Más de 20 líderes religiosos se sentarán en próximas fechas en una sala con un ambiente relajado para drogarse juntos. Llevarán antifaces como los que reparten en los vuelos de larga distancia y escucharán música relajante tumbados en sofás. No se trata de un argumento de una película posmoderna, sino de la descripción de un experimento llevado a cabo por la Universidad John Hopkins, en Maryland.
Los investigadores quieren comprobar si la administración de psilocibina, la sustancia responsable de los efectos alucinógenos de las famosas setas mágicas, les ayuda a mejorar su rendimiento como sacerdotes y a aumentar sus sentimientos religiosos.
Para ello, les administrarán el compuesto psicoactivo en dos sesiones separadas por un mes, siempre supervisadas por científicos. A continuación, el seguimiento de su actividad diaria y una serie de encuestas tienen el cometido de desentrañar si la droga ha influido de algún modo en su espiritualidad, haciéndola más o menos intensa. En un año, harán la primera evaluación.
No es la primera vez que se lleva a cabo un estudio similar a éste, pero en este caso la peculiaridad es que en él están participando más de 20 líderes espirituales de muchas religiones diferentes, desde católicos y ortodoxos a un budista zen. Por el momento no han logrado convencer a ningún representante del islam o el hinduismo.
Aún no han finalizado los ensayos y es demasiado pronto para extraer conclusiones definitivas, pero de momento los investigadores responsables consideran que sí existe una clara relación entre ambos parámetros. De hecho, parece ser que las setas generan un renacer de la fe de estos individuos, que de repente creen más que nunca en la doctrina que enseñan a sus seguidores.
Mucho más que fe
Según la información sobre esta droga conocida hasta el momento, se trata de una sustancia de baja toxicidad, que además no genera dependencia física. Por eso, es muy importante conocer con profundidad cómo actúa sobre la mente humana, pues muchos profesionales consideran que podría ser de utilidad en el tratamiento de trastornos psiquiátricos, como la depresión.
Y es que, si unos simples hongos consiguen recordar a un sacerdote o un rabino por qué decidieron transmitir su fe, no hay razón para que no puedan animar a una persona con depresión a disfrutar de la vida. ¡Sería alucinante!
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