"Urbanita, de mediana edad tirando a joven, con buen poder adquisitivo y personalidad obsesiva en muchos aspectos de la vida", así es el perfil de las personas tan preocupadas por llevar una dieta sana que se les ha ido de las manos hasta llegar a sufrir un trastorno conocido como ortorexia. Literalmente, significa "el apetito correcto" y cada vez es más común.
Antonio Luis Villarino Marín, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en nutrición, realiza esa descripción de los pacientes para EL ESPAÑOL. "Comen alimentos que no tengan demasiada elaboración, con pocas toxinas y lo más ecológicos posible", añade, pero "es una alteración de la conducta alimentaria" que puede llevar a "ciertos déficits alimentarios, pues no se realiza una dieta que se pueda considerar totalmente equilibrada".
Aunque ingieran suficientes calorías, les suelen faltar nutrientes importantes, sobre todo minerales. Lo más habitual es que estas personas excluyan de su dieta carnes, grasas, azúcares y cualquier componente que no consideren sano y natural, incluyendo cultivos que hayan sido tratados con pesticidas.
Sin embargo, el problema es más psicológico que de alimentación: la ortorexia es un trastorno obsesivo, con algún rasgo paranoide y compulsivo. "Es una obsesión por la calidad y por el origen de los alimentos", apunta Victoria Lozada, dietista-nutricionista del Centro Aleris. A diferencia de otros trastornos, que ponen el acento en la cantidad de comida, lo más importante para un ortoréxico es ingerir productos ecológicos, integrales, light o relacionados con cualquiera de las "modas" de la actualidad.
Llevar una dieta saludable está bien y, generalmente, casi todo el mundo aplaude esa actitud. Sin embargo, la línea se cruza cuando este comportamiento se convierte en el principal objetivo de una persona, lo cual ocasiona problemas que llevan incluso al aislamiento social. "Piensan en ello las 24 horas del día y establecen rituales sobre la comida que acaban por ser un impedimento para su vida diaria, por ejemplo, no acuden a restaurantes porque creen que no les van a servir nada saludable", señala la experta.
En su búsqueda de la perfección, no se perdonan ningún desliz, así que comer un día arroz blanco en lugar de integral les provoca un fuerte sentimiento de culpa difícil de soportar. "En el aspecto psicológico las repercusiones pueden ser importantes, sufren ansiedad, estrés al elegir lo que comen y, como consecuencia, a menudo se aíslan de su entorno", destaca.
Enmascarados
Antes de llegar a ese punto, el trastorno puede pasar totalmente desapercibido. La persona afectada no siente que esté haciendo nada mal, más bien todo lo contrario, puede recibir felicitaciones por bajar de peso y haber apostado por mejorar su alimentación. Por eso, llegar a diagnosticar ortorexia no es fácil. "Existe un test, pero no parece muy fiable", advierte Antonio Villarino, "son personas que se pueden enmascarar con lo que catalogamos como manías, gustos y simples preferencias".
Habitualmente, se clasifica la ortorexia dentro de los trastornos de la conducta alimentaria no especificados (TCANE), aunque algunos expertos creen que ya está bien definida por sí misma sin caer en ese cajón de sastre que incluye muchos desórdenes patológicos, como la vigorexia, caracterizada por una dieta poco equilibrada junto a la obsesión por el ejercicio físico.
Aunque en España no se han realizado estudios, hay datos procedentes de Estados Unidos que hablan de que la ortorexia afecta a un 1% de la población. El profesor de la Universidad Complutense considera que estas cifras son un tanto exageradas, sobre todo porque en el medio rural se da con menos frecuencia.
No obstante, la ambición por llevar una vida saludable unida a la gran cantidad de datos que circulan sobre nutrición en la actualidad parece contribuir a su rápida expansión. "Sin lugar a dudas estamos ante una mala interpretación del torrente de información del que disponemos", comenta el experto.
Información confusa
"Es cierto que la información confusa fomenta la aparición de la ortorexia y que vivimos rodeados de publicidad sobre cuerpos perfectos", apunta Victoria Lozada, "pero en realidad todos estamos expuestos, así que hay una raíz más profunda relacionada con la autoestima de quienes la padecen, que son más vulnerables por motivos genéticos o culturales, por ejemplo, que en su familia seguir una dieta estricta haya sido habitual o que hayan pasado por algún episodio traumático relacionado con su peso corporal".
En principio, no es un problema tan grave como otros trastornos de la alimentación más conocidos, como la anorexia o la bulimia, aunque puede tener algunos puntos en común. "Hay algunos anoréxicos y bulímicos que en su fase de recuperación se convierten en ortoréxicos", según Villarino. "Por ahora, no se han registrado fallecimientos atribuibles a esta enfermedad", destaca Lozada, pero "no es descartable que en casos extremos se pudiera llegar a situaciones muy graves".
Tratamiento y percepción
El tratamiento es multidisciplinar, en parte nutricional, pero sobre todo psicológico, para tratar de modificar las conductas no deseables. Llegados a ese punto, según un reciente estudio de psicólogos estadounidenses, es probable que el paciente y quienes tratan de ayudarle se enfrenten a un nuevo problema, muy parecido al que impide identificar el trastorno en sus inicios: la falta de comprensión por parte de la sociedad.
La ortorexia se ve como el resultado de una elección personal y se considera poco grave, pero quienes la padecen están tan estigmatizados como los pacientes de otros trastornos de la alimentación e incluso son percibidos como menos propensos a mejorar con el tratamiento y más peligrosos para otras personas.