En las competiciones de galgos, afirman fuentes de la lucha antidopaje española, ha habido este año varios y variados casos de dopaje. “Pero fíjese un momento”, pregunta un experto: “Cuando confirmamos un caso, ¿a quién debemos sancionar? ¿Al dueño del perro, al preparador, al tío que lo llevó a la carrera o a su veterinario?”
En España (y en el mundo) el animalismo vive un momento de esplendor, pero llama la atención la escasa atención que recibe una práctica asombrosamente extendida en el mundo del deporte: el dopaje animal, que además del elemento de trampa y corrupción inherente a todo ‘doping’ incorpora un ingrediente particularmente siniestro: al sujeto inoculado con sustancias perjudiciales no se le pregunta si quiere o no doparse, y tampoco puede quejarse cuando siente (como pasó hace algún tiempo con dos bueyes en Erandio) que el corazón está a punto de reventarle por exceso de anfetaminas en sangre.
‘Doping’: opio y narcóticos
Quizá no debería sorprender tanto la presencia de sustancias dopantes en organismos animales. La propia palabra ‘doping’ nació para referirse a animales: fue registrada por primera vez en 1889 (en un diccionario inglés) para denominar una mezcla de opio y narcóticos que se usaba en carreras de caballos. De hecho, los primeros controles antidopaje no fueron con humanos, sino con cuadrúpedos, en 1910. (El Comité Olímpico Internacional no aplicaría controles en humanos hasta 1964, cuatro años después de la muerte del ciclista danés Knud Jensen por un consumo excesivo de anfetaminas en los Juegos de Roma).
130 años después de la aparición del término, caballos, perros, bueyes y hasta palomas son intoxicados con una frecuencia preocupante. Se adultera la competición y la salud de los animales con sustancias muy diversas: desde cafeína, teobromina y lidocaína hasta cocaína, ‘speed’ y otras anfetaminas. En Bélgica, donde hay afición a las carreras de palomas (un ave ganadora puede valer hasta 300.000 euros en el mercado), se han detectado pájaros con cocaína y todo tipo de analgésicos en el riego sanguíneo. No hay animal inmune al envenenamiento con fines lucrativos: “Cuanto más dinero hay en premios y apuestas, evidentemente más riesgo hay”, admite un portavoz del CSD.
Casos llamativos asoman a la prensa europea con creciente frecuencia. Este verano el galgo campeón de Irlanda, Clonbrien Hero, dio positivo por benzoylecgonina (uno de los compuestos principales de la cocaína) en el Curraheen Park Greyhound Stadium de Cork: una carrera que otorgaba al dueño un premio de 30.000 euros y donde se movieron cientos de miles de euros en apuestas.
España no es una excepción en este asunto. El mes pasado dos ganaderos vizcaínos fueron puestos a disposición judicial por su presunta implicación en un caso de dopaje en bueyes de idi probak, un deporte tradicional que se ha convertido en un foco de animales drogados (generalmente con anfetaminas) para arrastrar más rápidamente su carga de piedras (entre una y dos toneladas) y llevarse -es decir, sus dueños- cuantiosos premios en efectivo.
En agosto de 2014 dos bueyes de 800 kilos fallecieron tras completar una de estas pruebas por "sofocación y agotamiento extremo, disnesia, ataxia y temblores musculares que condujeron a una muerte agónica". Su dueño fue condenado a tres meses de prisión y un año de inhabilitación.
Deporte rural vasco
En el País Vasco, las competiciones de fuerza entre animales sanos que entroncan con las tradiciones rurales propias se han contaminado hasta el punto de que los propios ganaderos sospechan entre sí. Cuando los bueyes se comportan extrañamente, la comidilla en el pueblo es que todos van con algún estimulante fuerte (incluso se hace el silencio, según cuentan las crónicas). La extensión de la corrupción en estas modalidades ha disminuido notablemente el mercado de apuestas: una prueba concluyente de la generalización de los amaños.
Bernardo Ureta, expresidente de la Federación Vasca de Herri Kirolak (Deporte Rural Vasco), abandonó el cargo en 2016 ante la impotencia en su lucha contra el dopaje en estas devaluadas pruebas rurales. (Ha habido varios bueyes y caballos fallecidos tras competir en diversas localidades vascas en los últimos tres años). Declaró al diario El Mundo que las autoridades forales “se lavaban las manos” cuando detectan un positivo, dejándolo todo a las federaciones (que, en un círculo perverso, no tienen recursos para encargarse de su tramitación e instrucción).
La situación empeoró tanto que parece haber llamado la atención por fin del Gobierno vasco: este año se han abierto varias investigaciones sobre conductas irregulares con animales de competición. La costumbre de abusar de animales para triunfar en el deporte con trampas podría verse seriamente dificultada si las autoridades públicas afrontan por fin el problema con una ley específica, afirman a EL ESPAÑOL diversas fuentes desde el anonimato.
En algunos pueblos vascos la gente ya ni sigue las pruebas de arrastre de piedra. Como decía este año el pie de foto de un periódico local junto a la imagen de un hombre con una pareja de bueyes: “Tres participantes en la prueba de idi probak. A la derecha, el dueño de los animales”.
Un reglamento por animal
La Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD) medita elaborar una ley específica sobre esta práctica (la idea formó parte del discurso de toma de posesión de su director, José Luis Terreros, en marzo de este año). La voluntad estaba claramente en el ánimo del legislador desde hace tiempo, como demuestra que la Ley 3/13 del Dopaje estableciese (en su Disposición Adicional 3ª) que “en el plazo de seis meses a contar desde la entrada en vigor de la presente Ley, el Gobierno deberá presentar un proyecto de Ley de lucha contra el dopaje animal”.
