La temporada de setas no ha salido indemne de un otoño inusualmente cálido, seco y árido en el que el florecer habitual en otros años no ha llegado a producirse por la ausencia de precipitaciones. Los buscadores ya se han visto obligados a retrasar 20 días la salida por la prolongación insólita del verano, y la situación difiere por comunidades: si Cataluña, la vertiente atlántica y el Pirineo pueden esperar rehacerse gracias a los chubascos, Madrid, Aragón, Andalucía y las dos Castillas se enfrentan a terreno baldío.
La escasez de setas obliga a prevenir especialmente el consumo de las variedades tóxicas. El Servicio de Información Toxicológica (SIT), incluido en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y perteneciente al Ministerio de Justicia, atendió en su teléfono de emergencias 168 consultas relacionadas con setas a lo largo del año pasado. Lo hizo a través de su teléfono de emergencias, el 91 562 04 20. Los médicos expertos en toxicología al otro lado de la línea se ocuparon de cerca de 91.000 casos en 2016; si no lo tenemos ya guardado como número de marcación rápida, sería una buena idea hacerlo.
Quienes llaman a este número no son únicamente los ciudadanos. En el 60% de los casos se trata de profesionales sanitarios que buscan asesoramiento para tratar una potencial intoxicación. En el caso de las setas venenosas, el caso tipo es el de un médico consultando desde un centro de salud por un paciente que se ha expuesto por vía oral a una seta cuyo género no sabe identificar. El 63,1% de los casos se dan en el principal trimestre de la temporada, entre octubre y diciembre.
La mayoría de casos de envenenamiento por setas se dan en hombres a partir de los 15 años de edad. Y cerca de la mitad de las veces el hongo responsable de la intoxicación queda sin identificar, aunque la tipología de los síntomas aporta determinados indicios al experto en toxicología. El primer paso es el de estimar la gravedad del paciente en base a cuatro niveles:
- Intoxicación probablemente asintomática: Ya sea porque el producto es poco tóxico y/o porque la cantidad a la que ha estado expuesto el paciente es pequeña, no es de esperar la aparición de sintomatología en el intoxicado.
- Intoxicación probablemente leve: Cuando se estima, en virtud de los datos aportados, que puede aparecer cierta sintomatología aunque ésta será leve y transitoria.
- Intoxicación probablemente moderada: Cuando el médico que recibe la consulta considera que podría manifestarse sintomatología de carácter moderada.
- Intoxicación probablemente grave: Cuando la sintomatología que puede aparecer interesa a la vida del intoxicado.
Únicamente un 7,1% de las consultas por setas fueron clasificadas como de sintomatología grave en 2016, siendo más comunes las moderadas (29,8%) y las leves (25,6%). Sin embargo, el análisis de sus efectos arrojó en el 5,36% de los casos a la familia de las Amanita como sospechosa, y en el 4,76%, a la de las Lepiota. Se trata de las setas que encabezan el top ten de peligrosidad en España. Como curiosidad, un 10% de los casos de intoxicación no fueron ingestas accidentales, sino por buscar un colocón de setas alucinógenas.
Las setas que matan en España
Hay más de 1.500 especies de setas catalogadas en España, de las cuales entre 50 y 70 pueden considerarse como ciertamente tóxicas. Un decena de ellas se considera letal al tener capacidad de provocar daño hepático irreversible. El paciente las consumirá al confundirlas con setas comestibles, y probablemente mezcladas con otras de diferente tipo, lo que dificultará el diagnóstico.
"No existe ningún método directo simple para diferenciar las setas comestibles de las tóxicas" - zanjan desde el SIT. "Es indispensable conocer las especies letales sin fiarse únicamente de la práctica porque algunas pueden parecerse a las comestibles y sólo diferenciarse en las esporas". Ante la vastedad de la variedad micológica, el organismo prioriza el conocer las diez especies que en caso de ingesta accidental pueden poner en peligro nuestra vida.
