Se llama píldora digital pero no es -por el momento- una aplicación que sustituya la administración de un medicamento por un click en el móvil o el ordenador. Sin embargo, es una gran avance en el campo de la salud digital ya que , por primera vez, va a permitir controlar uno de los grandes problemas de la farmacología moderna: la falta de adherencia a los tratamientos o, en otras palabras, el hecho de que los pacientes pasen de sus médicos y no se tomen las pastillas prescritas, bien porque les sientan mal, lo olvidan o se confunden con las dosis y los horarios.
El organismo que controla los fármacos y alimentos en EEUU, la FDA, aprobó este lunes el primer medicamento que se administra en comprimidos que cuentan con un sensor digital, que hacen rastreable su presencia en el organismo a través de un parche que se coloca en la espalda, a la altura de las costillas. El fármaco en cuestión es Abilify MyCite, la versión digital de un antipsicótico -aripiprazol es el principio activo- utilizado en pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión grave. Se trata de enfermos que tradicionalmente tienen problemas para tomar su medicación regularmente y, de esta manera, previa firma de un consentimiento informado, tanto ellos como sus médicos y los familiares que elijan podrán saber si las han consumido o no.
Si bien se trata de una noticia positiva desde el punto de vista de la innovación, el anuncio viene con polémica, como destaca un artículo publicado en The New York Times titulado Aprobada la primera píldora digital para generar preocupación sobre el Gran Hermano biomédico. En él, el profesor de Medicina de la Facultad de Medicina de Harvard Ameet Sarpatwari explica que la e-pastilla "tiene el potencial de mejorar la salud pública", especialmente para pacientes que quieren tomar su medicación pero se olvidan de hacerlo. Sin embargo, añade, "si se usa incorrectamente puede generar más desconfianza en lugar de confianza".
La nueva versión de Abilify permite a los psiquiatras y las personas designadas ver-a través de una aplicación que se instala en su teléfono móvil- la fecha y la hora del consumo de las pastillas. Una tecnología que, afirman en el rotativo estadounidense, genera preguntas sobre la privacidad y el hecho de que los pacientes puedan sentirse presionados a tomar medicación porque su médico les vigila.
Para el psiquiatra Peter Kramer, autor del libro Escuchando al Prozac (Seix Barral, 1984), es preocupante que se comercialice un fármaco con "chivato incorporado". La pastilla digital, sostiene, suena "como una herramienta potencialmente coercitiva".
Aunque Abilify MyCite es la primera medicación de este tipo, no va a ser la última. Otras empresas están desarrollando píldoras con sensores ingeribles incorporados -como ésta- y otras con un tecnología de reconocimiento visual capaz de confirmar si una paciente se ha tragado una pastilla o se la ha escondido debajo de la lengua.
Hay más aspectos polémicos en torno a esta aprobación, aunque uno de los más destacados por The New York Times es precisamente el tipo de fármaco elegido, un antipsicótico. Si bien es cierto que muchos pacientes que necesitan este medicamento tienden a dejar de tomarlo, los síntomas de sus dolencias incluyen paranoia e ideas delirantes, lo que hace cuestionable el hecho de que vayan a aceptar ser vigilados por una pastilla digital.
"Muchos de estos enfermos no toman la medicación porque no les gustan los efectos secundarios, no creen que tienen una enfermedad o porque se han vuelto paranoicos sobre sus médicos o las intenciones de los mismos", explica el psiquiatra de la Universidad de Columbia Paul Appelbaum. "¿Un sistema que monitorice su comportamiento y mande señales fuera de su cuerpo hasta su médico? Uno tiende a pensar que tanto en psiquiatría como en medicina general, un fármaco para casi cualquier otra dolencia hubiera sido mejor para empezar que uno para la esquizofrenia", añade.
Otro psiquiatra de la misma universidad, Jeffrey Lieberman, señala que a muchos de sus colegas les gustaría probar la pastilla digital, sobre todo en los pacientes que han experimentado su primer episodio psicótico y están en riesgo de parar la medicación porque se encuentran mejor. Sin embargo, el médico opina que el dispositivo ha sido aprobado para detectar el consumo de dosis, pero aún no ha demostrado que mejore la adherencia. "Es una ironía dárselo justo a personas con ideas delirantes, es como un Gran Hermano biomédico".
Otro problema es el coste de esta nueva vía de administración, que aún no ha sido fijado por las dos compañías involucradas: el laboratorio Otsuka -que fabrica el principio activo- y Proteus Digital Health, la empresa que ha creado el sensor comestible. Lo que sí se sabe es que se ha invertido mucho en el desarrollo y que diversas farmacéuticas lo han apoyado económicamente.
Más polémicas: el artículo pone sobre la mesa que las aseguradoras den a los pacientes incentivos para usarlas, ya que a largo plazo puede suponer un ahorro para ellas -la falta de adherencia a la medicación es muy costosa-. Así lo señala uno de los mayores popes de la salud digital, el director del Scripps Translational Science Institute, Eric Topol, que comenta que pueden surgir problemas éticos si el uso de la tecnología se incentiva tanto que "casi se llega a la coerción".
También podría ocurrir que se requiera el uso de las píldoras digitales para otorgar la libertad condicional o para que se permita a un paciente salir de un hospital psiquiátrico, lo que también sería polémico.