El síndrome del ovario poliquístico (SOP), una dolencia que afecta actualmente a una de cada 10 mujeres en todo el mundo, sigue siendo a día de hoy un trastorno ginecológico del que tenemos pocos datos.
De hecho, hoy en día el tratamiento de esta enfermedad se centra en ir controlando de forma individual cada uno de sus múltiples síntomas sin apuntar directamente a una causa determinada, por lo que en realidad no se cura la enfermedad, sino que sólo se mantienen los síntomas bajo control.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences ha llegado a asegurar que el problema no está en los ovarios como siempre se había creído, sino en el cerebro, concretamente en los receptores de andrógenos cerebrales.
Qué es
Los síntomas del SOP incluyen el aumento de peso, grandes quistes en los ovarios, dificultad para llevar a cabo la ovulación, acné resistente al tratamiento, vello facial, síntomas de depresión y alteraciones de la menstruación -siendo esta más dolorosa de lo habitual-;se trata de una serie de síntomas inespecíficos que dificultad el diagnóstico de la enfermedad, el cual puede costar incluso varios años.
La causa
En este nuevo estudio, llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de New South Wales, en Australia, se ha demostrado que la causa no está en los ovarios como siempre se había pensado, sino en el cerebro.
Anteriormente se había apuntado al exceso de andrógenos, las hormonas esteroides masculinas -como la testosterona-, como la causa real del SOP. Las mujeres también poseen testosterona y otros tipos de andrógenos de forma natural, pero en una cantidad menor a la que existe en esta enfermedad.
Ahora, estos investigadores han demostrado que los ratones que no tienen receptores de andrógenos en el cerebro no pueden desarrollar el SOP; sin embargo, si conservan estos receptores en el cerebro pero se eliminan los receptores de los ovarios, la enfermedad sí se desarrolla.
Esencialmente el exceso de andrógenos sigue siendo la causa de la enfermedad, pero el origen de dicho exceso no son los ovarios como siempre se había creído, sino el cerebro, un descubrimiento que podría cambiar totalmente la forma de tratar la enfermedad según los investigadores.