"El espanto ha entrado en mi vientre / Temeroso de la muerte, recorro sin tino el llano […] / En mi alcoba acecha la muerte, / doquiera que pongo mi pie está la muerte […]/ Solo los dioses viven eternamente bajo el sol. / Para la humanidad, contados son sus días".La muerte ha sido objeto de preocupación para el ser humano desde el inicio de los tiempos.
Incluso en la primera obra épica de la que se tiene constancia, un texto sumerio de más de 4.000 años de antigüedad conocido como el Poema de Gilgamesh, su protagonista lucha por resolver el problema de la mortalidad humana.
Pero la muerte no siempre avisa, por lo que es difícil saber qué se siente exactamente antes del final de la vida. A no ser que se estudie a aquellos que sí saben con exactitud, incluso horaria, cuándo van a fallecer.
En EEUU más de 3.000 presos esperan su ejecución en un corredor de la muerte. Algunos, algo más de 300, lo hacen en la Penitenciaría Estatal de Texas. Un estado conocido por ser el que más personas ha ordenado matar en la historia del país norteamericano, pero también por ser uno de los pocos que registran las últimas palabras de todos los reos que han sido ejecutados desde 1982. Palabras que, a menudo, rebosan afecto, amor y arrepentimiento, y que pueden servir para comprender mejor la psique humana.Hay quien puede considerar que este registro resulta grotesco.
Una extraña mezcla de transparencia y morbosidad. Pero para los psicólogos Sarah Hirschmüller y Boris Egloff, de la Universidad Johannes Gutenberg, esta base de datos es una mina de oro. Una gran fuente de información que puede ayudarles a comprender cómo afrontamos la muerte y cómo ésta puede llegar a condicionar nuestro comportamiento.

Palabras positivas

Por medio de un programa informático, estos investigadores realizaron un análisis cuantitativo de las últimas palabras de 417 reos y encontraron que, efectivamente, éstas contienen una mayor proporción de emociones positivas que negativas. Además, compararon estos resultados con una base de datos que incluye artículos científicos, novelas, blogs y diarios personales de más de 23.000 personas y encontraron que la media de palabras positivas era estadística y significativamente inferior a la de los prisioneros.

"Los presos del corredor de la muerte dan las gracias a sus familias y amigos, se disculpan por lo que han hecho, tratan de llegar a un acuerdo con ellos mismos e intentan dar un sentido a su vida y a su muerte", explica Hirschmüller a EL ESPAÑOL. Según esta investigadora, "el uso relativamente frecuente de palabras positivas justo antes de la ejecución es un indicador de cómo el reo está haciendo frente a una situación aterradora".
La utilización de la palabra "aterradora" que hace Hirschmüller no es casual. La principal conclusión del estudio, publicado en la revista Frontiers of Psychology, es que sus datos concuerdan con la conocida como Teoría de la Gestión del Terror (TMT, por sus siglas en inglés). "En nuestro estudio, hemos sido capaces de examinar si se cumplen los supuestos de esta teoría psicológica, que predice la positividad como una manera de hacer frente a la propia mortalidad", explica Hirschmüller.
Cabe destacar que la TMT no indica que las emociones positivas mostradas ante la inminencia de la muerte no sean genuinas, sino que plantea, a grandes rasgos, que muchos de nuestros comportamientos diarios están motivados por preocupaciones inconscientes sobre la muerte.

"Todos en el corredor de la muerte"

El origen de la teoría se sitúa en los postulados propuestos por Ernest Becker en su libro La negación de la muerte (Kairos, 2010), ganador del premio Pulitzer en 1973. Pero la primera propuesta académica de la TMT, tal y como se conoce hoy en día, fue planteada por los psicólogos Jeff Greenberg, Sheldon Solomon y Tom Pyszczynski en un estudio publicado en 1986.

Una silla eléctrica. Mike Simons Getty Images

La teoría se basa en la contradicción que sufrimos los seres humanos que, al igual el resto de los animales, estamos predispuestos biológicamente para tratar de mantenernos con vida, pero que "somos los únicos lo suficientemente inteligentes como para saber que que tarde o temprano estos esfuerzos serán en vano y que lo que tememos y tratamos de evitar finalmente sucederá", explica a EL ESPAÑOL Jeff Greenberger, profesor de la Universidad de Arizona.
Según este investigador, todos vivimos enfrentados a la negación de nuestra situación existencial. "En última instancia, todos estamos en el corredor de la muerte", apunta. Así que, para minimizar la contradicción entre el deseo de vivir y la certeza de la muerte, creamos "una concepción simbólica de la realidad" que nos convence de que somos seres especiales de valor duradero y que vivimos en un mundo con significado, en lugar de asumir que somos simples criaturas materiales destinadas a la desaparición tras la muerte, explica Greenberger.
De esta forma, los seres humanos tratamos de dar un sentido a nuestra existencia elaborando una serie de valores y creencias en torno a las cuales creamos nuestras vidas. Una visión cultural del mundo que, según estos autores, nos proporciona un efecto tranquilizador.

Una situación real, no imaginaria

Greenberger considera que los resultados del estudio de Hirschmüller "encajan bastante bien con la TMT" y considera que la idea de analizar las últimas palabras de los condenados a muerte "es muy inteligente". Habitualmente los estudios que analizan las reflexiones sobre la muerte se realizan con voluntarios que responden a preguntas sobre cómo afrontarían el final de su existencia. Sin embargo, "nosotros lo hemos podido hacer con personas que realmente van a morir y no con individuos que se imaginan en un laboratorio cómo sería morir", explica Hirschmüller.


Pero los resultados obtenidos por esta investigadora muestran otro dato que resulta llamativo, y es que la proporción de palabras positivas de los condenados a muerte también es mayor que la de otras personas que afrontan un inminente final, los suicidas.
Entre las posibles explicaciones a este dato, Hirschmüller apunta al control de la situación, ya que "el suicidio es una decisión propia, mientras que una condena a muerte es decidida y ejecutada por otro". Además, insiste la psicóloga, no hay que olvidar que "los suicidios están a menudo asociados a la depresión, es decir, a estados emocionales negativos". Por último, Hirschmüller destaca que "las palabras de los reos se emitían verbalmente e inmediatamente antes de la muerte, mientras que en los estudios sobre suicidas normalmente las últimas palabras han sido escritas con antelación en una nota".

¿Todo es miedo a la muerte?

El estudio de Hirschmüller efectivamente ofrece una prueba más para respaldar la TMT. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer para entender hasta que punto el ser conscientes de nuestra propia mortalidad influye en nuestra concepción del mundo y nuestra forma de afrontar la existencia.
"El amor, los padres, las relaciones románticas, los hijos… sin duda todo esto nos sirve para gestionar nuestro terror a la muerte", explica Greenberger. "Pero mis colegas y yo hemos escrito mucho sobre este tema y creemos que no todo lo que motiva a los seres humanos es este terror inconsciente, ya que gran parte parte de nuestra motivación obedece a la búsqueda del placer, la estimulación y el crecimiento", concluye el psicólogo.

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