Una de las situaciones más duras a nivel emocional por las que la mayoría de personas han pasado en algún momento son las rupturas amorosas, especialmente si éstas no eran deseadas.
Las relaciones de pareja modulan nuestras vidas hasta el punto de dejar parte de ellas vacías cuando se terminan, generando un dolor que llega a activar las mismas regiones cerebrales que el dolor físico.
Por ese motivo, teniendo en cuenta que se ha comprobado en varias ocasiones cómo el efecto placebo puede calmar el malestar producido por algunas afecciones físicas, un equipo de investigadores de la Universidad de Colorado Boulder ha llevado a cabo un estudio a través del cual esclarecen el efecto de estos "falsos remedios" sobre el dolor emocional. El artículo ha sido publicado en Journal of Neuroscience, y sus resultados son realmente prometedores de cara a la búsqueda de nuevas formas de tratar las consecuencias psicológicas de los corazones rotos.
Placebo para los corazones rotos
Para llevar a cabo este estudio se reclutó a un grupo de 40 voluntarios, todos ellos recién salidos de una ruptura amorosa no deseada.
Cada uno de los participantes tenía que acudir al laboratorio con una foto de su expareja y otra de un amigo del mismo sexo, con el fin de comprobar cómo les afectaba emocionalmente su observación.
La primera fase del experimento constaba de tres pasos, siempre con los voluntarios conectados a una máquina de resonancia magnética que analizaba su actividad cerebral.
El primero era sin duda el más duro, pues tenían que recordar su relación y su ruptura a la vez que miraban la foto de la que fue su pareja. A continuación, hacían lo mismo, observando la imagen de su amigo y, para terminar, recibían un estímulo caliente sobre su brazo, con el fin de cubrir también los efectos del dolor físico sobre su cerebro. Además, después de cada paso tenían que informar sobre cómo se sentían, evaluándolo en una escala del 1 (muy mal) al 5 (muy bien).
Finalmente, se comprobaban los resultados de la resonancia y de las encuestas, observando que, como ya se sabía, los efectos del dolor físico y el emocional eran prácticamente los mismos.
Para la segunda fase se repetía el procedimiento, pero previamente se administraba vía nasal una solución salina a todos los voluntarios, aunque sólo la mitad eran informados sobre su contenido, mientras que al resto se les decía que se trataba de un fármaco que paliaría el dolor emocional resultante de la ruptura.
Los resultados fueron prácticamente idénticos en el caso de los que sabían que no había ningún principio activo en el aerosol, mientras que en el resto no sólo afirmaban sentirse mejor, sino que las áreas que se activaban en sus cerebros también eran diferentes.
De hecho, las áreas implicadas en la sensación de rechazo se calmaron, mientras que aumentó notablemente la actividad en la corteza prefrontal dorsolateral y la zona de sustancia gris central, que modula la secreción de analgésicos químicos cerebrales y neurotransmisores asociados al bienestar, como la dopamina.
Por lo tanto, la hipótesis de los responsables del estudio es que las expectativas positivas sobre la mejora de la situación actúan sobre la corteza prefrontal dorsolateral, que a su vez activa la sustancia gris central, favoreciendo la secreción de sustancias que disminuyen la sensación de dolor.
Más allá de ser un hallazgo curioso, aporta una nueva luz sobre la búsqueda de nuevos tratamientos para la depresión resultante del dolor emocional; no sólo con ayuda de sustancias placebo, sino simplemente con tratamientos psicológicos dirigido a la creación de expectativas positivas.
Como afirma Leonie Koban, primera autora del estudio, si después de terminar una relación amorosa sienten firmemente que algo les irá bien, deben hacerlo, pues sin duda les irá bien. Ya habrá momento de buscar nuevos peces en el mar.