Que una molécula ligada a la reproducción, a la atracción sexual y al florecer de la pubertad lleve la palabra kiss -'beso'- en el nombre parece una brillante maniobra de markéting. Sin embargo, es fortuito. Cuando en 1996 el Dr. Danny Welch descubrió en su laboratorio de Hershey (Pennsilvania) el gen que la codifica, lo bautizó como KISS1 en homenaje a una especialidad local: los Hershey's kisses, unos bombones de chocolate.
La primera denominación de la kisspeptina fue de hecho metastina, ya que la función identificada por Welch era la de suprimir la metástasis en tumores de pecho o en el melanoma. En las dos décadas posteriores, sin embargo, se ha ido revelando como protagonista necesaria de nuestra vida sexual. Es la responsable de desencadenar el desarrollo en la adolescencia mediante la secreción de gonadotropinas. La función que juega en el cuerpo de la mujer adulta se desentrañó a continuación: regula la ovulación y se expresa abundantemente durante el embarazo.
Si la kisspeptina juega un papel determinante para ellas años después de haber pasado la pubertad, ¿no lo tendrá también para el hombre? Es lo que se propuso averiguar un grupo de investigadores del King's College de Londres, cuyas s conclusiones se ha hecho públicas en la conferencia anual de la Society for Endocrinology. Y resulta que esta hormona es una celestina tan habilidosa como persistente a la hora de juntar a una potencial pareja para el amor, y su bolsa de trucos no tiene fondo.
La clave está en la región del cerebro denominada amígdala, que regula algunos de los comportamientos de supervivencia primitivos. Entre ellos, el reproductivo o el de huida, relacionado con la ansiedad social. Y el área posterodorsal del cuerpo amigdalino (MePD) aloja neuronas que son receptivas a la kisspeptina. Es la misma zona sensible a las reacciones provocadas por las feromonas, ingrediente indispensable de la atracción sexual en la naturaleza.
El equipo del Dr. Daniel Adekunbi procedió a estimular esas neuronas del MePD en ratones machos dentro de un entorno controlado. Una vez activadas, los sujetos se interesaban más por las hembras y participaban más en las relaciones sociales. A continuación se les sometió a un test de ansiedad estándar en el que se comprobó que sus niveles de estrés habían disminuido. La conclusión fue que la kisspeptina había despertado su apetito sexual al tiempo que les predisponía a relacionarse con más facilidad con otros individuos.
Si parecen haber hallado el Santo Grial contra la timidez, la torpeza y la desgana para caballeros de cualquier edad que buscan pareja, el doctor Adekunbi adelanta que espera extrapolar los resultados a humanos, pero en situaciones clínicas. "En los hombres, los trastornos relacionados con la ansiedad van de la mano de la disfunción eréctil. Nuestro trabajo sugiere que activar las neuronas receptivas de la kisspeptina en la MePD coordina la preferencia sexual y la ansiedad hacia la cópula, propiciando el grado máximo de éxito reproductivo para el macho".
Kisspeptina como afrodisíaco
Una cena romántica, música de Julio Iglesias, una botella de vino... y kisspeptina en el ambiente. El trabajo de los investigadores no ha llegado a determinar si esta hormona tienen el mismo efecto a la hora de despertar el deseo sexual en las mujeres tal y cómo lo hace en hombres. Sostienen que hay indicios, sin embargo: estudios conductuales han permitido observar que los hombres tienden a encontrar más atractivas a mujeres que están ovulando y produciendo kisspeptina.
Investigadores de una institución hermana, el Imperial College de Londres, ya probaron los efectos afrodisíacos de la kisspeptina en humanos como posible tratamiento a la incapacidad de concebir por causas psicosexuales. Para el estudio, publicado en el Journal of Clinical Investigation, inyectaron a 29 estudiantes alternativamente con la hormona y con un placebo. A continuación les mostraron imágenes de parejas tanto en actitud romántica como explícitamente sexuales.
Los jóvenes que habían recibido kisspeptina mostraron una actividad aumentada en el área cerebral vinculada al amor y al sexo. Los sujetos contemplaron también representaciones emocionalmente negativas. Entre quienes habían recibido la hormona el efecto fue menor, sugiriendo una confirmación de su efecto protector contra la ansiedad e incluso la depresión.
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