La kombucha es la bebida healthy de moda. El último boom nutricional que ha irrumpido en el mercado. Todo un elixir que, según dicen, beneficia nuestro sistema cardiovascular, refuerza el sistema inmune, estimula el hígado, reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, combate el estrés, tiene efectos antivíricos y es capaz hasta de prevenir el cáncer. Ahí es nada. Un brebaje casi mágico que ha conquistado a celebrities como Gwyneth Palthrow, Leonardo Di Caprio u Orlando Bloom y que, al parecer, ha llegado a La Zarzuela gracias a la reina Letizia, que lo descubrió el pasado mes de agosto. Pero, ¿realmente es tan saludable como dicen? ¿Qué evidencias científicas hay de las bondades de la última sensación alimentaria?
Empecemos por el principio. La kombucha es un té fermentado que se elabora agregando un cultivo de bacterias y levadura a una solución de té verde o negro, azúcar y, a veces, zumo de frutas y otros aromas. Se le conoce también como "hongo de té" ya que, durante el proceso de elaboración, las bacterias y levaduras crecen en el recipiente en el que se elabora hasta convertirse en una masa que se parece al sombrero de una seta. El resultado es una bebida ácida de sabor dulce que posee cierta efervescencia y contiene azúcar, vitamina B, antioxidantes y un poco de alcohol como resultado del proceso de fermentación. En España se puede comprar por internet y en algunos herbolarios.
La realidad es que la mayoría de las afirmaciones que se realizan sobre el potencial curativo de la kombucha son infundadas. Se han llevado a cabo pocos estudios rigurosos sobre las bondades de este té de origen milenario y no existen prácticamente investigaciones sólidas realizadas en seres humanos. Así lo demostró hace algunos años Edzard Ernst, catedrático de Medicina de la Universidad de Exter y reputado especialista en medicina alternativa, que realizó una revisión sobre las evidencias clínicas de la kombucha. Su conclusión fue clara: "Los beneficios ampliamente indeterminados no superan los riesgos documentados de la kombucha, por lo que no puede recomendarse para uso terapéutico".
Los milagros no existen
A esta misma conclusión llegaron investigadores de la Universidad de Alaska Fairbanks en el año 2000, que trataron de encontrar evidencias de que su consumo favorecía la cognición, la pérdida de peso y la longevidad a través de un experimento que realizaron durante tres años en 64 ratones. Si bien es cierto que los ratones que consumieron kombucha vivieron un poco más de tiempo, los científicos concluyeron que los efectos y mecanismos comparables en los seres humanos eran inciertos, al igual que los problemas de seguridad, ya que se habían reportado "serios problemas de salud y muertes asociadas al consumo de kombucha".
La última revisión realizada por investigadores del Instituto de Microbiología y Biotecnología de la Universidad de Letonia fue publicada en 2014 en una revista de escaso impacto, Journal of Medicinal Food. En ella se vuelve a apuntar que, en base a los estudios realizados -la mayoría de ellos en ratas- "se disponen de muy pocas evidencias científicas que validen los efectos beneficiosos de la kombucha". Sin embargo, sí señala que posee propiedades antioxidantes, energizantes e inmunológicas.
Así, entre los riesgos más habituales asociados al consumo excesivo y/o contaminado de kombucha se encuentran algunas reacciones alérgicas, malestar estomacal, náuseas e infecciones de diversa índole. Según la Adrac (en inglés, Australian Adverse Drug Reactions, un organismo asociado al Departamento de Salud del Gobierno de Australia) también se han dado casos de hepatotoxicidad y acidosis láctica.
El principal problema viene de la elaboración casera de este té, que se promueve a través de distintas web y se suele realizar en condiciones no estériles, lo que facilita su contaminación. Tal y como explicó la nutricionista Ellie Krieger en un artículo en The Washington Post, la kombucha podría tener algunos beneficios para nuestra salud ya que, al igual que los yogures, por ejemplo, contiene bacterias probióticas y éstas pueden estimular la flora intestinal y ayudar a la digestión. Pero hasta ahí.
La kombucha puede ayudar a que nuestro estómago funcione algo mejor. Sin embargo, lo cierto es que no contiene ningún nutriente que no podamos encontrar en otros alimentos probióticos y antioxidantes cuya seguridad alimentaria está más que probada. Así, tal y como señalan algunos expertos, la inexistencia de estudios científicos que apoyen la ingesta de esta bebida a lo único que invita es a desconfiar más que a creer en superalimentos como éste.