La malaria es una de esas enfermedades que aún hoy en día escapan el control de la medicina. Según la Organización Mundial de la Salud, millones de personas cada año, sobre todo en África, acaban siendo contagiadas por la picadura del famoso mosquito Anopheles, el cual es responsable de transmitir el parasito culpable de la enfermedad.
Por suerte, y según un reciente estudio publicado en Nature, todo esto podría acabar muy pronto. Y es que, según el trabajo llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania), se ha logrado fabricar una vacuna 100% eficaz en su uso en humanos, cuya duración ha ido ya más allá de las 10 semanas tras la última dosis (un tiempo más que aceptable para afirmar que es eficaz).
La malaria es a día de hoy, junto al dengue y recientemente el virus Zika, una de las enfermedades transmitidas por mosquitos más importantes de nuestra época. Su causante, el parásito Plasmodium falciparum (PfSPZ), logra infectar tanto las células del hígado como los glóbulos rojos sanguíneos causando graves problemas llegando incluso a la muerte en muchos casos.
Hasta el pasado año 2009 se creía que la enfermedad tan solo afectaba a mosquitos (los cuales actual de vehículo o "portador") y a los humanos; sin embargo, en 2009 se descubrió que los gorilas y algunos chimpancés como los bonobos también sufren la enfermedad. De hecho el pasado año 2016 un estudio publicado en American Entomologist descubrió un mosquito Anopheles conservado en ámbar, lo cual indicaría que la malaria también llegó a afectar a los dinosaurios.
Intentos infructuosos
Aunque anteriormente se han intentado desarrollar fármacos para prevenir y combatir la malaria, e incluso se pensó en vacunar a los mismos mosquitos que actúan de transporte de la enfermedad, no ha sido hasta ahora cuando un ensayo clínico en humanos ha logrado tal éxito, ¡y sin encontrar efectos secundarios!
Aunque en anteriores investigaciones se intentaron usar formas atenuadas del parásito Plasmodium falciparum para provocar una respuesta inmune, durante el estudio, llevado a cabo con 35 participantes, Stephen Hoffman y sus colegas inyectaron el parásito vivo directamente.
Se administraron dosis variables de la vacuna (denominada PfSPZ—CVac) junto a un fármaco llamado cloroquina (el medicamento usado hoy en día contra la malaria) a los voluntarios, y posteriormente se inyectó el parásito vivo, el mismo usado para fabricar la vacuna. Tras usar tres dosis de la vacuna durante cuatro semanas, se descubrió que la vacuna a dosis bajas sólo protegía a algunos voluntarios contra la infección; sin embargo, las dosis más altas de vacuna lograron una protección 100% efectiva en todos los participantes que la recibieron (nueve voluntarios en total) durante las 10 semanas siguientes a la última dosis.
Se estudio que, si se usaba la misma dosis elevada de vacuna pero en menos tiempo (tres dosis durante cinco días), la protección sólo se daba en cinco de cada ocho vacunados (63%).
Los autores del estudio son precavidos y afirman que será necesario seguir investigando más a fondo para confirmar que su vacuna tiene el potencial suficiente para formar parte de las estrategias de vacunación masiva actuales con el objetivo de prevenir la malaria. En futuros ensayos clínicos se buscará evaluar la efectividad de su vacuna en poblaciones más diversas en países como Alemania, Estados Unidos, Guinea Ecuatorial, Mali, Gabón y Ghana. Además, comprobarán si su vacuna funciona con diferentes formas de exposición a la malaria, diferentes cepas del parásito, y hasta cuando se alargará la duración de la protección.