Poco antes de la última Navidad, el jugador del Athletic de Bilbao y de la selección española sub-21 Yeray Álvarez, recibía un regalo que nadie quiere: un diagnóstico de cáncer. Sin embargo, pronto se vio que a pesar del miedo que aún produce la palabra, el suyo era de los mejores. El deportista sufría un tumor en uno de sus testículos, también conocido como cáncer de células germinales. La parte buena: es "el paradigma del tumor curable", según explica a EL ESPAÑOL el jefe de sección de Oncología Médica del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, Ignacio Durán.
Pero si el diagnóstico fue tranquilizador cuando se produjo en 2016, a lo mejor no lo fue tanto la noticia que se conoció este martes: que el tumor se había reproducido y el jugador tenía que someterse a quimioterapia y abandonar la concentración de la selección española sub-21 para el Campeonato de Europa. En otros tipos de cáncer, metástasis es la palabra que menos se quiere escuchar porque, en algunas ocasiones y aunque la medicina ha prolongado la esperanza de vida muchísimo, sigue siendo sinónimo de incurable. Sucede, por ejemplo, con el cáncer de mama, un tumor de muy buen pronóstico cuando es primario y sin posibilidad de curación si se ha reproducido.
Pero, como explica Durán, éste dista mucho de ser el caso del cáncer de testículos. "Si contamos todos los casos, incluso los que están muy extendidos en el momento del diagnóstico, la proporción de curación supera el 80%", desvela el oncólogo.
Este tipo de cáncer, que es muy raro -se diagnostican alrededor de 800 casos al año frente a los más de 20.000 de próstata-, suele diagnosticarse cuando el paciente se nota una masa testicular indolora. A partir de ahí empieza un peregrinaje del médico de familia al urólogo, que prescribirá una ecografía, una prueba de diagnóstico por imagen que revelará la existencia del tumor. A partir de ahí, el tratamiento es claro: se extirpa el testículo afectado a través de la ingle, en un procedimiento que se conoce como orquiectomía. "En algunos casos se pone una prótesis -una especie de bolita- para que no se note la deformidad desde el punto de vista físico, pero no es indispensable", relata Durán.
Observación con seguimiento estrecho
Tras la operación, es muy importante hacer una serie de pruebas, que van desde el análisis del tumor -hay dos tipos principales de este cáncer, ambos con buen pronóstico- a la llamada estadificación: lo que permite saber si el cáncer es local o se ha extendido, algo que suele verse con una tomografía axial computerizada (TAC).
A partir de ese momento, el punto al que llegó Yeray a principios de este año, sí que se plantean opciones. Lo más común, señala el oncólogo del hospital sevillano, es lo que se hizo con el futbolista, optar por la llamada observación con seguimiento estrecho. "Sabemos que aproximadamente uno de cada cinco cánceres de testículos recaen, especialmente dentro de los dos primeros años; podríamos dar tratamiento preventivo a todos -radio o quimioterapia adyuvante-, pero al saber que el porcentaje es tan bajo preferimos observar, para evitar efectos adversos en personas que no tienen por qué sufrirlos", afirma Durán.
El seguimiento es intensivo en esos primeros 24 meses y es el que ha permitido detectar a tiempo la recaída de Yeray. Aunque Durán desconoce la historia clínica del futbolista, comenta que el sitio más común donde suele recaer este tipo de cáncer son los ganglios del retroperitoneo.
Es entonces cuando no hay duda respecto a qué tipo de tratamiento utilizar: llega la hora de la quimioterapia pero, en este caso, con una buena noticia: "Es uno de los tumores más quimiosensibles, que mejor responden a este tipo de fármacos", resume el oncólogo. Hay varias opciones, pero lo habitual es que se apliquen combinaciones de dos o tres fármacos, que pueden variar. "Lo normal es que reciban de tres a cuatro ciclos cada 21 días, así que el tratamiento puede durar entre 9 y 12 semanas", añade Durán.
De nuevo, se abren dos opciones tras acabar la quimio. La primera es que la enfermedad haya desaparecido por completo; la segunda, que quede algo residual, lo que haría necesaria una pequeña cirugía.
¿Y después? A por el Mundial
En cualquiera de los dos casos, Durán insiste en que los porcentajes de curación son muy elevados. Además, a la persona afectada le quedan mínimas o ninguna secuela -en la mayoría de los casos-, así que lo normal es que Yeray pueda volver a jugar en su equipo y en la selección, sino notar ninguna bajada de rendimiento.
Existe una salvedad. En una tercera parte de los casos, la quimioterapia utilizada para aniquilar al cáncer acaba con la fertilidad del paciente. Esto no sucede cuando el tumor no recae -con un sólo testículo se produce esperma capaz de fertilizar a un óvulo-, pero sí si se ha reproducido o se ha aplicado quimio preventiva. Pero también para esto hay una solución, ya que al enfermo se le ofrece criopreservar su semen. Bastará una inseminación artificial a su pareja o una fecundación in vitro para que pueda ser padre biológico, si se ha quedado en el tercio de los afectados.
Para ejemplificar lo buena que es la recuperación del cáncer de testículos, Durán recurre a una figura mítica, Lance Armstrong. "Tramposo o no, ganó siete tours después de un cáncer de testículos, uno muy extendido", resume.
Durán concluye con el derribo de un mito. A pesar de que existe una larga lista de futbolistas afectados por cáncer de testículos -José Francisco Molina, Lubo Penev y Jonás Gutiérrez, entre otros- está totalmente demostrado que no hay ninguna relación entre practicar este deporte y padecer este tumor. "No lo provocan los golpes en los testículos", subraya Durán, que concluye con los tres únicos factores de riesgo demostrado de esta enfermedad: haber sufrido criptorquidia o descenso incompleto de alguno de los testículos en la niñez, tener un familiar afectado por la dolencia o haberla sufrido uno mismo antes.
"Lo que pasa es que es de los pocos tumores que se dan en pacientes muy jóvenes; y, claro, los futbolistas lo son". Jóvenes y más que capaces de ganar la batalla a uno de los mejores tipos de cáncer que se puede padecer. ¡Ánimo, Yeray!