La tentación es difícil de resistir. Un insomnio repentino, una visita al baño y un electrodoméstico que brilla y que parece llamarte como la televisión hacía con Caroline en Poltergeist: la nevera. Picotear algo por la noche es casi una tradición para todos aquellos que no duermen como troncos, pero no es una buena idea.
Y no porque, como ya sabíamos, es una forma casi infalible para ganar peso, sino porque es peligroso para la salud, como acaba de demostrar un estudio publicado en la revista Experimental Physiology. Y la culpa la tiene el reloj biológico, sí, ese extraño sistema que regula nuestro sueño y muchas cosas más y los investigadores de cuyos mecanismos han recibido el último Nobel de Medicina.
Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México lo han demostrado en un estudio en ratas, a las que midieron sus niveles de grasa, incluyendo los triglicéridos, en distintos momentos del día. Así, observaron que tras alimentar a los animales al principio de su periodo de descanso, los niveles de grasa en sangre se disparaban mucho más drásticamente que cuando les daban de comer al empezar su fase activa.
Los científicos fueron más allá y descubrieron que si extirpaban a las ratas la parte del cerebro que controla el reloj biológico, los niveles de grasa no cambiaban independientemente de cuando se alimentaran.
Los niveles altos de grasa en sangre se asocian a la enfermedad cardiovascular y al desarrollo de diabetes y, por tanto, estas dolencias tienen relación con un estilo de vida en el que los humanos ignoran las señales del reloj biológico, lo que incluye comer por la noche.
"El hecho de que podemos ignorar nuestro reloj biológico es importante para la supervivencia; podemos decidir dormir durante el día cuando estamos muy cansado o escapar del peligro durante la noche. Sin embargo, hacerlo a menudo dañará nuestra salud a largo plazo, sobre todo si comemos en momentos en los que deberíamos estar durmiendo", explica el autor principal del estudio, Ruud Bujis.
Este experto indica a EL ESPAÑOL que existen muy pocos estudios en humanos que demuestren qué tipo de comidas son las que más hay que evitar, pero que trabajos en animales apuntan a la peor combinación: dulce en combinación con grasas. Así, la bollería sería uno de los peores enemigos en esos atracones nocturnos.
Para Bujis, los resultados del estudio son extrapolables a humanos, porque todo parece indicar que compartimos ese tipo de mecanismos con las ratas. "Sin duda los roedores nos pueden enseñar mucho y muy fácilmente qué estrategias seguir para evitar ciertas enfermedades", concluye.