Abre la lista la Amanita phalloides, la seta más peligrosa en nuestro medio debido a su abundancia y toxicidad. Tiene dos parientes menos frecuentes, la Amanita verna, seta de primavera, y la Amanita virosa, de otoño. Se encuentran principalmente en bosques de hoja ancha. Sus efectos comienzan entre ocho y diez horas tras la ingesta, con un cuadro digestivo con náuseas, vómitos y diarrea. Puede sucederse una fase asintomática 24-48 horas después, seguida de otra fase a los 3-4 días con afectación severa renal y hepática, coma y muerte.
La Galerina marginata es una seta pequeña que crece en los troncos y las ramas secas de los pinos, y puede producir tras su ingesta una clínica similar a la de la ingesta de Amanita phalloides. Las dos Lepiota, la helveola y la brunneo-incarnata, también crecen en bosques de hoja ancha y al borde de los caminos. Los síntomas de intoxicación pueden aparecer al cabo de las 7 a 48 horas tras la ingesta, con clínica inicialmente digestiva, seguida de afectación hepática e insuficiencia renal en la fase final.
Las Cortinarius orellanus y Cortinarius speciosissimus también pueden producir intoxicaciones severas de evolución fatal. Inicialmente se manifiesta como un cuadro autolimitado de náuseas, vómitos o diarrea leves. Entre dos y 15 días tras la ingesta, sin embargo, se puede desarrollar anorexia, escalofríos, cefalea, dolores musculares y articulares, sed intensa, hormigueos, dolor abdominal en flancos y otros síntomas generales hasta la presentación de insuficiencia renal.
La Gyromitra esculenta, si se consume cruda o poco cocinada, puede también ser mortal. Puede presentar un cuadro clínico a las pocas horas de su ingesta con vómitos, náuseas y dolor abdominal seguido por la afectación del sistema nervioso con debilidad, incoordinación, convulsiones, delirio y coma. También se ha asociado a casos de afectación renal y hepática, y en determinadas ocasiones, a la destrucción masiva de células rojas sanguíneas y alteraciones en la cesión del oxígeno a los tejidos.
El Paxillus involutus, que se consideraba comestible hasta que se probó que destruía los glóbulos rojos, y el Entoloma lividum, llamado 'pérfido' por su similitud con variedades comestibles, completan la lista.
Como norma general, el Servicio de Información Toxicológica insta a consumir únicamente setas de especies que tengamos identificadas convincentemente como comestibles, y a no mezclarlas con otras que desconozcamos. Recomiendan no coger setas alteradas por la edad, parásitos, heladas o lluvias, como tampoco las que crecen en vertederos, cercanías de fábricas o lugares con tráfico.
Hay que evitar que las manipulen los niños, y a la hora de comerlas, siempre deben de estar bien cocinadas. Preferentemente no se deberían comer más de 250 gramos de setas a la semana, y conviene guardar siempre un fragmento en la nevera hasta unos días después que ayude al experto a identificarla en caso de intoxicación.
Por último, el SIT ofrece este listado de desmentidos para esgrimir la próxima vez que un familiar, pongamos un cuñado por ejemplo, insista en llevarnos a por setas:
- No es verdad lo de la cucharilla de plata ennegrecida con setas cocidas.
- No es cierto que con las setas tóxicas el ajo o la cebolla se ennegrezca.
- No es cierto que se envenenan si pasan cerca erizos o serpientes.
- Es falso que pierdan la toxina con vinagre o sal.
- Es falso que si están mordidas por animales son comestibles. Su sensibilidad al veneno es distinta. La toxicidad puede estar diferida y el animal puede haber muerto después.
- No es cierto el que son tóxicas las que cambian de color al partirlas. Por ejemplo, la seta comestible Boletus cyanescens pasa a azul cuando se le corta y en cambio las Amanitas tóxicas no viran de color.