limpiar los oídos. Ya en 2008, una campaña promovida en España con motivo del Día del Oído dejaba de lado cualquier sombra de duda: "¡No utilice los bastoncillos!". Los expertos advierten de que estos utensilios pueden provocar infecciones y daños en el canal auditivo o el tímpano, además de empujar el cerumen hacia dentro en lugar de extraerlo.
Aunque la cera del oído no sea uno de los fluidos corporales más apreciados, los médicos advierten de que cumple funciones útiles: "limpia, protege y lubrica los oídos", dice la publicación más reciente al respecto, las nuevas directrices de la Academia de Otorrinolaringología de EEUU, publicadas este mes. Los expertos insisten en que se trata de un ingenioso sistema natural de limpieza, y que los movimientos de la mandíbula y el crecimiento de la piel lo expulsan por sí solos. Sin embargo, nos resistimos: un estudio de 2008 descubría que el 97% de los españoles han utilizado bastoncillos alguna vez, y que el 30% lo hace por el puro placer de hurgarse en los oídos.
Orinar de pie (los hombres)
La mala puntería de los hombres en el baño es un motivo frecuente de conflictos. En Alemania llegó incluso a juicio cuando en 2015 un individuo denunció a su casero por negarse a devolverle la fianza a causa de los daños que la orina del inquilino había producido en el suelo del baño. Y aunque el tribunal resolvió a favor del inquilino, lo cierto es que el bando de los hombres que prefieren sentarse para orinar parece crecer, sobre todo en Asia, pero también en Alemania o Suecia: en este último país, una moción obligó a los responsables públicos de un condado a ceñirse a esta postura en los baños de la sede del organismo.
El argumento de la limpieza es innegable. Sin embargo, en internet circula la idea, también esgrimida por el partido sueco, de que orinar sentados mejora la salud sexual de los hombres. No hay mejor reclamo para vender una idea, pero en este caso no hay ninguna ciencia que la respalde. Sin embargo, sí es cierto que para los hombres de cierta edad que comienzan a padecer problemas de próstata la postura sedente mejora el flujo de la micción, reduce el tiempo necesario y vacía más la vejiga, según un amplio estudio de 2014 que reunió y analizó los datos de 11 trabajos previos. Y dado que el síndrome prostático afectará a más del 40% de los hombres en sus años futuros, ¿qué tal si empezamos a sentarnos ahora?
Orinar "sobrevolando" la taza (las mujeres)
De acuerdo, orinar sentados puede ser beneficioso, al menos para ciertos grupos de población. Y dado que las mujeres siempre lo hacen así, no hay nada que comentar. ¿O sí? Lo cierto es que las mujeres se sientan en los baños privados, pero en los públicos a menudo más bien sobrevuelan la taza; adoptan forzadas posturas de media flexión para no entrar en contacto con ese albañal de fluidos inciertos que es la tabla del retrete.
¿Cuál es la alternativa? Tal vez para las más escrupulosas no sirva de mucho el argumento de que sentarse en un baño público puede resultar desagradable, pero en general no es peligroso para la salud. Para ellas hay una opción que es tan válida para las mujeres sanas como para los hombres sanos: orinar de pie. Aunque esta postura resulte extraña para las mujeres, un estudio de 2010 mostró que el vaciado de la vejiga es igual de eficaz. Por el contrario, el "sobrevuelo" puede dejar más cantidad de orina sin evacuar, lo que favorece las infecciones de vejiga. Y ya no hay impedimento anatómico: allí donde no llega la naturaleza, llega la tecnología; hay varios dispositivos en el mercado que permiten a las mujeres orinar de pie con total comodidad, una opción siempre aconsejable para los baños públicos.
Defecar sentados (todos)
Si pasamos a aguas mayores, desaparecen las diferencias de género, pero en cambio surgen las culturales. En occidente nos gusta sentirnos como reyes o reinas en nuestros tronos de porcelana, mientras que en los países musulmanes prefieren hacerlo en cuclillas. Según la ciencia, ¿cuál de las dos opciones se lleva el gato al agua de la cisterna (en sentido puramente metafórico)?
En 2003, el médico israelí Dov Sikirov se atrevió a llegar a donde nadie había osado antes. Reunió a 28 voluntarios, les armó con un cronómetro y un cuestionario, y les invitó a hacer de vientre un total de 12 veces, seis sentados y seis en cuclillas, todo ello en nombre de la ciencia. Los resultados del estudio mostraron que "tanto el tiempo necesario para la sensación de una evacuación intestinal satisfactoria como el grado de esfuerzo subjetivamente evaluado se redujeron drásticamente en todos los voluntarios en la posición en cuclillas, en comparación con la postura sedente". Otros estudios parecen corroborar la conclusión de Sikirov; los expertos apuntan que la postura en cuclillas ofrece una vía más libre para la entrega de la mercancía, mientras que al sentarnos la obligamos a tomar una curva pronunciada. Para quien esté dispuesto a probarlo, hay taburetes que se acoplan al retrete para facilitar la posición. Uno de ellos, llamado Squatty Potty, triunfó con un vídeo en el que un unicornio de peluche defecaba helado de colores.
Colocar el rollo de papel higiénico
Después de todo lo anterior, toca limpieza. Pero ¿cómo colocar el rollo? ¿Con la lengua colgante hacia fuera o hacia la pared? Por supuesto que no es un debate que vaya a engendrar revoluciones o derribar imperios, y todo marchará bien mientras aquellos que conviven utilizando el mismo baño estén de acuerdo. Pero todos tenemos nuestras manías y a veces nos cuesta renunciar a ellas. Para los casos en que haya discrepancias insalvables, lo más acertado es acudir a la fuente original: Seth Wheeler, el inventor del rollo de papel higiénico perforado.
Wheeler no inventó el papel higiénico: el uso de este material para las abluciones anales se remonta al menos a la China del siglo VI, y en el XIV ya se fabricaba en masa para este fin. Pero se ve que este neoyorquino dedicó años de su vida a mejorar el concepto. En 1871 patentaba el rollo de papel perforado para envolver. En 1883 añadía el tubo central y el uso para el baño. Pero su eureka llegó en 1891, cuando añadió el dispensador; y en tres patentes obtenidas aquel año (una, dos y tres), Wheeler no dejaba lugar a dudas: todos los dibujos muestran la lengua del papel hacia fuera. Oficialmente, debate zanjado, pero allá cada cual con sus manías.