Aproximadamente 3 de cada 10 españoles sufren miedo o ansiedad a la hora de acudir al dentista. Esto es un verdadero problema, pues las visitas periódicas son de vital importancia para prevenir problemas como las caries o las gingivitis. Pero hay que entenderlo, habida cuenta que incluso para las tareas más rutinarias se utilizan instrumentos que parecen fabricados por la mismísima Inquisición.
Por eso, hay toda una línea de investigación que busca nuevos métodos indoloros e inocuos con respecto a los convencionales, con el fin de conseguir normalizar las visitas al dentista y reducir los casos de enfermedades odontológicas. Y un curioso ejemplo lo ha llevado a cabo un equipo de ingenieros de la Universidad de California, utilizando para ello un material insólito: la tinta de calamar.
Del mar al diente
Las técnicas que normalmente se utilizan para diagnosticar enfermedades periodontales pasan por el uso de herramientas metálicas que se introducen entre las encías y los dientes, causando molestias cuando no dolor en el proceso. Los ingenieros estadounidenses buscaban en la naturaleza un método menos agresivo pero igualmente útil para detectar este tipo de trastornos.
Finalmente, recurrieron a la tinta de calamar de uso alimentario. Mezclada con agua y almidón de maíz, da lugar a una sustancia que puede usarse como una especie de contraste para identificar anomalías en las encías cuando se les proyecta un rayo láser.
El procedimiento es muy sencillo. El paciente hace gárgaras con la mezcla de tinta, que rápidamente impregna toda la boca, permitiendo que las nanopartículas de melanina penetren en los bolsillos de las encías.
A continuación, se hace incidir el haz láser con el fin de que los ultrasonidos creen un mapa completo de las encías basado en la presión generada en cada una de las zonas en las que se introdujo la tinta. De este modo, se pueden localizar anomalías sin causar ningún tipo de trauma en el paciente.
Problemas éticos
Si finalmente se consiguiera implantar esta técnica, la demanda de la tinta de calamar crecería notablemente, generando problemas éticos referente a la sostenibilidad del producto. Hay tiempo, sin embargo, para buscar alternativas como la creación de una tinta sintética que conserve las propiedades de la vertida por estos cefalópodos sin tener que capturarlos.
Hasta entonces, habrá que soportar las técnicas tradicionales y sobreponernos al temor de acudir al dentista. Si no lo hacemos, las consecuencias pueden ser muy peligrosas para la salud. Y eso sí que da miedo.
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