Someterse a un tratamiento para la infertilidad no es un proceso fácil. En primer lugar, el éxito dista de estar garantizado, ya que alcanza el 70% en los mejores casos. En segundo, se suele llegar a esta solución tras numerosos intentos frustrados de obtener la paternidad por vías naturales. Además, a diferencia de otras terapias para otras enfermedades, existe un tiempo de incertidumbre, que puede llegar al mes, en el que no se sabe si han tenido éxito o no. Si a esto le sumamos que en muchos casos son procedimientos costosos, el cóctel es explosivo.
Así, no es de extrañar que el impacto psicológico de la infertilidad y su tratamiento sea algo que preocupe a los expertos casi desde los inicios de la especialidad de medicina reproductiva. Y de ahí una de las creencias más extendidas sobre el asunto: que someterse a este tipo de terapias incrementaba el riesgo de divorcio cuando los protagonistas no eran personas sin pareja.
Ahora, un estudio presentado en la reunión anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana (ESHRE), que se celebra estos días en Suiza, ha desmontado con datos este mito. Lo ha hecho gracias a los minuciosos registros de los países nórdicos, célebres por llevar una contabilidad de todas sus intervenciones sanitarias que han dado grandes alegrías a la ciencia.
La investigadora Mariana Martins, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oporto, en Portugal, ha sido la encargada de revisar los datos de 42.845 pacientes que se sometieron a tratamientos de reproducción asistida entre 1994 y 2009. A estos se les preguntó su estatus marital antes y después de los tratamientos y se comparó su evolución en este sentido con los de un grupo control que no habían pasado por clínicas de fertilidad.
Lo que se vio es que la mayoría de las parejas habían logrado tener hijos con sus parejas, un 56% en el grupo control y un 65% en el tratado y que, en ambos grupos, la tasa de separados o divorciados fue similar, de alrededor del 20%.
Los investigadores no creen que esto desmienta que la reproducción asistida sea una terapia estresante, pero resaltan que también tiene aspectos positivos. "Puede ser beneficiosa para la relación de una pareja, porque les fuerza a mejorar la comunicación", concluye la autora.
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