La epidural, la técnica que permite a las mujeres tener partos sin dolor, ha sido uno de los grandes logros que la anestesiología ha conseguido implantar con éxito en miles de hospitales y que ha facilitado sobremanera la llegada de los niños al mundo. Esta técnica, inventada en 1921 por Fidel Pagés Miravé, un médico militar español, consiste en introducir un anestésico entre dos vértebras lumbares con el objetivo de bloquear las transmisiones nerviosas de la médula, de tal manera que se elimine el dolor del tren inferior del cuerpo.
Sin embargo, por extraño que parezca, hay algunos países avanzados, como es el caso de Japón, en los que este anestésico sigue sin gozar de una buena reputación. De hecho, en los últimos meses, en el país del sol naciente ha vuelto a ser cuestionado. El Gobierno japonés está investigando dos casos en los que, presuntamente, el uso de esta inyección pudo haber provocado daños cerebrales severos en una madre y su hijo recién nacido y la muerte de otra mujer.
Ambos incidentes, que saltaron a los medios de comunicación en agosto, han provocado que se desate un enorme debate en un país que, ya de por sí, tiene una de las tasas más bajas de uso de todos los países desarrollados, tal y como explicaban en un artículo de Quartz. Según las últimas cifras del Ministerio de Salud, Trabajo, y Bienestar Social del gigante asiático, sólo el 6,1% de las mujeres utilizó la epidural durante el 2016. Este porcentaje apenas ha aumentado cuatro puntos desde 2007, cuando sólo el 2,6% de las mujeres pedían esta técnica analgésica para poder dar a luz.
Por contra, en Estados Unidos, más de la mitad de las mujeres que paren usan la epidural. En Francia, esta cifra llega hasta el 80%. En nuestro país, según datos de 2014 del Ministerio de Sanidad, el 72% de las mujeres que van a dar a luz solicitan su aplicación. ¿Son infundadas entonces las alertas que se han despertado en Japón? ¿Qué riesgos tiene la aplicación de la anestesia epidural en las mujeres? ¿En qué casos se desaconseja su uso?
Un procedimiento "recomendable"
Según Emilia Guasch, vicepresidenta de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica (Sedar), la mala fama que pueda tener en España y otros países desarrollados proviene del "desconocimiento" y, en algunos casos, de una mala praxis ejercida por médicos que no son especialistas. "Igual que las sedaciones para endoscopia, la aplicación de la epidural en los partos pertenece a los anestesiólogos. Si es aplicada por médicos especialistas, no sólo no es peligrosa, sino que es recomendable", explica la anestesista.
Guasch, jefa de sección del Hospital Universitario La Paz de Madrid, reconoce que, como en otros muchos procedimientos médicos, puede haber complicaciones "incluso mortales". Sin embargo, se trata de casos muy raros que, si se detectan a tiempo en un centro hospitalario "con garantías", se suelen resolver sin mayores problemas. "El problema más habitual que ofrece la epidural es la punción dural accidental, que provoca cefaleas en los pacientes. Aun así, su incidencia no llega al 1%", subraya Guasch.
Hasta hace poco, a la epidural también se le achacaba un aumento en la incidencia de partos instrumentados. Según la anestesióloga, esta realidad es cada vez menos frecuente. "Con las nuevas infusiones que tenemos a nuestra disposición, no hay ninguna evidencia de que esto se siga produciendo ni de que aumente el riesgo de cesárea u otro tipo de problemas obstétricos".
Japón, sin embargo, vive una realidad paralela. Su impopularidad se encuentra enraizada a la idea en la sociedad de que las mujeres deben adoptar un rol natural ante el parto. Algo similar a la creencia proveniente de la tradición católica de que la maternidad debe estar asociada con el autosacrificio. A este inconveniente hay que unir la falta de especialistas anestesiólogos en el país nipón y el hecho de que la mayoría de los partos se llevan a cabo en clínicas pequeñas en las que son los propios médicos los que aplican la epidural.
Estos problemas son casi inimaginables en España, que lleva cerca de 20 años aplicando esta técnica analgésica. "La epidural es un derecho de las mujeres. Y para poder ejercer un derecho como éste, tiene que haber un acceso a una información veraz y científicamente documentada. Si las mujeres tienen esa información, podrán elegir en libertad de forma racional", finaliza.