Algunos denominan acné a cualquier granito que aparece en el rostro, pero para muchas otras personas es un sinónimo de una auténtica pesadilla, una condición que les marcó la adolescencia y que generó un estigma que aún les dura en la edad adulta. El acné es una de las condiciones dermatológicas más frecuentes, pero son muchos los mitos que persisten en torno a esta enfermedad, como confirma a EL ESPAÑOL Raul de Lucas, portavoz de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Entre ellos, que el acné empeora en primavera, cuando no se trata de una "patología estacional", aunque existan algunos tipos relacionados con la exposición al sol o el uso de algunos fotoprotectores que tapan mucho el poro.
No es una dolencia de adolescentes
"Todo el mundo ha tenido acné en la pubertad", reconoce de Lucas que, sin embargo, desmiente que se trate de una dolencia sólo de adolescentes. De hecho, comenta que se trata de una enfermedad emergente en la actualidad en la mujer adulta. Tamara Falcó o Kendall Jenner son algunas de las famosas que entran dentro de este grupo y se han mostrado en público con signos de acné no precisamente juvenil.
El dermatólogo cree que el "estilo de vida" y los hábitos actuales son los responsables de este aumento de incidencia del acné en jóvenes, que podría deberse desde a la alimentación al estrés, pasando por problemas hormonales.
Aparte de las mujeres jóvenes, hay otro grupo de edad en los que esta dolencia es frecuente y mucha gente no lo sabe: los bebés en sus primeras semanas de vida. Es el acné neonatal o del lactante -si aparece después de los tres meses de vida- y es más frecuente en niños que en niñas. "En el periodo neonatal se activan las glándulas suparrenales", comenta el experto. Esto hace que se inflamen las glándulas sebáceas y se produzca el acné en algunos casos.
Es muy fácil de diagnosticar
Una de las razones por las que el acné es tan frecuente es porque se trata de un concepto muy amplio. Basta con que aparezca una lesión cutánea con un punto negro -comedón abierto- o un punto blanco -comedón cerrado o espinilla- para que se pueda hablar de esta patología.
De Lucas explica que también pueden darse otro tipo de lesiones, como las papulosas o los molestos granos rojos que dejan póstulas como recordatorio de su paso por el rostro.
No es cosa del chocolate
Uno de los mitos más extendidos en torno al acné es que éste se dispara ante el consumo de alimentos como el chocolate. Sin embargo, aunque de Lucas reconoce que hay "cierta controversia" sobre si la dieta tiene que ver con la patología, afirma también que la restricción dietética "no lo va a curar".
En concreto, comenta, un reciente estudio demostró los adolescentes con acné consumen más productos lácteos desnatados que los que no sufren la enfermedad. "Con el chocolate negro, sin embargo, no hay una relación significativa", afirma.
La razón de su relación con el consumo de lácteos reside en que estos activan la vía metabólica mTor, asociada con la supervivencia celular pero también con la producción de grasa, que se puede traducir en la aparición de granos.
El fármaco más conocido no causa suicidios
Una de las leyendas más negras al hablar de acné se refiere a uno de los fármacos más utilizado para su tratamiento, la isotretinoína. El nombre comercial, que a más de uno le dará tanta o más pesadillas que la propia palabra acné, fue históricamente Roacután, pero al haber expirado la patente ahora lo comercializan numerosos laboratorios farmacéuticos.
Se trata de un fármaco que tiene efectos secundarios pero que, al contrario de lo que dicen los rumores, no incita a un estado depresivo ni al suicidio, confirma de Lucas. Sin embargo, el dermatólogo señala que es la patología en sí la que sí puede tener un impacto emocional "insoportable" en la calidad de vida. "Hay mucha gente que ha dejado de salir o de acudir a una cita", recalca.
Fácil de tratar, difícil de tratar
Al hablar del tratamiento farmacológico asociado al acné, el dermatólogo resalta la gran paradoja con respecto a esta patología y es que a pesar de lo mucho que afecta a los que lo sufren y de las numerosas opciones terapéuticas que hay, la adherencia al tratamiento es "escasa".
Es decir, se trata de una patología "fácil de tratar", pero que la gente no se trata. La razón, según el dermatólogo, es que no hay ninguna "pastilla mágica" y que todas las terapias tardan "al menos un mes" en hacer efecto. Así, la paciencia es fundamental para mantenerse en terapias que a veces son trabajosas, aunque acabarán dando resultados. Eso sí, si se siguen.
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