En la inmortal Macbeth de William Shakespeare, estrenada en 1606, el protagonista asiste a una de las profecías que le hacen las brujas que auguran su impensable llegada al trono de Escocia. Ésta dice que no podrá ser muerto por ningún hombre nacido de mujer, lo que sin duda es tranquilizador. El escenario cambia cuando otro de los personajes, Macduff, le dice que le sacaron antes de tiempo del vientre de su madre, que había fallecido así antes de que él naciera.
Es la referencia literaria más conocida de un procedimiento médico que hoy en día dista de ser una excepción: la cesárea. La extracción quirúrgica del feto a través de una incisión en el vientre de la madre es un proceso que, tradicionalmente, se desarrolló para salvaguardar la vida de ésta y de su hijo en situaciones en que alguno de los dos corriera peligro por un parto natural.
Pero las cosas han cambiado mucho en la actualidad. Lo que debería ser una alternativa es la práctica mayoritaria en muchos países y, en los que no, se lleva a cabo mucho más de lo debido. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuestionó la recomendación generalizada desde 1985 por el estamento médico: que las tasas debían situarse entre el 10 y el 15% de los partos. Sin embargo, subrayaba la evidencia científica de que las tasas de cesárea superiores al 10% no están asociadas con una reducción en las tasas de mortalidad materna y neonatal.
En España, según el Ministerio de Sanidad, el 25,4% de los partos que se atienden acaban en cesárea, una cifra que es mayor en los hospitales privados que en los públicos.
Ahora, una revisión publicada en la revista PLOS pone el foco en las consecuencias beneficiosas y negativas de este tipo de cirugía, así como en sus efectos tanto sobre las madres como sobre los bebés nacidos por cesárea. Se trata de un análisis de 79 estudios en lo que, en total, participaron 29.928 personas. Sin duda, una cifra nada desdeñable.
Lo que se vio es que las mujeres que se sometían a una cesárea tenían un menor riesgo de sufrir incontinencia urinaria y prolapso pélvico en el futuro, pero más posibilidades de sufrir un aborto en sus embarazos posteriores y otros problemas como la placenta previa.
Además, la forma de venir al mundo tenía también impacto en la salud de los hijos. Los niños nacidos por cesárea tenían mayor riesgo de asma hasta los 12 años y de padecer obesidad hasta los 5.
El gran pero de este estudio es el propio diseño de los trabajos en él incluidos; la mayoría son observacionales, por lo que no se puede establecer una relación causa - efecto. "No podemos estar plenamente seguros de las causas de las complicaciones asociadas a la cesárea, pero parece probable que muchos de sus riesgos tengan que ver con el hecho de que se raje el vientre de la mujer; a su vez, el efecto protector de esta práctica frente a la incontinencia urinaria y el prolapso parece deberse a que se evita el daño del suelo pélvico que se produce en un parto natural", explica a EL ESPAÑOL Sarah Stock, autora principal del estudio.
La investigadora de la Universidad de Edimburgo aclara que para algunas mujeres el parto vaginal "no es una opción, porque hay una indicación clara de cesárea". Sin embargo, señala, no es el caso para la mayoría, que pueden elegir entre ambos métodos. "Lo que podemos deducir de este estudio es que, cuando se consideran las complicaciones a largo plazo, hay riesgos y beneficios para ambas formas de dar a luz que, en términos generales, son ambas seguras", añade.
La ginecóloga no se moja a la hora de decantarse por uno u otro método y tampoco se ve especialmente sorprendida por las tasas españolas. "Son las típicas de Europa occidental. Las cifras son más altas en Norteamérica -de un 32%- y en Sudamérica - de un 41%", comenta. "Es difícil saber cuál es la tasa ideal, porque la cesárea puede ser una operación que salve la vida de una mujer o de su hijo pero, como hemos demostrado, puede provocar complicaciones serias en el futuro", añade.
La experta cree que, hasta ahora, la comunidad médica se ha centrado a menudo en los riesgos a corto plazo y se han descrito menos las consecuencias a largo plazo de las cesáreas, algo que espera que cambie tras la publicación de este estudio.