La ley fue promulgada en junio de 2013, pero la petición del Parlamento al Gobierno ha sido ignorada hasta ahora por varios ministros, presidentes del Consejo Superior de Deportes (CSD) y directores de la AEPSAD. La situación cambiará próximamente, según adelantan a EL ESPAÑOL fuentes de esta institución, para quien la principal duda es si establecer una regulación basada en los reglamentos de las federaciones deportivas con animales implicados (caballos, galgos y palomas) o elaborar una nueva. La dificultad de legislar en este ámbito, insisten, viene dada por la necesidad de desarrollar una regulación para cada animal: no es lo mismo, por ejemplo, tomar muestras a un caballo que a una paloma.
Actualmente, la competencia para sancionar las infracciones cometidas por dopaje en España la posee la AEPSAD, que depende de los controles realizados por la Real Federación Hípica Española y la Federación Española de Galgos.
Reforma del Código Penal
Algunas federaciones venían pidiendo una ley general sobre este tipo de corrupción deportiva. La reciente reforma del Código Penal en materia de maltrato animal (artículos 337 y 337 bis) significó un gran avance en materia de protección de animales, como reconocen organizaciones de defensa de sus derechos, pero no existe una legislación específica relativa al dopaje en mamíferos o aves.
Venancio García, secretario general de la Federación Española de Hípica, afirma a este periódico que “es necesario un marco actualizado en materia antidopaje que sirva de referencia”, y pone de ejemplo, como “marco ideal” para estos deportes, el código de la Federación Ecuestre Internacional: una normativa que distingue entre sustancias dopantes prohibidas y sustancias no permitidas para competir (porque otorgan ventajas deportivas), pero que no se administran para mejorar el rendimiento deportivo, sino por otros motivos: por ejemplo, una aspirina.
Esto, abunda García, habilita un doble régimen sancionador: en el caso de estas segundas sustancias de tipo médico, los castigos son de índole administrativa y no conllevan la expulsión de la competición (salvo en caso de reincidencia). Como en el caso del dopaje humano, pueden solicitarse a las autoridades antidopaje excepciones por cuestiones de salud: “El ejemplo típico”, explica García, “son yeguas en época de fertilidad. Pero suelen ser muy restrictivos, dado que los caballos no hablan”.
Fuentes consultadas que prefieren no aparecer con su nombre coinciden generalmente en que el dopaje en caballos no es un problema demasiado extendido en España, dada la existencia de controles, pero destacan la elevada incidencia del mismo en el mundo árabe, “probablemente por una cuestión cultural: si ni siquiera los derechos de las mujeres están completamente garantizados, imagínese los de los animales”.
Como en la canción de Jorge Drexler, en el mundo del deporte existen también perros cocainómanos, bueyes adictos al ‘speed’ y caballos en permanente viaje de anfetaminas. El mundo de las apuestas configura un negocio particularmente lucrativo en el que un animal puede valer mucho más (según el deporte) que un atleta de élite. Ello justifica el maltrato continuo hasta que, por edad, muerte o sacrificio, los animales dejan de ser rentables.
Mundo “turbulento” y “manipulable”
El mundo de las carreras de galgos, reconoce un veterinario especializado a EL ESPAÑOL, es “turbulento” y “manipulable”. “Hay casos”, reconoce, “pero desde que se establecieron controles han descendido y existe el problema de que cualquier cosa es magnificada: por algún motivo que desconozco, es un deporte con detractores. Y por un caso se hace un mundo”.
El veterinario explica que los controles antidopaje de los galgos suelen ser análisis de sangre, no de orina, “al haber menos recursos que en canódromos australianos o irlandeses, por ejemplo. Allí sí saben cómo hacerlos”.
Existen fundamentalmente dos tipos de competiciones de galgos: en campo abierto y en pista (una derivación de los antiguos canódromos). En el primer caso, explica el veterinario de la Federación de Castilla-La Mancha, José Ignacio Vargas, “dar al perro un estimulante, como una anfetamina, además de un delito puede ser contraproducente. Como no se sabe exactamente cuándo va a correr el animal, puede producirse un efecto campana: la sustancia puede ‘subir’ cuando no hace falta”. Y a la inversa: es factible que el galgo se vea obligado a correr en pleno bajón, de ‘resaca’.
Las carreras en pista son más proclives a las trampas, pero Vargas califica de “muy complicado” burlar los controles y establece una diferencia esencial entre España y países como Australia o Irlanda (o los bueyes en el País Vasco): “Aquí no se mueve dinero a esos niveles; de hecho, un criador de un campeón ‘palma’ bastante dinero al año. Es un tema cultural. Por supuesto que los controles disuaden, que todo el mundo quiere ganar, pero las victorias en las carreras de galgos se hacen fundamentalmente por prestigio y por afición, no por dinero. Cuando no hay dinero, la presión por ganar baja mucho”.
Hay casos de galgos intoxicados, no obstante, que han llegado hasta el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD). Según Vargas, la mayor parte de los positivos registrados en estas competiciones “se dan por la presencia de componentes prohibidos (como la cafeína) incluidos en productos extranjeros, comprados fuera, que además de electrolitos y otras sustancias para recuperar traen pequeñas trazas de sustancias prohibidas aquí. Les llamamos 'despistaos'".