El día 15 de diciembre tras 36 semanas de gestación nació una niña en São Paulo (Brasil). Pesó dos kilos y medio, midió 44,5 centímetros, fue un parto por cesárea. Tres días después madre e hija estaban en su casa. Es el apacible final de un embarazo que ha significado sin embargo un hito dentro de las técnicas de reproducción asistida, porque la gestante hace apenas un año no tenía útero.
La hoy feliz madre nació sin útero debido a una enfermedad llamada síndrome de Rokytansky, y por lo tanto sin opciones de ser madre biológica, hasta que se sometió a un programa en el Hospital Las Clínicas de la Universidad de São Paulo. En septiembre de 2016 se le implantó el útero de una donante fallecida y un mes después con 33 años tuvo por primera vez en su vida la experiencia de la menstruación. Antes de acabar este 2017, ha conseguido su sueño de ser madre.
"Se abre una nueva perspectiva que puede llevar la esperanza a las mujeres cuyo útero no está preparado para la gestación de una forma natural" dice a EL ESPAÑOL Dani Ejzenberg, el médico del Centro de Reproducción Humana del Hospital Las Clínicas que ha hecho posible este hito médico.
La gestación en un útero procedente de una mujer muerta ya se intentó sin éxito en 2011 en Turquía. Derya Sert efectivamente recibió ese útero y se quedó embarazada, pero la gestación no llegó a buen fin. En 2014 un equipo de médicos entre los que se encontraba el ginecólogo español César Díaz-García consiguió en Suecia que una mujer trasplantada de útero diera a luz en Suecia. La diferencia es que aquella donante estaba viva, mientras que ahora en Brasil se consigue por primera vez que el útero de un cadáver sea apto para la reproducción en otra gestante. El procedimiento con úteros de donante viva se ha repetido en varias ocasiones, la última en EEUU.
"Es muy importante para las mujeres. A partir de ahora podrán tener otra posibilidad aparte de la de esperar a una donante viva. Además cuando se usa una donadora fallecida se evitan los riesgos que supone la operación para la mujer sana que cede su útero. Solamente tenemos una paciente con riesgo quirúrgico", comenta a este diario Dani Ejzenberg, el ginecólogo que acompañó a la madre en el trasplante de útero, en la fecundación in vitro y en la cesárea que cerró el proceso con éxito.
El equipo de ginecólogos del Hospital Las Clínicas de São Paulo está esperando la llegada de nuevos nacimientos en 2018 para afianzar el éxito de esta técnica. Según Ejzenberg, en esta primera experiencia fue determinante que estaba demostrado que la donante era fértil puesto que ya había tenido 3 hijos, además de ser una mujer joven (falleció con 45 años).
"Calculamos que dentro de uno o dos años ya haya úteros en los bancos de donantes y varios centros especializados en este tipo de operaciones, la técnica debe mejorar un poco y va a ser una opción real para las mujeres" Asegura a EL ESPAÑOL Wellington Andraws, el coordinador de trasplantes del Hospital Clínico de São Paulo.
A partir de este momento, el debate que se abre es más ético que médico. Hay voces que cuestionan los gastos y riesgos para las pacientes de este tipo de intervenciones. Este embarazo no presentó mayores complicaciones, pero la paciente tuvo que tomar medicamentos inmunosupresores. Esto provoca una mayor vulnerabilidad a enfermedades comunes como infecciones. Además el útero fue retirado después de la cesárea, es decir, permaneció poco más de un año en el cuerpo de la paciente receptora.
Andraws justifica la pertinencia de los trasplantes de útero "aunque no es un órgano vital para la persona, viene a mejorar la vida de las mujeres y parejas, es lo mismo que los trasplantes de cara, mano, pene, y otras intervenciones que buscan que las personas mejoren su calidad de vida".
El hecho de que una mujer pueda recibir y gestar no sólo un embrión sino el propio útero abre un camino de posibilidades, como la maternidad de los hombres o transexuales. Andraws se muestra optimista en entrevista a EL ESPAÑOL: "Si se implanta el útero y se da un tratamiento hormonal al paciente, va a poder gestar, desde el punto de vista anatómico, hormonal y médica es posible, va a ser un debate ético que todavía no ha sido abordado, pero la posibilidad médica está ahí".
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