El gran mito atroz sobre la virginidad: el himen ni se rompe ni sangra
Décadas de estudios determinan que ninguna prueba basada en el tacto vaginal para determinar la "pureza" de una mujer tiene la menor validez.
16 septiembre, 2017 11:03Noticias relacionadas
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"Antes de contraer matrimonio, la novia también hubo de pasar por una tradición arraigada entre los gitanos, pero para muchos arcaica: la prueba del pañuelo para conocer si era virgen. Lo era: hubo tres 'rosas' o manchas de sangre. Ana iba pura". La frase corresponde a la crónica de EL ESPAÑOL en la primavera de 2016 sobre La gran boda de la 'princesa' gitana en el reino del paro. No es un atavismo de la comunidad gitana: las pruebas de virginidad, por tradición o en contexto forense, perduran en todo el mundo. Tienen algo en común: están basadas en una mentira.
Millones de muchachas en Oriente Medio, África y Asia son sometidas a pruebas de la virginidad con un patrón común: un médico o una figura decana de la comunidad introduce dos dedos en su vagina y determina si ha sido penetrada en función de la tersura de las paredes vaginales y la presencia de un himen intacto. Si la niña falla, le espera el oprobio, la marginación e incluso la carta blanca para ser violada o asesinada como reparación al honor de su familia.
Pero las pruebas de tacto vaginal, según han denunciado la organización Human Rights Watch, ha entrado en algunas legislaciones: en India, la policía ha llegado a pedirlas como pruebas para mujeres que denunciaban violaciones, y en Indonesia, las cadetes policiales pasan "rutinarimente" por estas pruebas. Países africanos como Zimbabue las han estipulado como obligatorias esgrimiendo la prevención del SIDA.
El himen puede no estar, o regenerarse
Claudia Moreno, del equipo sobre violencia contra las mujeres de la OMS y Rose McKeon Olson, de la Universidad de Minnesota, publicaron recientemente en Reproductive Health su estudio Virginity testing: a systematic review, un sumario de las principales investigaciones médicas sobre himen y virginidad desde la década de los setenta. Las conclusiones son taxativas: ninguna de las teorías tradicionales se corresponde con la realidad.
El himen es una membrana de tejido que se desarrolla en la apertura vaginal durante la gestación: la cubre por completo, pero a medida que la mujer crece se va retrayendo. Para algunas mujeres no crece en absoluto, mientras que para otras debe ser perforado durante la adolescencia para que no trastorne la menstruación. No hay un estándar por lo tanto, advierte el estudio, que puedan alegar los médicos o las matronas como para determinar la virginidad en base a su observación.
Centrándose en los estudios sobre penetración e himen, las investigadoras determinaron la pauta de que las señales que se alegan habitualmente como "demostración" - laceraciones, cicatrices o ensanchamientos - aparecen tanto en las mujeres vírgenes como las que no lo son. No se trata de un descubrimiento reciente: el consenso médico es que esta membrana, sin utilidad para la mujer, desaparece con la actividad física o con manipulaciones de los genitales.
Sin embargo, y quizás más inesperado, es que un himen "intacto" puede pertenecer a una mujer que ha tenido actividad sexual penetrativa. El motivo es que el orificio tiene diferente forma y tamaño para cada mujer, varía con la edad y si no desaparece, puede regenerarse. "Se cura rápidamente, hasta el punto de que un par de semanas después puede no quedar ningún indicio de rotura" - explica Olson en Buzzfeed.
Esto derriba además otro mito: que una mujer virgen sangra y sufre dolor en su primera vez. La edad es un factor importante: si se trata de una adolescente el himen puede ser más espeso, "pero a los 25 años se ha retraído hasta el punto de desaparecer" -advierte Olson. "Es probable que, para muchas mujeres, nunca se haya roto". Es más verosímil que el dolor y el sangrado provengan por la contracción de los fuertes músculos de la vagina por el estrés. Esto descarta igualmente las pruebas de virginidad basadas en la "tersura" genital.
"Es violencia sexual"
Rebatidas las premisas físicas de la prueba de la virginidad, las investigadoras abordan sus efectos psicológicos sobre las mujeres que son sometidas a ellas. Las consecuencias son desoladoras, comenzando por el propio terror al sufrimiento físico que comportan. En Turquía, citan, cinco chicas prefirieron envenenarse con raticida antes de ser examinadas, denunciaba Amnistía Internacional en 2015.
Las mujeres que han superado el trauma, recogen, han sido diagnosticadas con "ansiedad, depresión, pérdida de autoestima e ideas suicidas"; si además han sido rechazadas, las consecuencias sociales y culturales se vuelven atroces. En la mayoría de los casos la prueba de la virginidad se realiza sin el consentimiento de la menor. "Se trata de una forma de violencia sexual".
La relación del himen con la virginidad no deja de ser un mito arraigado que aflora incluso en lo estético, con la moda de las "reparaciones" quirúrgicas. "Tenemos que dejar de hablar así" - zanja Olson. "La virginidad es un constructo cultural basado en el género, no una realidad médica. Nadie puede quitártela".