Ahora mismo hay, al menos, 1.296.000 personas practicando sexo en algún lugar del mundo. Y quizá tú también deberías ponerte a ello (en cuanto acabes de leer el artículo). Además de existir un consenso bastante amplio en que es una actividad placentera, el sexo tiene numerosos efectos saludables: alivia el dolor, previene incontinencia o enfermedades de próstata, es un potente antidepresivo y refuerza la memoria, entre otros muchos.
Una investigacion publicada en Journal of Sex & Marital Therapy asegura que tener buen sexo está relacionado con la concentración plena: las personas que meditan afirman tener más facilidad para la excitación, la lubricación, el orgasmo y el deseo. Pero este parece un beneficio de ida y vuelta: para el cerebro, practicar sexo rítmicamente puede ser el modo de alterar la conciencia. Al menos esto dice un estudio de la Universidad de Northwestern (EEUU), que explica que la actividad sexual rítmica influye en los ritmos cerebrales.
Después de revisar una ingente cantidad de literatura científica al respecto, el neurocientífico Adam Safron resolvió que, para alcanzar el orgasmo, el cerebro necesita algo parecido a entrar en trance. Según describe, en el artículo publicado en Socioaffective Neuroscience and Psychology, se consigue con una actividad sexual rítmica que lleva a un proceso llamado arrastre neuronal: si la estimulación sexual es lo suficientemente intensa y dura lo suficiente, la actividad sincronizada podría extenderse por todo el cerebro.
El investigador encontró paralelismos entre el clímax sexual y las convulsiones, así como con la música y la danza. Tanto en el orgasmo como en las convulsiones reflejas, las entradas rítmicas en los canales sensoriales resultaban en un proceso explosivo después de que se superaran ciertos umbrales de estimulación. Esto tiene relación con que las canciones rítmicas y las danzas sea partes casi universales del apareamiento, que se remontan cientos de millones de años atrás a nuestros ancestros comunes con animales prevertebrados como los insectos.
Otro trabajo realizado por investigadores canadienses también ve relación en cómo entiende nuestro cerebro la música y el sexo. De hecho, afirman que disfrutar de escuchar melodías se debe al mismo sistema que el del placer que causan las drogas, el sexo y la comida.
Esta sincronía puede producir focalizar tanto la atención que la actividad sexual supera la autoconciencia habitual, produciendo así un estado de absorción y trance sensorial, lo que puede ser crucial para desencadenar el clímax. La investigación, asegura, podría ser relevante para mejorar el funcionamiento sexual, alentando a las personas a enfocarse más en los aspectos rítmicos de la sexualidad.
"La idea de que las experiencias sexuales pueden ser como estados de trance es en cierto modo antigua. Pero resulta que esta idea está respaldada por la comprensión moderna de la neurociencia. En teoría, esto podría cambiar la forma en que las personas ven su sexualidad. El sexo es una fuente de sensaciones placenteras y conexión emocional, pero más allá de eso, en realidad es un estado de conciencia alterado", afirma.
Pero cuidado, esta alteración mental puede no ser la idónea para tomar grandes decisiones. Un equipo de científicos estadounidenses ha descubierto que los niveles altos de testosterona en los hombres disminuyen la habilidad de realizar una evaluación crítica de los impulsos y los juicios provenientes de la intuición. Así que antes de darle un giro radical a tu vida, mejor esperar a que se te pase el efecto.
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.