Como si fuera el título de una de las muchas series que ha protagonizado a lo largo de su carrera como actor, el pasado sábado José Coronado fue la estrella del show Código infarto. Así se denomina, según explica a EL ESPAÑOL el presidente de la Fundación Española del Corazón, Carlos Macaya, al operativo que se debió de poner en marcha después de que Coronado marcara en su teléfono el 112, con signos de sufrir un infarto.
Un procedimiento "perfectamente establecido" que suele concluir con la colocación de un stent en una de las tres arterias coronarias principales, cuya oclusión causa lo que se conoce popularmente como infarto pero cuyo nombre adecuado es síndrome coronario agudo (SCA).
Explica Macaya que, tras recibir la llamada, el Servicio de Emergencias o el médico que atiende al paciente -puede ser que esté cerca de un centro de salud- practicará un electrocardiograma que dará las claves de lo que está pasando: si nos encontramos ante un SCA leve o uno de los denominados con elevación del segmento ST.
Este último es el más grave y es el que requiere una actuación lo más rápida posible, lo que garantiza precisamente el Código infarto. Aunque el historial clínico de Coronado no se ha hecho público, la rapidez con la que se actuó hace suponer que fue el caso.
Lo que garantiza el protocolo es que Coronado sea atendido directamente en el hospital más cercano que tenga sección de Hemodinámica, que es donde se lleva a cabo el cateterismo que se le practicó al protagonista de No habrá paz para los malvados.
Según explica Macaya, dicho cateterismo es lo que se conoce como una angioplastia primaria que no es otra cosa que un procedimiento diagnóstico para ver cuál de las tres arterias coronarias importantes está obstruida y una cirugía mínimamente invasiva para desobstruirla. Para lo primero, se introduce un catéter, una especie de tubito de plástico, por la muñeca o por la ingle. Dicho instrumento se observa con rayos X y por él se introduce una solución de contraste, que es la que dirá a los especialistas dónde está el coágulo que no deja pasar la sangre y causa así el infarto.
El siguiente paso es destaponar dicho obstáculo, lo que se hace pasando un alambre a través de esa oclusión, que sirve de guía para lo que finalmente acabará con el atasco: un balón inflable rodeado en muchos casos de un stent, una especie de malla metálica que es lo que mantendrá a raya a la sangre una vez retirado el catéter.
Comenta Macaya que el paciente se mantiene despierto "sudando y muy dolorido" durante todo el proceso, que no dura más de media hora. "En cuanto se recupera el flujo sanguíneo se empiezan a encontrar bien; es espectacular", relata este cardiólogo.
Un infarto tarda entre cuatro y seis horas en consumarse y, por esta razón, cuando antes se haga el cateterismo, menos daño sufrirá el corazón. "El tiempo es oro y todo depende de la precocidad con la que actuemos", subraya Macaya. De ahí el Código infarto que evita también al paciente un trámite normal en el resto de emergencias médicas: pasar por urgencias. "En estos casos se entra directamente en la sala de hemodinámica", resalta el experto.
Una vez hecho el cateterismo, el paciente suele estar ingresado "tres o cuatro días" y "si todo va bien", en seguida retomará su vida normal. "Si ha habido poco daño tendrá, eso sí, que corregir todos aquellos hábitos de vida que puedan haber causado el infarto". El primero, el tabaco, que el actor ha confesado que lleva años intentado dejar sin éxito. Sin duda, este susto será su mayor estímulo para lograrlo.