Pocos dolores son comparables a quemarse la lengua con una bebida ardiendo. Imaginemos sufrirlo en cada momento de nuestra vida, independientemente de lo que ingiramos, una quemazón lacerante continua en el interior de la boca pese a no tener ninguna lesión aparente. Este tormento es el que sufren las personas con Glosodinia o 'Síndrome de Boca Ardiente', un mal que desconcierta a los especialistas.
Es lo que le sucedió a un trabajador sanitario de Toronto, Canadá, que ha relatado el extraño caso en Popular Science. El trastorno se desencadenó sin previo aviso en febrero del pasado año mientras cenaba. Tomó un sorbo de su copa de vino. "Me quemó la boca en cuanto empecé a beber" - describe el hombre que ha pedido ser identificado como Greg. Pero peor todavía, el ardor en la lengua y el paladar no remitió en los días siguientes, pese a que no tenía lesiones visibles.
"Era especialmente intenso durante el día, pero remitía por la noche" - relata. Su médico de familia le diagnosticó una infección de hongos, pero el tratamiento antifúngico no obtuvo resultados. Otro médico le recomendó un análisis de sangre para descartar un trastorno antiinmune. Finalmente, le recomendaron a Miriam Gurshka, odontóloga especialista en dolor que lleva años tratando casos de Síndrome de Boca Ardiente (Burning Mouth Syndrome o BMA en inglés).
"La gran mayoría de casos son benignos, pero interfieren en la vida cotidiana" - explica la especialista canadiense, que trata en estos momentos a cerca de 15 pacientes. "Lo describen como una sensación de quemarse con café caliente que nunca se va". Dado que el mal no tiene causas locales o sistemáticas, se asocia con algún tipo de trastorno nervioso o como expresión somática de una alteración psicológica, aunque la importancia de estos factores es motivo de debate.
El caso de Greg es raro, ya que es más frecuente que el BMA se desencadene en mujeres en la menopausia o en proceso perimenopáusico. Se acompaña de alteraciones como sabores metálicos o amargos continuos, picores en el interior de la boca e intolerancia a elementos externos como implantes. Este continuo malestar provoca problemas psicológicos a los pacientes o empeora los ya existentes. Como describía el paciente, el dolor se atenúa por las noches, pero puede causar perturbaciones del sueño.
Dadas las múltiples incógnitas que rodean al BMA, el principal problema es el de encontrar un tratamiento que mejore la calidad de vida de los pacientes. "Muchas veces su dentista le cambiará los empastes o los implantes para ver si eso mejora en algo" - explica Gurshka. "Yo intento concienciarles de que, ante estos síntomas raros, se puede estar provocando daños irreparables". Por su parte, Greg declaraba que en último año el trastorno ha afectado a su vida social hasta el punto de no poder disfrutar de una conversación. "Estoy pendiente todo el rato de lo que le ocurre a mi lengua y me distrae".
La doctora Gurshka, sin embargo, ha dado con un paliativo parcial por pura casualidad. Una de sus pacientes empezó a tomar clonazepam, una medicación que se prescribe para casos de epilepsia o ataques de ansiedad, y vio desparecer su BMA por completo. La especialista probó entonces a proporcionar pequeñas dosis del fármaco y descubrió que que mejoraba los síntomas del ardor y los sabores extraños en la boca en dos tercios de los casos. Por qué funciona con unas personas y con otras no, sin embargo, es algo que queda pendiente de desentrañar.